En tiempos de campaña electoral, los lobos, hienas, serpientes, leopardos y las panteras, se convertían en vegetarianos. Debían simular un cambio de actitud creíble, era entonces cuando comían hierba, vegetales y frutas.
Solo tomaban agua y café en cada visita. Abrazaban a los conejos, besaban a las aves y mostraban sus escuálidas figuras, que daban cuenta de la necesidad de alimentación que sufrían. Los herbívoros ahora inconscientemente se tragaban el engaño y los veían como miembros de la misma manada.

No entendían que los farsantes, preferían pasar hambre, pues cada animal que devoraban en campaña, era un voto menos para asumir el control de la jungla. Así se escuchaban a los inocentes hablar:
—Ayer la hiena estuvo en mi casa —dijo la gallina— me trajo una mazorca hermosa de maíz. Se sentó y conversó largas horas conmigo, nos tomamos fotos y se preocupó por la condición deplorable de los nidos y nuestra alimentación.
—No crean mucho en esos animales, vienen ahora porque estamos en campaña —dijo la tortuga mientras caminaba lentamente —tengo cien años viendo lo mismo. Desde que pase la campaña prepárense a ser devoradas.

—No hagas caso —dijo una hermosa gansa blanca— a mí también me visitó, acarició a mis crías, al momento que describió en un discurso, su interés por que estuviéramos seguros y con alimentos. Me prometió que si ganaba volvería a cumplir sus promesas.
—No confíen en gatos mansos, aunque los vean sin uñas, porque si son de buena raza, hasta con el rabo aruñan —dijo la tortuga— apoyen a los de su clase que realmente sienten como ustedes. Esos carnívoros solo están fingiendo. El tiempo dirá, quién tiene la razón.

En todos los árboles se podían observar las fotos sonrientes de los candidatos. Sus promesas eran tentadoras, pero nadie promete tanto como el que no va a cumplir. Entre las promesas se encontraban maíz gratis para todas las aves, un sistema de salubridad de primera clase, seguridad para todos, prometieron leyes para evitar que un animal devorara a otro y pensiones para los más ancianos. Eran discursos hermosos. El día de las elecciones los delegados de los diferentes candidatos defendían los votos a uñas y dientes, sin saber que solo afilaban navaja para su garganta. La hiena resultó ganadora. En esta ocasión dirigiría la jungla por cuatro años. Nombró de inmediato al tigre encargado de los corrales, al cocodrilo encargado de caza y pesca, a la serpiente en la dirección de servicios sociales y a la pantera encargada de recaudaciones. Una vez juramentados comenzó la carnicería y de las aves no quedaron ni las plumas. En la primera semana engulleron tanta carne que no podían moverse.
—Se repite la historia —dijo la tortuga.
Moraleja
La historia refleja cómo, durante las campañas electorales, algunos candidatos, al igual que los animales carnívoros, pueden usar promesas engañosas para ganarse la confianza del pueblo, solo para mostrar su verdadera naturaleza una vez en el poder. A menudo, las promesas fáciles de creer y los discursos atractivos son un señuelo para que los votantes caigan en un engaño que los perjudicará a largo plazo. La tortuga, con su sabiduría, advierte a los inocentes que el cambio de actitud de los carnívoros es solo una fachada temporal, pues al final, la verdadera naturaleza de los líderes se revela en sus acciones. Es importante ser cauteloso con las promesas que suenan demasiado buenas para ser verdad y recordar que las verdaderas intenciones se muestran con el tiempo.
Compartir esta nota