Un análisis de Camelia Michel
Me satisface profundamente participar en este coloquio; compartir la lectura de una obra de tal envergadura como la que nos ocupa hoy: Cuando gemía la Patria, de la distinguida colega y hermana Emilia Pereyra.
Esta novela tiene el gran mérito de llevarnos de la mano por una época trascendente, colmada de luces y azares: la gestación del proyecto de nación que es la República Dominicana. Cuando gemía la Patria es una narración abarcadora y ambiciosa, porque describe un proceso histórico largo y complejo, que se inicia con la Independencia Efímera, en febrero de 1822, cercenada por la invasión del caudillo haitiano Jean Pierre Boyer, y concluye con el segundo destierro de un joven Juan Pablo Duarte, en septiembre de 1844, rodeado de intrigas y traiciones.
En el centro del hilo narrativo se encuentra el proceso de formación, antecedentes y evolución del movimiento trinitario, que culmina con la Gesta Febrerista de 1844, cuando se proclama la Independencia. Y, por supuesto, en aquel contexto febril y revolucionario, destaca de muchas maneras la figura del Patricio Juan Pablo Duarte, el Padre por excelencia de la Patria dominicana.
Emilia Pereyra nos ofrece una visión de una época que se extiende poco más de 22 años y lo hace de manera exitosa, ya que logra adentrarse y adentrar al lector en el difícil teatro de las luchas patrióticas del siglo XIX, usando un lenguaje diáfano y limpio, tallado con elegancia y con el uso de expresiones y giros lingüísticos apropiados al momento en que transcurre la acción.
Fundir historia y ficción: un reto logrado
Escribir una novela con fundamentos históricos parecería un proyecto más sencillo que una narración basada en hechos estrictamente ficticios; pero resulta que en el primero de los casos, el verdadero reto es lograr un relato donde se fundan ficción y realidad, de tal modo que sea difícil –por no decir imposible- distinguir donde termina una y comienza la otra.
En esta novela se hace evidente que su autora llevó a cabo una investigación profunda de los hechos históricos, pero además se percibe el estudio antropológico y social de la comunidad dominicana de la época, y donde pudiera surgir un vacío, la creatividad de la autora fue bastante pródiga. Emilia Pereyra puso su imaginación a trabajar en un anecdotario de lo cotidiano, donde se refleja la interacción de los personajes que participaron en la gesta febrerista, junto a otros ficticios que sirvieron de complemento, a veces en los momentos de acción, o bien como parte de las anécdotas cotidianas, necesarias para perfilar la época.
Es interesante la forma en que la novelista nos presenta los usos, costumbres, creencias, tradiciones, y hasta los ajuares, modas, alimentos y artilugios propios del Santo Domingo del siglo XIX. Pero, igualmente nos sorprende con elementos absolutamente fantásticos, como la narración de la milagrosa cura de una mujer inválida, devota de la Virgen de la Altagracia, que figura en el capítulo 29, titulado ¡Misericordia, Señor, misericordia!
Personajes y paisajes. La ciudad colonial como gran protagonista
Emilia Pereyra ha desarrollado el difícil arte de perfilar los personajes –protagónicos y secundarios- con breves trazos descriptivos, tanto físicos, como psicológicos. En el párrafo final del capítulo 25, (Pág. 142) titulado Jura por la Patria la escritora describe la figura física de Duarte, desde la perspectiva de María Trinidad Sánchez:
“De repente, entre la multitud, ve pasar a un grupo de mozos. Reconoce a Juan Pablo, el apuesto hijo de doña Manuela y don José. Él le hace una venia y le sonríe de manera enigmática, como si compartiera un secreto con ella. De súbito, María Trinidad siente una punzada de curiosidad y expectación ¿Y qué será?, se pregunta al observar al joven, de cabellos claros, elegantísimo”. De Nona, la joven novia de Duarte, Pereyra también se explaya en claros detalles tanto físicos como inherentes a su personalidad.
Pero lo más notable en el aspecto descriptivo, desde mi perspectiva, es la habilidad de pincelar los paisajes con belleza y sencillez, especialmente el paisaje urbano de Santo Domingo. En la pluma de la autora, la ciudad emerge como el marco perfecto de una lucha no sólo heroica y revolucionaria, sino romántica e idealista. Pero además es un marco que tiene vida propia. Santo Domingo es un personaje de singular importancia en esta narración, pletórico de vida. Así, leemos en la página 119 (Cap. 22), lo siguiente:
“La ciudad, a esas horas de la madrugada, permanece sumida en un silencio tan profundo que puede sentirse. Apenas unas pocas lámparas de gas iluminan un par de calles desiertas, y la lluvia, que ha vuelto a caer, ha cargado el ambiente tenebroso” y de inmediato, como parte del ambiente y personajes que se mueven en dicho escenario, Pereyra narra la acción de dos de los trinitarios:
“Juan Pablo (Duarte) y José María (Serra) caminan con cautela, conscientes de que cualquier paso en falso puede ponerlos en peligro. Saben que la misión apenas comienza y que la incertidumbre y el temor los acompañarán”.
Novela histórica y patriotismo. La búsqueda de lo esencial
Emilia Pereyra, quien tiene el aval de numerosas novelas –algunas de ellas ganadoras de importantes premios- enfocadas en temas diversos, es recurrente en el género histórico, de manera particular en la Gesta Febrerista, la que ha sabido rescatar y aquilatar en su justo valor. Parecería que en ella, mujer amable y tranquila, late la llama del patriotismo con innegable pasión.
Si en la novela El Faldón de la Pólvora Pereyra destaca la figura de María Trinidad Sánchez, como símbolo de valor, pureza de ideales y arrojo femenino, en Cuando gemía la Patria el protagonista es mucho más que un personaje. Ciertamente la figura de Duarte es el eje central en torno al cual se anudan los acontecimientos que culminarán con la proclamación de la Independencia.
No obstante, el verdadero sentido de la trama es presentar la cadena de hechos, el tejido humano, social, la efervescencia revolucionaria, la llama que constituye el amor patrio: lo esencial. Y eso es particularmente importante de resaltar en una época en la que el sentimiento patriótico es visto casi como un pecado, o un sentimiento pasado de moda; una época en que el proyecto colectivo de la nación dominicana parece diluirse.
Así, tenemos en esta novela un tapiz humano tan rico que está lleno de contrastes: retrata el amor y el odio, la entrega generosa y el interés egoísta, la lealtad y el valor contrapuestos a la ruindad y la traición. El pueblo dominicano que recibe al libertador Juan Pablo Duarte como un héroe a su regreso del exilio, vuelve a exiliarlo tras componendas espurias de personajes empeñados en imponer sus intereses por encima del bien colectivo. Que esta novela sea publicada en los actuales momentos no es un simple acto de creación que culmina en un hermoso libro. Es mucho más: es reconocer las raíces espirituales que dieron vida a la nación dominicana, en el momento en que se pretende ocultar esas raíces.
Emilia Pereyra ha dado en el clavo. Ella no es sólo una de nuestras más representativas escritoras: se trata de una mujer valiente y tenaz, capaz de articular sus ideas y sentimientos sociales a través de un trabajo de investigación histórica y de creación literaria de muchos años, que nos lleva a reflexionar sobre nuestro pasado y a cuestionarnos nuestro presente, y más aún, a tomar acción en cuanto al futuro.
Y si tenemos alguna duda en cuanto a su visión de los grandes males que nos acogotan como sociedad, sólo debemos interpretar el gran mensaje que constituye esta novela en su conjunto, y especialmente el doloroso final, cuando nos presenta la triste realidad de los dominicanos, incapaces de defender a su gran libertador del destierro. Porque si es triste imaginar a Duarte, abordando la nave que lo llevaría al exilio.
, es más doloroso entender el vacío que supuso y supone la ausencia de los grandes hombres en un país que hoy como entonces coquetea con el naufragio.
Pero dejemos que sea la voz narradora de Emilia Pereyra la que dé por concluida mi intervención, con el magistral párrafo con el que cierra Cuando gemía la Patria:
“La respiración se le quiebra a Juan Pablo (Duarte) en un rocoso suspiro, incapaz de hallar respuestas en el horizonte. Entonces, sella su adiós el sabor salado de sus lágrimas mezclándose con la amargura del destierro, mientras la embarcación, ajena a su indescriptible angustia, lo arranca lentamente de su suelo natal.
Con expresión contrariada, Juan Pablo se dice: «Me voy, pero desde ya mi tierra me espera. Un día volveré, aunque hombres sin juicio ni corazón hayan proscrito a perpetuidad a los fundadores de la República. ¡Qué desgracia, Dios mío! ¡Se impuso la traición!».
*Este texto de Camelia Michel fue leído por Abril Troncoso en el coloquio sobre la novela «Cuando gemía la Patria», celebrado dentro de programa «Mecenazgo Vivo», efectuado por la Dirección General de Mecenazgo el pasado 17 de octubre, 2025.
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