En la Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico se conserva en custodia el texto inédito de ‘Fábula de los cinco caminantes’ de Iván García Guerra. Es un documento en once folios escritos a máquina con el texto íntegro de la famosa pieza de un acto único. Aparece firmado por el autor, y al final la fecha de entrega pública: marzo 16, 1965.
Es usual en la historiografía de nuestra literatura vincular esta obra dramática con la Revolución de Abril que inició apenas unas semanas después de que García Guerra la diera a la luz. De cualquier manera, la finalización de aquella pieza de escritura de ficción, así como su fondo, se diluye en el marasmo de acontecimientos que supuso la gesta histórica y todo lo que abarcó, a partir del derrocamiento de Bosch ocurrido dieciocho meses atrás.
En 2016 entrevisté a García Guerra en el contexto de una de las salas de la Biblioteca Nacional donde amablemente él mismo propuso que nos encontráramos ante mi solicitud, a fines de actualizar datos para la ‘Antología de Clásicos de la literatura dramática dominicana’ auspiciada por la Academia de la Lengua con fondos de Refidomsa. Justo en noviembre de ese año fue invitado el dramaturgo a la Universidad de Puerto Rico, para ofrecer una conferencia en el Seminario Federico de Onís, en el Recinto Río Piedras. Hace poco ubiqué la disertación, transcrita: ‘’Diagnóstico de la dramaturgia dominicana”, publicada un par de años después por la ‘Revista de Estudios Hispánicos’ de la UPR, volumen. 6 núm. 2, 2019. pp. 197-216.
La fábula de un ‘Hombre-Teatro’
En aquella, y en otras ocasiones García Guerra declaró que consideraba la ‘Fábula de los cinco caminantes’ su mejor pieza de escritura teatral. Y muy tempranamente disfrutaría el autor del éxito que ha significado desde su estreno en 1967. En 1969 Carlos Solórzano incluyó la pieza entre 18 obras breves que conformaron el Primer Festival de Teatro Nuevo de Latinoamérica: ‘’(…) mi propósito era mostrar las diferentes maneras en que el teatro latinoamericano ha captado la evolución del género dramático en todo el mundo y para ello era necesario — en los países en que hubiera representantes valiosos— llevar a la escena las obras más audaces y hacerlas escenificar por jóvenes directores mexicanos, capaces de revelar y aún de enriquecer, el contenido total de los textos.’’. (Fall, 1969, LatinAmerican Theatre Review, pp.61-78).
Múltiples veces me he referido a la necesaria diferenciación entre la ‘Literatura dramática’ y el ‘Teatro’; dos ‘encauces básicos’ por los que se viabiliza nuestra capacidad innata de creatividad. Se trata de un conjunto de seis, por lo que el Cine, maravilloso sintetizador, es llamado el ‘Séptimo arte’ : Pintura y escultura. Música y Baile, Teatro y Literatura. Son parte de un asombroso diseño, con todo lo necesario para el disfrute de la existencia. Luego, la ‘Dramaturgia’ es cualquier espacio donde confluyen texto y representación.
Fue Goethe quien señaló que el ser humano ‘’sólo lo es verdaderamente cuando juega’’. ‘’El Teatro es juego’’ proclamó -en su libro ‘El espacio vacío’- acertadamente Peter Brook, uno de los más geniales hombre-teatro que han existido. La muerte física de García Guerra ha coincidido con el centenario del teatrista británico -1925,2025-; ambos fueron hombres nacidos para amar y compartir el Teatro; describirlo en teoría y ficción, ejecutar su esencia -vale decir, el histrionismo-; y dirigirlo, convirtiéndole en un quehacer vital constante y fructífero.
Convertir la creatividad en ‘Arte’
La ‘Literatura dramática’ no es más que el Teatro mismo, transitando a través de un instrumento que le es esencialmente ajeno: las palabras. La eliminación del elemento lingüístico fue lo que afanosamente buscaron -no siempre conscientes del porqué- los teóricos del llamado ‘Nuevo teatro’ -1948,1970- entre cuyos protagonistas estuvo Brook. Se trataba de ver ‘’hasta qué punto ese umbral podía ser reducido, afinando las dotes expresivas y perceptivas de los actantes’’ y también de buscar hasta qué límite era posible desarrollar la capacidad de comunicación no verbal -fonética de ruidos o ‘Gutur uris’, mímica y gestualidad-. (De Marinis, 1987.133 y ss.).
En la escritura dominicana del cuarto género literario –los otros tres: lírica, narrativa, ensayo-, o literatura dramática, tiene lugar destacado el binomio fondo/forma de la ‘Fábula de los cinco caminantes’ que se nutren y testifican de las corrientes de la época en la que fue escrita, remitiéndonos al sinsentido de Adamov en su temprana ‘La Parodie’ ("Nous sommes dans un désert, personne n’entend personne"); a la omnipresencia invocada por Beckett en ‘Esperando a Godot’, y al absurdo existencial de ‘Las sillas’ de Ionesco.
La trama gira en torno a Fórtido, Orátulo, Cárnido, Revoluto y Mínimo, únicos sobrevivientes de una hecatombe mundial. Los vemos en un viaje a ninguna parte -con el fin de recomenzar la civilización- que nos remite a ‘La carreta’ de René Márquez, 1952. Al intentar mantener el orden jerárquico político, religioso y socioeconómico que llevó la humanidad casi a la extinción, surge entre los personajes nuevamente la inevitable lucha, absurda e invariable, por el poder.
Artista y combatiente
A García Guerra le correspondió pasar de la adolescencia a la edad adulta en medio, y como hacedor, de una realidad sociopolítica a la que convirtió conscientemente en ‘Arte’ y que le llenó la vida. Sus dotes reflexivas unidas a una amplia cultura le permitieron la facilidad de plasmar el concepto Teatro en ejercicio teórico discursivo, y en piezas de ficción para ser representadas. Juan Bosch quiso enviarlo a Alemania para que estudiara Radio y Televisión como medios de difusión cultural, y al regreso se convertiría en el director general de Radio Televisión Dominicana, la emisora estatal.
Fueron -y serán aún más- miles los jóvenes dominicanos y de todo el mundo a quienes ‘’tocó’’ García Guerra con su Dramaturgia. En uno de numerosos ejemplos, Damary Santos Francisco, de Puerto Plata, dedicó recientemente la investigación de su tesis doctoral a las orientaciones en ‘Ética y estética de la obra narrativa y dramática’ del artista. Invito a revisar ese y decenas de textos de bibliografía pasiva en torno a García Guerra que en todo el mundo se han escrito, expuestos en repositorios de las Bibliotecas de diferentes centros de educación superior.
Una exteriorización significativa de esa áurea mágica que le caracterizó era el entusiasmo con el que el dramaturgo correspondía a cada invitación de los grupos de teatro en cualquier rincón del territorio nacional. Se trató siempre del amor al Teatro, de ‘’hacerlo’’, a conciencia, un verdadero ‘Arte’, y de compartirlo como vía de perfección humana.
En 1963 contaba Iván García veinticinco años. El Gobierno de Bosch lo envió a Alemania para que estudiara radio y televisión como medios de difusión cultural, y al regreso se convertiría en el director de Radio Televisión Dominicana, la emisora estatal. Un inesperado golpe de Estado y la caída política en septiembre significarían también el derrumbe de las ilusiones y la decepción para cualquier joven dominicano con ideas claras sobre el concepto democracia; de ahí el amargo origen de los famosos caminantes.
En ‘Hablando con mi gente’ libro de 2015, nos relata (Pp. 370-375) el ´´¿Por qué entré a la Revolución de 1965; por qué permanecí en ella? Sentí y siento que por encima de temores o razones secundarias, estaba cumpliendo con mi deber. y esto me lleva a otro cuestionamiento: ¿por qué esa impresión extraña de que debía estar allí? Tendría, para explicarlo, que referirme a la calidad del alma, de esa que puede levantarnos de las miserias para aspirar a un cosmos…’’.
Seis décadas después de la gesta de abril, y un poco más de haber escrito su ‘Fábula…’ el autor concluía: ‘’Y ahí está la respuesta: para conseguir la libertad tan cercana a la utopía debemos cada cual defender lo que consideramos justo y necesario, o todo se desliza hacia la anarquía o al absurdo’’ (…) ‘’Aquellos 133 días en que los artistas compartimos el hambre, la incertidumbre, el miedo y sobre todo, el ideal, nos hicieron descender de la ilusión de ser mensajeros divinos y nos ascendieron a la cima del ardiente humanismo, a los huertos del hacer hombro-con-hombro; a la plácida hermandad’’.
Como colofón me permito citar al autor, al final de la página referida:
‘’Y yo me deslizo al reino de Morfeo con la candidez de un niño. En el renglón de la Patria hasta he llegado a convencerme de que permanecí con vida para poder continuar a mi manera la lucha hacia el futuro, con las armas de artista que conozco.’’
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