El concepto de pathos micrológico puede interpretarse en el contexto de la filosofía contemporánea, en especial en el horizonte general de la filosofía hermenéutica y posmetafísica. El término pathos alude a una forma de afectividad, sensibilidad o disposición emotiva frente al mundo, mientras que lo micrológico remite a una lógica de lo pequeño, de lo fragmentario y de lo particular en contraste con los enfoques macrológicos o totalizantes que caracterizan a la metafísica tradicional.
El pathos micrológico designa una actitud afectiva y cognitiva que se orienta hacia lo singular, lo marginal, lo particular frente al deseo moderno de totalidad, sistematicidad y unidad conceptual. Es un tipo de disposición ontológica que valora lo inacabado, lo contingente, precario y lo situado pero que reconoce que la experiencia humana no puede ser reducida a estructuras universales o verdades fuertes.
En este sentido, se trata de un pathos, es decir, una sensibilidad que no se traduce directamente en conocimiento deductivo o técnico, sino en una atención afectiva y ética a la diferencia, al detalle, a las microformas de sentido. Se opone a la frialdad sistemática de la razón fuerte y se vincula con un pensar que se deja afectar, que escucha, que no impone.
Pero debemos reconocer que el término micrológico tiene resonancia con la teoría crítica de Theodor W. Adorno y, posteriormente, de Michel Foucault, quienes hablaban de una “micrología” como método para resistir la totalización conceptual poniendo atención a los aspectos marginales de la existencia. Por ejemplo, para Adorno, la filosofía debía atender a lo pequeño, a lo que el pensamiento sistemático deja fuera; a las grietas y contradicciones del mundo social y cultural. En este punto, aunque desde otra tradición, Gianni Vattimo coincide ya que entiende que el pensamiento no debe aspirar a lo absoluto, sino a comprender lo múltiple, lo fragmentado, lo histórico.
En relación con Foucault es muy conocida la expresión “microfísica del poder” consideradas una de las formulaciones más influyentes. Aparece especialmente en sus obras de la década de 1970, como Vigilar y castigar (1975) y en entrevistas y conferencias como La verdad y las formas jurídicas (1974) o Microfísica del poder (1977). Esta idea marca un giro decisivo en la teoría del poder, al desplazar la atención desde los grandes aparatos del Estado hacia las formas múltiples, capilares y cotidianas en que el poder circula en la sociedad.
¿Qué significa “microfísica del poder”? El término microfísica hace referencia a la dimensión molecular, difusa, descentralizada y relacional del poder. Foucault sostiene que el poder no es simplemente una estructura jurídica o institucional que desciende verticalmente desde un soberano (como el rey, el Estado o una ley suprema), sino que se ejerce en lo cotidiano, en las relaciones sociales más elementales: entre médico y paciente, profesor y alumno, carcelero y prisionero, jefe y trabajador.
Por tanto, el poder no está localizado en una sola instancia, ni se posee como un objeto: se ejerce, se distribuye, se articula en múltiples puntos, y circula a través de redes complejas de relaciones sociales: desde instituciones a grupos minoritarios. De allí la metáfora “microfísica” ya que el poder también opera a nivel microscópico, en los cuerpos, los gestos, los espacios, las normas, las palabras, las formas.
No sin razón es posible interpretar el poder como red, no como posesión. De esta manera, Foucault rompe con su idea tradicional que la entiende como dominio centralizado e incluso, como potestad jurídica. El poder no es una “cosa” que uno tiene y otro no, sino una relación de fuerzas que atraviesa todos los niveles sociales. Esto implica:
- El poder no es esencialmente represivo, sino que también es productivo: produce saberes, conductas, identidades, instituciones, pero, sobre todo, relaciones.
- El poder no se ejerce únicamente desde arriba, sino también desde abajo; se manifiesta en los dispositivos locales, en las disciplinas, en las técnicas de normalización.
Un ejemplo clave de esta microfísica del poder se encuentra en el análisis de la prisión y los sistemas de disciplina. En Vigilar y castigar, Foucault muestra cómo el castigo dejó de ser espectáculo público (poder soberano) para convertirse en una red de control y vigilancia constante del cuerpo y de la conducta del individuo. Esta transformación no responde a una voluntad centralizada, sino a una lógica dispersa de normalización, que se replica en la escuela, el hospital, el cuartel, la fábrica, la empresa y en las instituciones del Estado.
No sin razón, la microfísica del poder está indisolublemente ligada al concepto de poder-saber. Para Foucault, donde hay poder, hay producción de saber, y viceversa. Los saberes científicos, médicos, jurídicos o pedagógicos no son neutrales: forman parte de dispositivos de poder que clasifican, controlan y normativizan a los sujetos. Un ejemplo muy palpable es la salud pública que termina convirtiéndose en una gobernanza de los cuerpos.
Y los ejemplos pueden continuar:
- La medicina moderna no solo cura: define qué es lo normal y lo patológico. Qué es la salud y la enfermedad. Qué decide curar y prescribir.
- La psicología no solo describe comportamientos: establece lo que es “sano” o “desviado”. Lo que normal o anormal. Estos saberes funcionan como tecnologías del yo y del cuerpo, al servicio de regímenes de poder. Quién es sano, quién no.
- Y los ministerios de educación, junto a las universidades, institutos, colegios, escuelas públicas, deciden qué enseñar y por qué, cómo enseñar y para qué enseñar.
- Las instituciones financieras como los bancos deciden qué prestar, a quién prestar y cómo.
Ya no basta con estudiar las leyes o el Estado; es necesario investigar cómo el poder actúa en la vida diaria. Por eso necesitamos una nueva ética de la resistencia: si el poder está en todas partes, también la resistencia es posible en todos los niveles. No se trata solo de cambiar gobiernos, sino de transformar las formas cotidianas de control, exclusión y subjetivación que empiezan por las maneras del capitalismo avanzado que controlan a sus ciudadanos a través del crédito.
La microfísica del poder es, en síntesis, una herramienta conceptual que permite pensar el poder no como estructura piramidal, sino como red dinámica y productiva, incrustada en los cuerpos, en los saberes y en las instituciones. Foucault nos invita a detectar esas formas invisibles y capilares de poder para abrir espacios de libertad y resistencia, allí donde menos se espera.
Así, un pathos micrológico sería una forma de filosofar que siente y piensa a partir de lo marginal, de lo residual, de aquello que no encaja en grandes narrativas. Desde otra mirada, sería también la disposición afectiva más coherente con una ontología del debilitamiento del ser. Si el ser ya no se presenta como fundamento fuerte ni como estructura fija, entonces el pensamiento debe ajustarse a esa debilidad. Esto implica no solo un cambio conceptual, sino también un cambio en la actitud del pensar, en su tono afectivo, en su estilo.
El pathos micrológico, en este marco, no es pasividad o sentimentalismo, sino una forma de afinamiento del juicio, un ejercicio de modestia ontológica y epistemológica, que evita imponer y busca, más bien, acoger lo que aparece en su fragilidad, en su parcialidad. Desde aquí podemos derivar fructíferas consecuencias epistemológicas, estéticas y éticas. En la primera, el pensamiento se vuelve menos demostrativo; atiende a lo local, a lo contextual, a lo situado.
Respecto a las estéticas, se privilegia una sensibilidad por lo narrativo, lo testimonial, lo poético, frente a la rigidez de los discursos técnicos. Y en cuanto a las éticas, se asume una actitud de cuidado, de escucha, de hospitalidad hacia lo distinto, lo excluido, lo no sistematizable. Pero también ontológicas, el ser no se impone como estructura, sino que se insinúa en la ambigüedad, en lo que escapa a la lógica fuerte.
Para concluir, podemos decir que el pathos micrológico puede entenderse como la disposición sensible y crítica del pensamiento frente a la tentación de los grandes sistemas explicativos. Es una forma de vivir y ejercer el pensamiento desde la vulnerabilidad, desde lo pequeño, desde la interrupción del discurso dominante. En este sentido, no es solo una estrategia intelectual, sino una forma de estar en el mundo: atenta, frágil, abierta y responsable.
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