El Día del Patrimonio Cultural no debería pasar como una fecha más en el calendario ni quedar reducido a un acto protocolar en las redes oficiales. Este día nos interpela a todos: a quienes habitamos la isla, a quienes la piensan, la narran, la defienden y la sueñan.

Recordarlo es un acto de conciencia.

Olvidarlo es un acto de abandono.

El patrimonio cultural —material e inmaterial— es la columna vertebral de nuestra identidad: las piedras de la Ciudad Colonial, los muros que han visto nacer repúblicas, las plazas donde se han debatido ideas, pero también las músicas, los cantos, los oficios, los sabores y las tradiciones que han resistido el paso del tiempo.

Celebrar el Día del Patrimonio Cultural es más que una fecha en el calendario.

Sin embargo, la responsabilidad de proteger este legado parece perderse entre discursos repetidos y prioridades superficiales. Lo que vemos, demasiadas veces, es una burocracia lenta, una visión fragmentada y una gestión cultural que confunde presencia mediática con verdadera política pública.

Es justo, no obstante, reconocer excepciones luminosas.

Quienes dirigen la Oficina de Patrimonio Cultural —el arquitecto Juan Mubarak, la arquitecta Mauricia Domínguez y el equipo técnico que los acompaña— trabajan con profesionalismo, rigor y un compromiso admirable. Son ellos quienes sostienen, con esfuerzo y convicción, una misión que debería recibir mayor respaldo institucional.

Pero su entrega contrasta dolorosamente con la escasa voluntad del Ministerio de Cultura, que no aporta el apoyo político, presupuestario ni estratégico que una nación con una herencia tan frágil exige. Nuestro patrimonio, en muchos casos, sobrevive más por vocación individual que por gestión de Estado. Y eso es inaceptable.

El patrimonio no es un adorno turístico.

Es un deber moral, histórico y ciudadano.

Es reconocer cada vestigio que cuenta quiénes fuimos y cada tradición viva que afirma quiénes somos. Sin una política cultural seria, sostenida y coherente, lo que hoy celebramos se deteriora, se trivializa o se pierde.

En un país donde tantas veces se descuida lo esencial, este día debería invitarnos a mirarnos con honestidad y a exigir a las autoridades que asuman con rigor el mandato que la historia les impone. No basta administrar estructuras: hay que protegerlas, estudiarlas, dignificarlas y transmitirlas.

Celebrar el Día del Patrimonio Cultural es más que una fecha en el calendario.

Es un llamado urgente a defender lo que nos queda, rescatar lo que se está perdiendo y honrar lo que todavía respira.

Porque un país que no protege su patrimonio

No protege su futuro.

Nuestro patrimonio es un abrazo silencioso de la historia. Es la voz de quienes nos antecedieron y la herencia que entregaremos a quienes vendrán. Cuidarlo y exigir que se cuide no es solo un acto de responsabilidad: es una forma profunda de amor por la República Dominicana.

Danilo Ginebra

Publicista y director de teatro

Danilo Ginebra. Director de teatro, publicista y gestor cultural, reconocido por su innovación y compromiso con los valores patrióticos y sociales. Su dedicación al arte, la publicidad y la política refleja su incansable esfuerzo por el bienestar colectivo. Se distingue por su trato afable y su solidaridad.

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