Haití, Cuba y República Dominicana, además de compartir su ubicación en el Caribe, han desarrollado expresiones artísticas que han influido en su música, danza y gastronomía. Sus economías también están interconectadas a través del comercio regional y la cooperación en diversas áreas, incluyendo el turismo en años anteriores y, más recientemente, el cine.

Producciones como Perejil (2022) destacan las vivencias de la comunidad dominico-haitiana. Por ejemplo, la película dirigida por José María Cabral narra que una mujer embarazada y haitiana intenta escapar de la masacre de los haitianos en 1937, conocida popularmente como la Masacre del Perejil.

Otro caso fue Jean Gentil (2010), de Laura Amelia Guzmán, quien retrató cómo el haitiano busca un trabajo como maestro de francés, pero solo encuentra en los sectores de construcción y agricultura, mientras lucha por rehacer su vida en República Dominicana tras un terremoto.

El Sistema de información y Registro Cinematográfico (Sirecine) registró 216 actores extranjeros durante el 2023, de los cuales, Haití aportó 12 y seis indicaron nacionalidad cubana, para el 8.3 % del total.

Con la Ley de Cine 108-10, Quisqueya se posiciona como un destino fílmico gracias a los incentivos fiscales como el crédito fiscal del 25 % para las producciones extranjeras y deducir de hasta el 100 % del valor invertido en impuesto sobre la renta (ISR) de las dominicanas.

Además, permite que sean importadas las producciones oriundas de Haití o de Cuba, proyectarse en la pantalla grande o ser partícipes de festivales cinematográficos en las naciones.

Un ejemplo de esto es Kidnapping INC (2025), dirigida por Bruno Mourral, la cual se proyectó en el Festival de Cine Global de Santo Domingo en la categoría de Miradas hispanas. La producción costó US$ 2.5 millones, “el más alto en la historia del cine haitiano”.

La historia sigue a Doc y Zoe, dos secuestradores que asesinaron al hijo de un influyente candidato presidencial en Haití, lo que desencadena series de eventos caóticos. Los protagonistas están interpretados por Jasmuel Andri y Rolaphton Mercure, respectivamente. Esta película destaca el cine haitiano en República Dominicana.

No es la primera vez que Haití participa en festivales dominicanos. En 2022, por ejemplo, el largometraje Freda fue galardonado en la categoría Ópera prima de ficción. Fue dirigida por Géssica Généus.

Además, audiovisuales como Aytí mon amour, de Guetty Felin, cruzaron fronteras caribeñas. Asimismo, la coproducción cubana, brasileño y haitiana Anba dlo, con dirección de Caldeira, llegó al Festival de Cine de Berlín.

Ante esto, el actor cubano Orestes Amador, afirmó que en las películas caribeñas que van a festivales internacionales permiten visualizar actores dominicanos e isleños, con nuevas historias, estética y problemáticas sociales.

Sostuvo que el Caribe tiene la ventaja de ser atractiva de manera cinematográfica, debido a la versatilidad de historias dramáticas, de comedia o tróficas.

“Nosotros hasta nos burlamos de nuestras propias tragedias y esa sonoridad que tenemos en nuestra gesticulación es atractivo hasta en los festivales”.

De hecho, destacó que la negritud está presente tanto en el Caribe como en industrias como Hollywood y cine europeo. Para Amador, el mundo se ha convertido cosmopolita y se evidencian personajes negros, chinos y rusos en películas y series anglosajonas y occidentales.

Especificó que Perejil (2022) y otros largometrajes han ganado premios y sus actores han sido galardonados internacionalmente, además de personajes de marginalidad, como en Rafaela (2021).

Un país que hace cine sin ley

Largometrajes como Rápido y Furioso, El Padrino y Lumumba, han sido filmadas en estas naciones. No obstante, sólo Cuba y República Dominicana cuentan con una legislación cultural para potencializar la industria cinematográfica y atraer capital extranjero hasta 2025. Haití aún carece de una ley de cine.

El actor Jean Jean explicó que el Caribe necesita organizarse para generar estrategias alternativas de distribución y exhibición de “nuestras películas”. Consideró que estas naciones están aprendiendo cómo hacer las películas, ahora falta que circulen.

“Claro está, lo primero es fomentar una ley de cine en aquellos países del Caribe que no exista”, aclaró.

Este arte llegó en la década de 1890, cuando Joseph Filippi realizó la primera proyección cinematográfica en la República de Haití. El cine Triomphe fue el primer cine establecido en Puerto Príncipe. En este país, las entradas costaban 100 gourdes por persona. 

Para el actor Jean Jean, en la medida que una nación “hace más cine”, mejora su gente y la percepción. “En la medida en que un país mejora su cine en esa justa medida será observada su estabilidad política y crecimiento económico, una cosa lleva a la otra”, reflexionó.

Para Jean, los conflictos políticos también pueden contribuir al avance del cine de un país, siempre que sus cineastas tengan acceso a contar sus historias y que tengan una repercusión nacional e internacional.

Agregó que cuando el pueblo haitiano conforme el nuevo Gobierno, una de las industrias que podría impactar en su economía sería el cine y la tecnología, “porque cuentan con grandes directores, títulos trascendentales y ellos han realizado sus películas fuera del país (Haití)”.

Explicó que con una futura ley de cine, “estos realizadores regresarán a filmar en Haití, generando una sinergia que contagiará a los nóveles cineastas, que sin tener una industria están dando la cara por su país con títulos que representan su pasión, amor y resiliencia de la juventud haitiana”.

Nuevas reformas en la ley cubana

En el caso del cine de Cuba, tiene su primer largometraje en 1913, pero es en marzo de 1959 se promulgó la Ley 169, que estableció el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Esta tenía como objetivo organizar, desarrollar y promover la industria cinematográfica en producción, distribución y exhibición.

En 2019, se aprobó el Decreto 373, conocido como la “nueva ley de cine”. Este decreto reconoce y ampara los derechos de los creadores audiovisuales y cinematográficos independientes, estableciendo un sistema tributario y un “Registro del creador”.

Asimismo, el Fondo de Fomento es independiente de los presupuestos con los que cuenta el ICAIC para desarrollar la producción. Su fuente de ingresos principal será el presupuesto del Estado, y su gestión implica la entrega de financiamiento directamente a los artistas para realizar su obra.

Sin embargo, destaca que el rodaje se realice mínimo el 60 % en territorio cubano, que participe al menos un productor cubano y el capital invertido por el mínimo sea mayor del 20 %.

Orestes Amador explicó que pese a que Cuba cuenta con el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y República Dominicana con la Dirección General de Cine, las naciones aún siguen con el desafío de conseguir apoyo económico.

“Hay mucha gente que tiene que pactar con productores del extranjero, y flexibilizar en algún momento su estética, porque ellos están dando el dinero. Por ejemplo, aquí es muy difícil para muchos realizadores poder llevar adelante sus proyectos porque hay problemas de encontrar un apoyo y a veces el apoyo es muy pequeño para las exigencias de la realización”, expresó.

A pesar de los desafíos socioeconómicos y legislativos que enfrenta la industria cinematográfica en el Caribe, la producción audiovisual sigue creciendo y consolidándose como un medio clave para la representación cultural y la proyección internacional de estas naciones. 

La colaboración entre Haití, Cuba y República Dominicana, además de su participación en festivales nacionales e internacionales, ha permitido que sus historias trasciendan fronteras, dando visibilidad a sus actores y directores.