La cultura dominicana ha perdido a uno de sus más lúcidos y constantes promotores: José Rafael Lantigua (1948-2025), poeta,  ensayista, cronista, periodista, gestor cultural, ex Ministro de Cultura, y uno de los críticos más influyentes en la valoración, análisis y difusión de la literatura nacional durante los últimos cuarenta años.

Desde sus inicios en el periódico Nuevo Diario, Última Hora, y posteriormente en el Listín Diario, Lantigua ejerció una crítica literaria rigurosa, comprometida y generosa. Fue, ante todo, un lector atento de su tiempo, y un impulsor incansable del talento dominicano, sin distinciones entre autores consagrados y nuevas voces. Durante décadas, su suplemento cultural Biblioteca se convirtió en un espacio de referencia indispensable para la literatura, el pensamiento, el arte y la cultura del país, ofreciendo apertura a todas las tendencias estéticas y generacionales.

Su intenso ejercicio crítico y reflexivo fue recogido en la monumental obra en siete tomos, Espacios y Resonancias, con el cual obtuvo el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes, en 2016,  donde quedó plasmado su pensamiento sobre las letras nacionales y su evolución durante más de cuatro décadas. En ese corpus —una verdadera cartografía de la literatura dominicana contemporánea— confluyen el rigor intelectual, la sensibilidad literaria y un profundo amor por lo nuestro.

Entre sus aportes, destaca uno de los primeros libros dedicados a la poesía de Domingo Moreno Jimenes, apóstol de la poesía (1976) leído desde la óptica de la dominicanidad, lo cotidiano y lo entrañable.

José Rafael Lantigua

Una de las preocupaciones más hondas de José Rafael de Lantigua fue la internacionalización de la literatura dominicana. Desde muy temprano comprendió que nuestras letras —la poesía, la novela, el cuento— eran poco conocidas fuera de nuestras fronteras, incluso dentro del ámbito hispanoamericano. Y esa realidad lo inquietaba profundamente.

A través de sus reseñas, de su labor crítica y de su vasto conocimiento de los autores dominicanos, trabajó con persistencia para darles visibilidad. Durante su paso por el Ministerio de Cultura impulsó diversas iniciativas, gestionó acuerdos con editoriales extranjeras y creó puentes que permitiesen difundir la obra de nuestros escritores en otros países. Si bien logró algunos avances, no alcanzó la magnitud que él deseaba. Sin embargo, su esfuerzo fue constante, arduo y visionario. En ese sentido, inauguró la Cátedra Pedro Henríquez Ureña, en la Universidad de Salamanca, en España. También se publicaron antologías de poesía y cuento en Uruguay, Haití, España y otros. De igual modo se celebraron diversas versiones del Festival Internacional de Poeía, con poetas invitados internacionales. La Editora Nacional tuvo un renacer con la publicación de escritores consagrados y noveles, entre muchas otras actividades artísticas y culturales. Lantigua no solo se propuso entender a fondo nuestra tradición literaria, sino también impulsarla, proyectarla, romper el cerco insular para que nuestras voces encontraran eco en otras geografías. Esa fue una de sus grandes batallas culturales, una batalla que aún nos interpela y que es uno de sus importantes legados

Además fundó la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo (1997), espacio que, gracias a su visión, se convirtió en un puente entre la cultura dominicana y los movimientos literarios y editoriales de América y España. La Feria fue, bajo su impulso, mucho más que un evento, una política de Estado a favor del libro, la lectura y la cultura como bienes públicos.

Otro aspecto a destacar en Lantigua es su pasión por la lectura. Era un lector empedernido, gozoso, que se acercaba a los libros con un sentido poético. Constantemente se mantenía comprando, actualizándose, descubriendo las novedades que llegaban a las librerías. Cuando llegaban libros nuevos, se los llevaba con un entusiasmo desbordante, y los comentaba con todos nosotros, como quien comparte un hallazgo luminoso.

Era tal su amor por los libros, que bien podría considerársele un auténtico bibliófilo. Conservaba ejemplares valiosos, primeras ediciones, en especial de su admirado Guillermo Cabrera Infante. Recuerdo, por ejemplo, el día que me escribió un mensaje con una foto de la primera edición de Así en la paz como en la guerra, para saber si yo también la tenía. Le respondí con la imagen del mismo libro, y se quedó sorprendido. Esos pequeños guiños e intercambios eran parte de una complicidad y amistad construida a través de los libros.

Compartíamos la lectura, pero también compartíamos la poesía. Fue un gran amante del verso, autor de Sobre un tiempo de esperanza, 1976, Semblanzas del corazón, 1985, Júbilos íntimos, 2003, Territorios de espejos, 2013, La fatiga invocada, 2014, Cuadernos de sombras, 2015, Iniciacion de la tarde, 2021. Y no solo cultivaba la poesía, sino que era también un apasionado lector de narrativa. Un lector poco común en nuestro medio: atento a las novedades, las leía y las devoraba con el entusiasmo de un niño. Para él, los libros eran instrumentos del espíritu, adheridos a su ser con una fidelidad entrañable.

Y hay que decirlo: su prosa era intensa y ágil, sutil y vigorosa. Con un ritmo trepidante, una respiración fluida y un lirismo que recorría sus ensayos, sus textos eran un deleite y gozo de la imaginación. Había en su escritura una transparencia y una hondura que conmovían. Leer a Lantigua era, sin duda, una experiencia estética y espiritual.

También es necesario destacar el carácter poliédrico de José Rafael Lantigua como escritor. Su obra La Conjura del tiempo: memorias del hombre dominicano (1996) constituye un aporte singular a la historiografía dominicana, al abordar la historia nacional desde sus orígenes hasta el análisis profundo  de la era Trujillo. Se trata de un libro que representa una nueva forma de expresión y un lenguaje renovador, pues desde la literatura se adentra con lucidez en la historia, alejándose de las convenciones historiográficas tradicionales. Lantigua rompió con la prosa monótona, descriptiva y plana que ha predominado en buena parte de nuestros historiadores, y propuso una escritura más audaz, reflexiva y estéticamente cuidada, que renovó tanto el enfoque como el estilo del ensayo histórico en el país.

Tuvo la virtud de reconocer el talento ajeno con generosidad y sin prejuicios. Para Lantigua, el solo hecho de ser artista ya era un valor irrenunciable, más allá del estatus, del nombre o de los reconocimientos. Y en ese gesto había también una ética de vida: el respeto profundo por la creación y por quienes la ejercen.

Le gustaba reunirnos, convocar encuentros en su casa —o como él prefería llamarlos, “tenidas”. En esas veladas se hablaba de literatura, de cultura, de la vida misma, y él gozaba intensamente de esos momentos. Eran espacios donde reinaba la amistad verdadera, sin poses ni apariencias.

José Rafael fue una persona cálida, cercana, con un sentido del humor siempre a flor de piel. Tenía esa mezcla entrañable de jocosidad y sencillez que lo hacía accesible, humano y auténtico.

En lo personal, siempre me sentí muy cercano a él. Me dispensó una amistad que, en su momento, me sorprendió por su entrega,calidez y autenticidad. Jose Rafael Lantigua era de los que ayudaban sin alardes, de los que sacaban a sus amigos de apuros sin esperar nada a cambio. Por eso, y por tantas otras cosas, creo que le debemos mucho. Su generosidad no era un gesto esporádico, sino parte esencial de su manera de ser y estar en el mundo.

Que la tierra te sea leve, querido amigo!!

Plinio Chahín

Escritor

Poeta, crítico y ensayista dominicano. Profesor universitario. Ha publicado los siguientes libros: Pensar las formas; Fantasmas de otros; Sin remedio; Narración de un cuerpo; Ragazza incógnita;Ojos de penitente; Pasión en el oficio de escribir; Cabaret místico; ¿Literatura sin lenguaje? Escritos sobre el silencio y otros textos, Premio Nacional de Ensayo 2005; Hechizos de la hybris, Premio de Poesía Casa de Teatro del año 1998; Oficios de un celebrante; Solemnidades de la muerte; Consumación de la carne; Salvo el insomnio; Canción del olvido; entre otros.

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