Algunos opinan que la literatura dominicana se encuentra en un buen momento. En cuanto a la publicación de obras se verifica un crecimiento con relación a veinticinco años atrás. Se ha reducido la cantidad de ejemplares impresos en la primera edición. En su mayoría, ronda entre 200 y 500 ejemplares. Por otra parte, las publicaciones digitales se han visto incrementadas en los últimos años. Parece que los autores están despertando a esta nueva realidad, pero siguen siendo muy limitadas las presentaciones de libros en estos formatos. El cierre de bibliotecas, editoras, librerías y espacios para la lectura son consecuencias de cierto nivel de crisis en el mundo literario dominicano. El escaso apoyo al fomento de la lectura en los centros educativos y en espacios comunitarios es para asustarse.
En mis años como docente y asesor educativo, pude apreciar la ausencia de bibliotecas o rincones de lectura en las aulas. En una ocasión, el Estado dominicano, por medio del ministerio de Educación, puso en marcha un proyecto denominado Biblioteca germinal que tuvo su impacto en los primeros meses, pero fue abandonado y se perdió todo ese esfuerzo. Algunas instituciones no gubernamentales como Plan Internacional dotaron de bibliotecas móviles a escuelas de zonas rurales, principalmente del sur. Resultados: Ni los profesores ni los estudiantes leyeron nada. El importante programa de lectura Dominicana Lee, promovido desde el Ministerio de Educación, murió en sus inicios al ser separado el titular a cargo. Estos proyectos desaparecieron. La Editora Nacional es una ficción al servicio de intereses focalizados. Los sectores empresariales y privados poco hacen para apoyar el libro y la lectura. No se ponen en práctica los beneficios de la Ley No. 502-08 del Libro y bibliotecas. Se accionará el mecenazgo cultural cuando a nadie le interese.
Algo positivo es la unificación de los escritores en gremios. En los últimos años, con la formación de la Unión de Escritores Dominicanos –UED- y el Centro PEN-capítulo dominicano, se hace el intento de fomentar la lectura y visibilizar al escritor de este país. Se realizan algunos diálogos académicos, festivales literarios y ferias, pero el libro es el gran ausente, salvo honrosas excepciones.
La idea que casi todos tenemos es que se lee más. En cierta forma, sí. La utilización de los ordenadores digitales y los teléfonos móviles han incrementado la lectura. ¿Qué tipo de lectura? ¿Qué calidad tiene el contenido? No entraré en detalles, sea usted el jurado. Lo que sí sabemos es que todavía el acceso a libros digitales por parte de la población es muy limitado y los que pueden acceder casi no lo hacen. Entonces, ¿existe una crisis en la lectura, especialmente literaria? Habría que profundizar el análisis mediante técnicas científicas que arrojen datos con mayor aproximación a la realidad. Sin embargo, esa crisis puede ser intuida evaluando los niveles de conocimientos que poseen estudiantes de diferentes grados, acentuándose más en los de pregrado.
El sistema educativo dominicano no ejecuta políticas dirigidas al fomento efectivo de la lectura y su apreciación a nivel emocional e intelectual. No se destinan recursos para las publicaciones de obras literarias de escritores contemporáneos destacados, ni siquiera se incluyen en el currículo sus nombres. Tengo la experiencia por más de cuarenta años de apoyar a los estudiantes en estudios literarios y solo preguntan por Enriquillo de Manuel de Jesús Galván, Over de Ramón Marrero Aristy, La sangre de Tulio Manuel Cestero, El Masacre se pasa pie, de Freddy Prestor Castillo y Hay un país en el mundo de Pedro Mir. Esto no indica que los estudiantes conozcan el contenido de estas obras. Conocer a estos autores es muy bueno, pero deben ser agregados otros. Por ejemplo, brillan por su ausencia en el currículo de la educación autores de este tiempo, cuyas obras han dominado la escena literaria nacional en las últimas décadas. En un sondeo regional realizado por el Instituto Lemma casi la totalidad de los estudiantes del nivel medio no conocen las obras de los autores del sur que por más de treinta años vienen publicando obras literarias. Los nombres de los autores son más conocidos por medio de las redes sociales, pero sus obras no las han leído.
Se observa que los escritores de la promoción de los años 80 y 90 son los que actualmente están sacando la cara en cuanto a nuevas publicaciones. Existen autores jóvenes del presente milenio que vienen creando su plataforma literaria, pero no son tantos. Me ocupa mucho que escritores de poesía que han publicado en el periodo 2010-2025 y que hayan nacido después del 1990 carezcan de una propuesta estética, a pesar de todos los cambios que ha traído el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación. ¡De la poesía actual, tengo deseos de leer un verso que me estremezca!
Hay escritores dominicanos que siguen escribiendo con influencias clásicas, barrocas, románticas, surrealistas, sociales, metafísicas que, hace tiempo, en contenido y forma, fueron superadas. Desde el final del siglo pasado, propuestas de grupos de escritores con líneas de pensamiento y escuelas, como los interioristas, los metapoetas, estructuralistas, efluvistas y otros, han llenado un cometido epocal, y en algunos casos, con obras que habrá de reconocerles cierta trascendencia. Pero todo ha cambiado: los códigos lingüísticos, el discurso oral, el léxico, la semiótica de las cosas, los hábitos, las costumbres, las aspiraciones humanas, el compromiso, los nuevos paradigmas… todo, todo. Hay una especie de dispersión de valores y principios, una mutación personal y social sin precedentes. Existe una crisis del individuo humano, del humanismo, en todas sus vertientes. Es como si nos avocáramos a la construcción de otro ser, asistiendo a cambios radicales en las estructuras de pensamientos y conductas.
La siguiente opinión no se limita al escritor dominicano, sino a todos los del planeta que están siendo impactados por nuevas realidades de vida y relación biológica y artificial. El desarrollo de la robótica, la neurociencia, las inteligencias artificiales, el metaverso, la física cuántica, el genoma humano ha dado paso a otros pensamientos y a nuevas formas de percibir y definir la realidad. Coqueteamos con la identidad de las máquinas; pareciera que hay una fuga de la esencia en humanos y a la vez una transferencia o construcción de esencia en las máquinas, en las inteligencias artificiales.
En sentido general, los escritores no pueden quedarse entre los sueños románticos y líricos, dormitando en una “corola divina de una magnolia de abril”. Ya Vicente Huidobro enseñó cómo superarlo desde el creacionismo. Pero hasta el creacionismo de Huidobro ha muerto. Queda muy poca cosa de sus restos. Ya las maneras de crear están siendo estremecidas; los modelos conocidos de los procesos cognitivos y generación de lenguajes, frente a los contextos, han acelerado pensamientos y visiones acerca de la realidad. Para algunos, partes de los postulados metafísicos cuelgan como estalactitas en las cavernas iluminadas de imágenes y razones. No serían más que rastros de antiguas angustias existenciales. Asistimos a la caverna de Platón, esta vez con imágenes y luces simuladas. Al mismo tiempo, paisajes abisales se vislumbran más acá del horizonte, de la utopía soñada.
Entonces, para escribir literatura: poesía, novela, cuento y teatro, se necesita una reingeniería total, no solo en su forma, sino en el contenido; y más allá, en la esencia del contenido. Pensar solo en la experiencia poética es uno de los aspectos a ser tomados en cuenta, pero no es el único; aunque no puede quedarse fuera, es una condición necesaria y suficiente.
Una reflexión final. Cuando se agoten las publicaciones de los autores de los años 80 y 90, considerando la situación actual de la lectura, principalmente en centros educativos, ¿cuáles serán los relevos? Se avizora una crisis aún mayor que la que tenemos si no se diseñan y aplican políticas y prácticas que fomenten la lectura y escritura literaria.
Domingo 8 de junio de 2025
Publicación para Acento. No. 150
Virgilio López Azuán en Acento.com.do
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