James Cameron habla de Avatar: Fuego y Ceniza con la serenidad de quien ha planificado esta historia durante décadas. En una rueda de prensa virtual convocada por 20th Century Studios para periodistas y analistas cinematográficos, el director reflexionó sobre cómo la saga ha ido creciendo de manera orgánica desde su primera entrega.
“Creo que llevamos mucho tiempo sentando las bases para esta historia”, expresó. “En la primera película creamos un mundo y una historia de amor relativamente sencilla, porque nuestra mirada estaba puesta en todo lo que nos rodeaba: las criaturas, el entorno, lo desconocido. Era algo completamente nuevo. Nadie había visto nada parecido antes. Yo mismo nunca había hecho nada así.”
“En la segunda película te llevamos a distintas regiones de Pandora y empezamos a complejizar la trama, a introducir nuevos pueblos, como los tulkun y el clan del arrecife. Ahí ya estábamos preparando el terreno.”
Con Avatar: Fuego y Ceniza, Cameron aseguró que la saga entra en una nueva etapa.
“Damos un paso más en complejidad al introducir al Pueblo de las Cenizas”, explicó. “No son un clan pacífico. Son Na’vi que están dispuestos a usar la violencia, incluso contra otros clanes, si eso les permite alcanzar sus objetivos.”
Pero el conflicto no es solo externo. Cameron subrayó que esta tercera entrega se apoya en una herida emocional profunda. “Después del suceso trágico de la segunda película (la muerte del hijo mayor) sentí que era absolutamente necesario darle un peso emocional muy fuerte a esta historia”, comentó. “La película es visualmente fantástica, casi fantasmagórica, pero necesitaba estar anclada en reacciones humanas reales: el trauma, la pérdida, el dolor.”
Neytiri: la oscuridad como respuesta al dolor
Uno de los arcos más complejos de Fuego y Ceniza es el de Neytiri (interpretado por Zoé Saldaña). Cameron no esquivó el tema y habló con franqueza sobre la transformación del personaje. “Neytiri se vuelve muy oscura”, admitió. “Empieza a vivir desde el odio, y eso la convierte en una especie de racista. Tiene que enfrentarse a eso y aprender a ver a las personas por sus valores, por el bien que hay en ellas, independientemente de su origen o incluso de su especie.”
El director reflexionó sobre el contraste generacional que atraviesa la historia.
“Ella no puede aceptarlo, porque está sumida en esa oscuridad. Pero Spider sí es aceptado por la siguiente generación, por los niños. Y eso es algo muy real: muchas veces el odio no desaparece, pero se detiene en la siguiente generación… o al menos tiene que ser aprendido.”
La captura de movimiento: un trabajo invisible
Cameron también aprovechó la conversación para defender uno de los aspectos más subestimados de la saga: la actuación en captura de movimiento. “Si no fuera por nada más”, afirmó, “estas películas deberían servir para demostrar que el trabajo que hacemos en ese volumen es uno de los mejores trabajos que estos actores han hecho en sus carreras.”
Mencionó con énfasis a Kate Winslet (Ronal), Zoe Saldaña (Neytiri) y Sigourney Weaver (Kiri). “Estamos hablando de ganadoras y nominadas al Óscar. Y ellas mismas te dirán que este es uno de los trabajos más exigentes y completos que han hecho. Pero muchas veces se pasa por alto.”
Pandora como ecosistema vivo
Al hablar del mundo de Pandora, Cameron explicó que nada se deja al azar.
“Intentamos crear un ecosistema coherente. Nos inspiramos muchísimo en los sistemas biológicos de nuestro propio planeta, que son increíblemente ricos y diversos.”
Detalló que incluso los elementos más fantásticos responden a reglas naturales.
“Hay leyes que probablemente se aplicarían a cualquier ecosistema alienígena: animales que viven en manadas, herbívoros, depredadores alfa. Estudiamos la biomecánica de la naturaleza, cómo evolucionan las especies, tanto en tierra como en el océano.”
Cameron fue claro al definir el género de la película. “Estas películas no son ciencia ficción dura”, precisó. “Son más bien una fantasía alegórica.”
Y explicó por qué Pandora está tan lejos de la Tierra. “La ambientamos en otro planeta para poder hablar de los problemas que tenemos aquí: el odio, la desconfianza, la falta de empatía. Vivimos en un mundo que se hunde cada vez más en la violencia y el aislamiento, y eso atraviesa directamente esta historia.”
Familia, pertenencia y adopción
Otro de los ejes emocionales de Fuego y Ceniza es la idea de familia. Cameron destacó que no todas las familias se forman de la misma manera.
“Hay personas que tienen que buscar o construir su propia familia, y eso está bien”, expresó. “Tienes a Kiri, una hija adoptiva, y tienes a Spider (Jack Champion), un niño humano que no pertenece ni siquiera a la misma especie, pero que anhela ser parte de esa familia.”
Para el director, la película habla del deseo universal de pertenecer. “De la necesidad de amor, de aceptación, de un hogar.”
El costo de soñar en grande
Cameron no evitó el tema financiero y habló con absoluta honestidad. “Las películas de Avatar cuestan muchísimo dinero. No lo escondo.”
Explicó que gran parte del presupuesto se destina a la postproducción. “El trabajo con los actores es relativamente barato en comparación. Por eso no rodamos como una película tradicional. Cada día de producción es extremadamente caro.”
Incluso bromeó sobre el riesgo del modelo. “Desde un punto de vista financiero, es el modelo de negocio más estúpido de la historia. La película tiene que ser una de las más taquilleras de todos los tiempos antes incluso de existir.”
Cameron defendió el impacto industrial de esta producción. “Esta película tiene 3,800 nombres en los créditos. Son 3,800 empleos.” Y concluyó con una reflexión sobre la tecnología: “La producción impulsa la innovación. Cuando tienes una fecha límite y un objetivo creativo, el dinero fluye, la tecnología avanza, y todos nos beneficiamos de ese círculo virtuoso”.
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