Me acostumbré a ir cada año a la Feria del Libro. Era como asistir a una fiesta esperada con ansias por mi padre, un amante incansable de los libros y del saber. En mis primeros años, me fascinaba comprar muñequitas de papel para recortarlas; luego vinieron los cuentos clásicos, la poesía y las novelas. Crecí de la mano de un erudito —mi padre—, que me inculcó la pasión por la lectura e hizo de la asistencia a la feria una cita obligada con la cultura.

Durante décadas, esa feria representó para mí un encuentro con el conocimiento, un espacio de descubrimiento y orgullo cultural. Hoy intento transmitir esa misma costumbre a mis hijos, aunque reconozco que, con el paso del tiempo, el evento fue perdiendo parte de su esencia, convirtiéndose más en una celebración popular que en una verdadera fiesta de la cultura. Aun así, mantengo la esperanza de que, como ha sido en los últimos años, los organizadores hagan un esfuerzo por mejorarla y sigo siempre esperando con entusiasmo el anuncio del programa de actividades, los autores invitados y las conferencias programadas. Porque aún creo, como decía Borges —ciego y lúcido—, que “de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro”.

Pero este año, mi entusiasmo chocó con una barrera tan física como simbólica: la imposibilidad de acceder a la Plaza de la Cultura. Hace algunos años, mi vida cambió y dejé de caminar; pasé a formar parte de ese 12.3% de dominicanos que viven con algún tipo de discapacidad. Sin embargo, ni mi condición ni mi deseo de seguir participando en la vida cultural del país deberían excluirme del derecho a disfrutar de uno de los eventos más importantes del calendario nacional.

Lamentablemente, la Feria del Libro de este año fue inaccesible. Ninguna rampa adecuada, ningún parqueo reservado, ningún baño adaptado. Los pabellones de la Plaza de la Cultura, orgullo arquitectónico del pasado, hoy son, en su mayoría, un recordatorio de nuestra indiferencia hacia la inclusión.

La cultura no puede ser privilegio de unos pocos cuando la accesibilidad sigue siendo una deuda pendiente

No bastan los discursos oficiales sobre igualdad ni las leyes que, como la No. 5-13, buscan garantizar derechos a las personas con discapacidad, si en la práctica los espacios públicos continúan negando la participación de todos. Y no me refiero solamente a aquellos con discapacidad física, sino además a la exclusión de personas con discapacidad sensorial, psicosocial e intelectual, quienes no encontramos un espacio digno en este país.

Helen Keller, escritora sorda y ciega que transformó el pensamiento del siglo XX, decía: “La ceguera nos separa de las cosas, pero la falta de visión nos separa de las personas.” Y eso es exactamente lo que nos ocurre: no nos falta infraestructura, nos falta visión.

No se trata de un reclamo personal, sino de una denuncia colectiva. Muchos envejecientes y personas con movilidad reducida también quedaron fuera del recinto o debieron caminar largas distancias bajo el sol, sin que nadie previera algo tan básico como un acceso digno. Hace apenas dos años se habían dispuesto rampas y parqueos accesibles. ¿Por qué retrocedimos?

La accesibilidad no debería ser una concesión ni un lujo, sino una condición mínima de respeto. Si Frida Kahlo, con su cuerpo roto, transformó su sufrimiento en arte; si Stephen Hawking, confinado a una silla, fue capaz de explicar el universo; si Roosevelt, desde su silla de ruedas, lideró a una nación, ¿cómo es posible que en pleno siglo XXI sigamos negando a otros el derecho de participar en una feria del libro?

Nuestro país no puede aspirar a ser un país moderno y justo si sus espacios públicos siguen marginando a una parte de su población. Instituciones como el Ministerio de Cultura, el CONADIS, el PNUD, UNICEF y el Gobierno en generaldeben asumir un compromiso real: que nunca más se organice una Feria del Libro —ni ningún evento cultural— sin considerar la accesibilidad universal.

Porque la cultura no puede ser privilegio de unos pocos.

Porque leer, aprender y disfrutar de un libro es un derecho.

Y porque una feria del libro con barreras es, en realidad, una feria sin cultura.

Magaly Toribio

Mercadóloga y Hotelera

Magaly Toribio, Hotelera y mercadóloga por convicción, politóloga para intentar entender el mundo, amante de las palabras y la buena lectura. Ex- viceministra de turismo, reconocida en múltiples ocasiones por los principales gremios del sector turístico nacional e internacional. Experta en marketing turístico y gestión sostenible de destinos turísticos. Investigadora, académica y consultora privada de empresas, universidades y destinos turísticos. Presidente de la empresa TARGET Consultores de Mercadeo y creadora de la primera empresa del país suplidora de soluciones de movilidad para turistas con discapacidad, Scooters DR.

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