“Como todo evento presupone una causa”, dijo Federico Nietzsche; desmedidamente, todos los lectores de Kafka estamos buscando la causa de la mal instrumentada acusación contra Josef K. en la novela El proceso.   ¿Por qué ha pasado esto? ¿Qué relación guarda con la realidad esta burda acusación? Estas preguntas, que a lo largo de todos sus relatos no tienen respuestas posibles, exigen a su vez incursiones indagatorias hacia el interior del hombre. Preguntas que delatan un conflicto y una guerra, tanto de sus héroes como de los lectores. En Kafka, esta dualidad se corresponde ante todo con esa inquietante búsqueda del alma atormentada que era muy propia de su condición personal y, en definitiva, uno de los signos vitales de su singular empresa literaria. Así que Kafka demostró con sobrada agudeza que fabular con los sentimientos y con el dolor formó parte de una razón estética muy intuitiva y original.

Si reflexionamos un poco sobre lo que constituye la idea de Nietzsche, de que en realidad “nuestro mundo se halla sometido por el miedo”, vemos que “al expresar su propia realidad sin miramientos, Kafka ha sido el primero en ofrecer la imagen de este mundo”, sobre todo, tratar de abrazar las fuentes secretas del miedo cuando el hombre accede a lo descarnadamente terrible frente a la idea de la muerte. Según esto, su escritura no singulariza otra cosa que una escritura contra el miedo. Sus juicios y pensamientos son quizás prefiguraciones que anuncian la tragedia o ensoñaciones que anticipan el final de la vida personal, así como el de sus propios héroes.

En Kafka encontramos todas las condiciones de un estado paranoico. Hay en sus novelas un complejo de persecución, agazapado en los remotos rincones de su alma, lo que demuestra a un hombre psicológicamente temeroso y con un desarrollado signo de lo trágico. Un hombre que vive bajo las órdenes del miedo. En cierta medida, diríamos que Kafka “le tiene miedo al miedo”.

En El proceso, estas prefiguraciones son más que evidentes; en La colonia penitenciaria, también. En general, los personajes de Kafka viven supeditados a los designios de una atmósfera fatal. Diríamos que Josef K. y Gregorio Samsa son un poco existencialistas. Construyen su esencia mientras actúan en la vida cotidiana. En la novela, este proceso ha obligado a Josef K. a realizar con detalles un autoexamen de su dilatada conciencia.  Una diatriba en la que no se había detenido antes de haber sido arrestado y sometido a un burocrático proceso judicial. A partir de aquí, Josef K. se encamina con pasos firmes a examinar “los pormenores de su vida hasta las acciones y sucesos más insignificantes”.

Por ejemplo, en los diálogos entre Titorelli y el sacerdote, Kafka pone en evidencia la condición abarcadora del artista en su afán de aprehender la realidad, en virtud de que Titorelli tiene un cabal conocimiento de los pormenores de la justicia; incluso, su dominio se extiende más allá del de los propios abogados. En estos diálogos se despierta la condición analítica del sujeto, pues las reflexiones, tanto de Titorelli como del Sacerdote, forman parte de una hermenéutica de la razón. Así que la perspectiva del sujeto pensante se fundamenta en los juicios de los dialogantes.

La narrativa de Kafka es una literatura en expansión porque en buena medida procura elevar la sensibilidad hacia otros planos de la conciencia. Con la lectura de El proceso caminamos siempre hacia el borde de una sospecha, no aún confirmada. Una sospecha que apunta hacia la destrucción del instinto de conservación, todo a consecuencia de que Josef K. va rumbo a un abismo secreto. Su culpa no es real.  Más que todo, es una culpa intangible, antecedida a su vez de un proceso intangible, el cual carece de instrumentación. Esta condición hace de Josef K. un hombre reflexivo hasta cierto punto, porque lo obliga a realizar un riguroso autoexamen. En rasgos generales, El proceso es una novela en la que imperan sin duda la lógica de la cábala y el destrictus de la conciencia.

En definitiva, ¿cuáles pueden ser los efectos de una justicia intimidatoria?

Como en ella se anulan simplemente los correctos procedimientos, esta se convierte por demás en un sistema punitivo, que en cierta medida marca las pautas de un proceso persecutor y arbitrario, tratando de poner a un individuo ante una ley que solo existe en el imaginario y la mentalidad de sus verdugos, violando así todos los preceptos de una moral pública. Esta es una justicia manipuladora por demás, que procura anular la defensa del acusado, y rebasa en todo sentido los límites de la moral. De ahí que alcance también los límites del absurdo. Por eso, su novela puede funcionar como un espejo donde se refleja el lado oscuro del alma humana, tan cuestionada, tan vilipendiada ante el juicio de los hombres que cuestionan a ciencia cierta los absurdos del mundo en el que viven, sobre todo el mundo emparentado con la realidad. De ahí que esto desprenda o suponga una certera bifurcación con los meandros de la ficción.

En El proceso, Kafka nos presenta así un sistema raro y deprimente que desde el principio postula por el secreto jurídico. Así que la labor de Josef K. es sobreponerse al enigma sagrado del orden judicial. En cierto sentido, prima la norma del secreto judicial, cosa que desde un principio oscurecía el proceso. Precisamente este es un proceso oscuro y deprimente. No hay en él datos ni pistas que se escapen para su aclaración final, ni pautas que justifiquen una salida; por lo tanto, no se vislumbran las luces que anuncien una posible solución.

Las razones que hay detrás de la composición de la novela en Kafka son variadas y diversas. La justifican como un artefacto poderoso, como una perfecta máquina para pensar y definir la identidad. Por eso la novela en Kafka exuda un misterio y funciona como un refugio de los sentimientos y de las pasiones más oscuras de los hombres ante el degradante espectáculo del alma sucia, envenenada por el rencor y la frustración.

Con este arte tan potente e inquietante, Kafka intenta persuadir el mundo a su extraña manera, tanto así que su novelística impone una lógica y un orden estético. Así que Kafka hace de la novela un universo abierto, en el que entran en juego todas las posibilidades. Pues su conquista está en averiguar de qué materia está hecha el alma de los lectores y cuáles son sus necesidades espirituales para servirlas como un exquisito pastel, o como el perfume mejor embrujado de un hermoso ramo de rosas. De ahí que en Kafka la novela tenga un efecto altamente desgarrante y conmovedor.

Filosóficamente, el objeto kafkiano consiste en definir la inmoralidad del hombre en su versión más oscura de la realidad, a pesar de este abrazar religiones y sistemas filosóficos en su afán de redención espiritual para establecer rituales, construir mitos y sueños. Pienso que la idea de Kafka es fotografiar la versión interna del salvaje moderno, sus caprichos, desmanes y sus manifiestos sentimientos de maldad, o en el mejor de los casos, el interés de ver cómo funciona el alma de los hombres cuando afloran sus intereses arrastrados por las circunstancias en las que viven. Yo creo que el valor del espíritu kafkiano, en cierta medida, es ese: Tratar de desenmascarar el misterio del hombre, mirar su desnudez a toda luz, descubrir los monstruos que lo habitan y los demonios que los convocan.  Nadie en la literatura ha hecho un examen moralmente tan radical y riguroso de la moral del hombre como hizo Kafka. De ahí que sus ficciones sean paradigmáticas, cuando parten del lado imaginario y desafían los límites de la realidad misma. No es la realidad la que ha conquistado a las ficciones de Kafka, son sus paradojas y absurdos que han fijado en nuestra mente los designios del prototipo del hombre y que lo definen como animal total.

Eugenio Camacho en Acento.com.do

EN ESTA NOTA

Eugenio Camacho

Escritor y educador

Eugenio Camacho. Estudió educación y derecho en UTESA, además realizó una maestría en Educación Superior en la UASD, es escritor, cuentista y ensayista. Profesor universitario. En varias ocasiones ha dictado conferencias en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo. Por su labor como cuentista ha obtenido diversos premios en los concursos de cuentos de Casa de Teatro, Radio Santa María y La Alianza Cibaeña. Actualmente se desempeña como técnico de educación en el Distrito Educativo 06 -06 de la ciudad de Moca. Sus trabajos han aparecido en diversas antologías. Ha publicado: Melodías del Cuerpo Presente (CUENTOS), en el año 2007, Antología de la Literatura Contemporánea en Moca (2012) y Bestiario Mínimo (Minifcciones) 2022. silverio.cultura@gmail.com

Ver más