Si bien ya en 1900 se evidencian las primeras manifestaciones del séptimo arte en República Dominicana, gracias a los avances del cinematógrafo de los hermanos Lumière, no es sino hasta 1922 cuando se realiza la primera película dominicana.

Esto fue posible a cargo de Tuto Báez y Juan Alfonseca, quienes realizan La leyenda de la Virgen de la Altagracia, la primera película de ficción dominicana, la cual se estrena al año siguiente, marcando así un hito en la historia cinematográfica del país, según el estudio Antología de largometrajes dominicanos 1963-2019.

Para 1924, el largometraje Las emboscadas de Cupido es exhibido al público, y narra la historia de un par de enamorados que, al no tener el consentimiento del padre de la novia, obliga al novio a realizar una trama para que el padre pueda aceptarlo. 

Los primeros pasos del cine dominicano se detienen en 1930, con el régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo, quien impuso un freno a las manifestaciones artísticas y culturales.

Los directores, fotógrafos y productores se enfrentan a este reto y desarrollan el género documental, siendo los pioneros Adam Sanchez Reyes, Salvador Arquímedes Sturla y Tuto Báez, quienes filman la llegada del aviador Charles Lindbergh (1928); los destrozos del ciclón San Zenón (1930) y la primera toma de posesión de Rafael Leónidas Trujillo y Estrella Ureña en el parque Colón (1930).

“El documental continuó desarrollándose apuntando a crónicas de exaltación al tirano y sus familiares, así como noticieros dirigidos a afianzar su poder dentro de un marco de absoluta vigilancia hacia los intereses particulares de la familia”, cita el informe realizado por la Dirección General de Cine (DGCine).

Tras la caída del régimen en 1961, el país volvió a presenciar el desarrollo de nuevas ideas, iniciando con el estreno de La silla, de Franklin Domínguez, Camilo Carrau y Clark Johnson. El largometraje se estrenó en 1963 en el teatro Elite, “convirtiéndose en la primera producción dominicana que se realiza después de la caída del régimen dictatorial”.

Sin embargo, es en 1986 cuando Agliberto Meléndez, apuesta por el rodaje de dominicanos que realizan viajes ilegales persiguiendo un sueño. El director fallecido tomó de inspiración a los dominicanos que fallecieron asfixiados dentro del contenedor del barco Regina Express (1980).

La entidad cultural destaca que se tituló Un pasaje de ida, estrenada el 25 de febrero de 1988, con el trabajo de cámara de Peyi Guzmán.

En 1995, Ángel Muñiz realiza su ópera prima Nueba Yol: por fin llegó Balbuena, un filme que “marca” un precedente debido a su estrategia publicitaria en todos los medios de comunicación.

En este mismo año, su homólogo Alfonso Rodríguez, ofreció la historia Tráfico de niños, un drama sobre las bandas que se dedican al tráfico de menores en los hospitales públicos del país y la valentía de un equipo de periodistas para descubrir esta red de traficantes.

Dos años más tarde, Muñiz se arriesga con Nueba Yol III: bajo la nueva ley (1997), mientras que Radel Villalona se embarca en Para vivir o morir, recuerda la DGCine que se convirtió en uno de los “fracasos más decepcionantes del cine dominicano”.

No obstante, sus productores hacen una nueva inversión un año más tarde realizando cambios en su final (1998) como Jugada final, “un título que marca precisamente el final a lo que pudo ser un paso de avance para atraer a inversionistas privados hacia el apoyo del cine dominicano”. Tras su fracaso comercial, se le otorga el nuevo título de Basta ya (2003).

En 1997, Pericles Mejía (Cuatro hombres y un ataúd) logra el tiempo, inversión y visión para “mostrar un producto cuando el sabor amargo todavía estaba en el gusto del público de la experiencia citada”.

En 1998 recibió una producción de la diáspora en Estados Unidos, Buscando un sueño, de Joseph Medina, Jaime Piña y David Castillo. Ese mismo año, Jorge Lendeborg Víctimas del poder; y en 2000, El círculo vicioso, autoría de Nelson Peña. 

Se inicia el año cero en 2003, donde la cinematografía dominicana establece una constante en la producción y exhibición de cine de ficción y documental en el país.

En 2011 se promulga la Ley de Cine 108-10 y se crean incentivos para impulsar la producción nacional y atraer inversión extranjera para posicionar a República Dominicana como un escenario de películas.

EN ESTA NOTA

Karla Alcántara

Periodista. Abanderada por los viajes, postres y animales. Ha escrito sobre economía, turismo y cine. Ha cursado diplomados sobre periodismo económico impartido por el Banco Central, periodismo de investigación por el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, finanzas por el Ministerio de Hacienda y turismo gastronómico por la Organización Internacional Italo-Dominicano.

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