Un sándwich a medio comer.
Esa fue una de las pistas que llevaron al detective belga Patrick Peys a resolver el robo de US$100 millones en diamantes de una cámara acorazada en Amberes en 2003.
En su momento fue calificado como el "robo del siglo".
Peys fue uno de los principales agentes de la primera Brigada Diamante del mundo, y este fue sin duda el caso más desconcertante de su carrera.
El misterio lo desentrañó con la ayuda de un palo de escoba, una comadreja y un poco de salami.
El día del robo
Febrero de 2003, Bélgica.
En la parte flamenca del país, en Amberes, Venus Williams está en la ciudad, en la final de un torneo llamado los Juegos del Diamante.
Hay mucha seguridad. La presencia policial es elevada. Pero al otro lado de la ciudad se está llevando a cabo el robo de diamantes más audaz de la historia.
Nadie vio a los ladrones.
Nadie supo cómo entraron ni cómo salieron.
Nada.
Era el crimen perfecto, pero se vería frustrado por una huida no tan perfecta.
El barrio de diamantes de Amberes no es grande, pero sus tres pequeñas calles reflejan la diversidad de comerciantes que hay.
Tiene más de 60 cámaras de videovigilancia, y ya era así en 2003.
Con toda esa riqueza, la seguridad en esas calles es colosal.
Dentro de los aburridos y monótonos edificios tampoco falta protección. Peys señala el que posiblemente sea el edificio más importante de esta calle: el Centro Mundial de Diamantes, donde se han producido algunos de los negocios más lucrativos del mundo.
Y en 2003, su sótano albergaba filas y filas de cajas de seguridad con cantidades inimaginables de diamantes.
189 de ellas estaban en una bóveda de máxima seguridad.
La puerta de esa cámara acorazada, de 30 centímetros de grosor, no se puede abrir sin la llave y un código de seguridad, explica el detective.
"Si abres la puerta, también hay un sistema magnético que tiene una alarma. Y en la cámara acorazada tienes todo tipo de seguridad", describe.
Hay detectores de calor, de movimiento, de sonido, de luz. Incluso detectores de alarmas sísmicas. Cualquiera que usara un taladro activaría una alarma de inmediato.
En la mañana del lunes 17 de febrero de 2003, Peys recibió una llamada de la policía local. Una caja fuerte en el Centro de Diamantes había sido abierta.
Esa puerta supuestamente impenetrable estaba abierta de par en par.
"Dentro había diamantes en el suelo, joyas, oro, dinero", recuerda Peys.
Más de cien cajas fuertes habían sido vaciadas.
"Había todo tipo de diamantes tirados en el suelo, entre los que había unos diminutos diamantes verdes".
Otra cosa que el detective notó en la bóveda fue la colección de herramientas que pertenecía a los ladrones.
"El hecho de que no se llevaran su material personal significaba que el botín debía de ser enorme. Me imagino que si tienes que elegir entre un lingote de oro de un kilo y un taladro, eliges el lingote de oro".
Mientras caminaba entre los diamantes y pasaba por delante de las puertas abiertas de la caja fuerte, una pregunta daba vueltas y vueltas en la cabeza de Peys. Con uno de los sistemas de seguridad más sofisticados del mundo, ¿cómo era posible que no se hubiera disparado ni una sola alarma?
"Mi colega telefoneó a la empresa de seguridad y le dijeron: 'Señor, desde aquí podemos ver que la cámara acorazada sigue cerrada y no pasa nada'. A lo que él contestó: 'Ahora mismo estoy dentro de la cámara acorazada’".
"Era el mayor robo de diamantes jamás ocurrido. Y sabíamos que estábamos tratando con los adversarios más competentes que puedas encontrar".
El atraco se hizo sin melodramas, sin tiroteos, sin chirridos de neumáticos ni sangre.
Cuando la historia saltó a las noticias, se lo llamó el "robo del siglo".
"Ocurrió delante de nuestras narices. Nos quedamos un poco atónitos", dice Peys.
Uno de sus colegas recuerda a esas personas, las víctimas del robo, llorando, incluso desmayándose ante la noticia.
Tenían cajas fuertes individuales dentro de la cámara acorazada, y la comunidad internacional de comerciantes de diamantes de Amberes se había visto muy afectada, ya fueran flamencos, indios, armenios, italianos o judíos.
En el Centro de Diamantes había 24 cámaras repartidas por el edificio y, desde luego, en la cámara acorazada.
Los sospechosos eran tan listos que no solo robaron el contenido de las cámaras acorazadas, sino también las grabaciones de video de esa noche.
Cada vez estaba más claro que se trataba de un tipo de delincuentes poco común.
"Sorprendió que algunos de los sistemas de seguridad estuvieran desarmados de una forma casi infantil. Nadie sabía que eso era posible".
"Por poner un ejemplo, ¿cómo puedes desactivar un detector de calor? Los tipos compraron un palo de escoba, y en ese palo de escoba pusieron espuma de poliestireno o algo así, lo colocaron delante del detector y así no podía detectar el calor".
Los detectives estaban perdidos.
No tenían pistas, ni cámaras de seguridad… nada sobre lo que trabajar. Pero entonces apareció una llamada telefónica. Era de un hombre llamado August Van Kamp.
Era un jubilado que tenía la costumbre de llamar a la policía para quejarse de la basura.
Van Kamp tenía comadrejas de mascota y las llevaba a hacer ejercicio a un bosque cercano.
Pero este bosque estaba junto a una autopista, y se convirtió en un vertedero donde los que pasaban por allí tiraban la basura.
A Van Kamp, y presumiblemente a sus comadrejas, no les gustaba eso.
"Van Kamp estaba realmente molesto. Por eso comprobaba a diario quién había dejado qué clase de basura".
Cuando salió aquel día de febrero, vio que habían vuelto a hacer de las suyas, aunque esta vez con un aspecto diferente.
"Él mismo vio inmediatamente que no era basura normal. Había documentos rotos, incluso trozos de billetes", relata.
Y entre esa basura aparecieron pequeños diamantes verdes. Van Kamp llamó a la policía y esta vez fueron corriendo a recoger la basura. De vuelta a la comisaría, los colegas de Peys pasaron horas revisándola.
Dentro de la bolsa de basura había una especie de documento y tenía un nombre: Leonardo Notarbartolo.
A primera vista, no era más que un negociante de diamantes italiano con una oficina en el Centro de Diamantes y una caja fuerte en las cámaras acorazadas.
Cuando Peys empezó a investigar, se dio cuenta de que la caja fuerte de Notarbartolo era una de las pocas que no habían forzado, así que decidió hablar con él.
Pero Leonardo Notarbartolo no aparecía por ninguna parte.
Fue tras hacer averiguaciones en Italia cuando empezaron a surgir detalles sobre el turbio pasado de este traficante de diamantes italiano. Su largo historial delictivo, por ejemplo.
Registraron la oficina de Notarbartolo y no había nada. "Estaba completamente vacía. Había una silla y una mesa de despacho, pero la empresa no estaba operativa".
Así que volvieron a su montón de basura para ver qué otras pistas escondía.
"En los restos de lo que fue recuperado en el bosque también había algunas cintas de video vacías. Esperábamos que si tienes una cinta de video vacía, las cintas reales habrían quedado en otro sitio".
"Y teníamos un equipo de policías caminando de Amberes a Bruselas para recuperar todas las cintas de video que encontraran junto a la autopista".
"Encontraron muchas, las enviamos a un laboratorio especializado, y cuando miramos con un gran equipo esas cintas de video, que realmente esperábamos ver mucho, era porno".
Diminutos diamantes verdes
Después de una semana de trabajo muy intenso y duro, Peys se fue a su casa por primera vez en cinco días.
"Habíamos quedado con unos amigos el viernes por la noche para ir a cenar juntos, y yo estaba de camino cuando recibí la llamada de que Notarbartolo había aparecido en el edificio", cuenta el detective.
El edificio era el Centro de Diamantes.
Notarbartolo, uno de los principales sospechosos del caso, había vuelto caminando despreocupadamente a la escena del crimen. Llamaron desesperadamente a la policía y fue detenido en el acto.
Los compañeros de Peys no habían podido encontrarle una dirección durante su investigación, y cuando los agentes preguntaron a Notarbartolo dónde vivía, se mostró cauteloso y dio excusas.
Aunque llevaba tres años viviendo allí, al parecer no recordaba la dirección exacta.
Pero después de un tiempo, tuvo que decir la verdad.
En la casa de Notarbartolo, la policía obtuvo un gran avance: una pista en forma de alfombra enrollada.
"Y en la alfombra enrollada había diamantes verdes extremadamente pequeños".
Eran iguales a los que habían encontrado en el bosque.
Los mismos diamantes verdes que se pegaron al zapato de Peys en la cámara acorazada.
Ya en la comisaría, el detective se sentó para su primera entrevista con Notarbartolo.
"Actuó muy tranquilo, un poco como el perfecto suegro. Un caballero distinguido, muy educado".
Pero cuando le dijo de lo que era sospechoso, Notarbartolo cambio de rumbo.
Su respuesta fue bastante clara. Dijo que ya no quería responder a ninguna pregunta.
"Y entonces se acaba para nosotros, porque legalmente se le permite adoptar ese tipo de postura, y nosotros estamos obligados a seguir su deseo".
"Recuerdo que en un momento dado le dije: 'Mira, ¿te das cuenta de que las víctimas saben quién eres, dónde vives? ¿No temes que una de las víctimas, porque estamos hablando de grandes pérdidas, esté intentando resolverlo por su cuenta y esté enviando a alguien hacia tu familia para amenazarla?’"
Notarbartolo ni siquiera pestañeó.
"En ese momento, supe que no había nada posible para persuadirle de que cooperara".
La Escuela de Turín
En la bolsa de basura había otra prueba crucial que era un bocadillo de salami a medio comer y el recibo de una gran tienda de comestibles cercana al barrio de diamantes.
Esta pista condujo a Peys a la tienda, donde por fin había una cámara de seguridad que mostró que quien había comprado ese salami era un hombre llamado Ferdinando Finotto.
Ese era un nombre familiar para el agente, ya que había estado relacionado con otro robo.
Peys volvió a reunirse con Notarbartolo.
"Voy a enseñarle la foto que tengo de ese tal… Finotto".
Arrojó la foto sobre la mesa, pero Notarbartolo no reaccionó en absoluto.
A pesar de que Notarbartolo no colaboraba, el equipo de Peys pudo utilizar las pistas que habían descubierto para acorralar a sus compañeros en el robo.
Y cuanto más empezaba a averiguar sobre sus cómplices, descubría que todos formaban parte de un grupo llamado Escuela de Turín.
"Nunca habíamos oído hablar de una escuela para criminales que realmente se salga con la suya. Pero es una especie de grupo de delincuentes que están todos individualmente especializados en determinadas técnicas", señala el detective.
Con todas las pruebas circunstanciales, las bolsas de basura, los restos en la cámara acorazada y las imágenes de videovigilancia de la tienda de comestibles, empezó a perfilarse una imagen sobre cómo los cómplices de la Escuela de Turín habían llevado a cabo el atraco.
Sus nombres parecen sacados de un thriller policial: el Genio, el Monstruo, el Veloz y el Rey de Llaves.
El Genio era el experto en alarmas.
Su ADN se encontró en una de las herramientas dejadas dentro de la cámara acorazada.
El apodo del Monstruo le viene de su reputación de ser monstruosamente bueno en todo y un poco asustadizo. Era hábil forzando cerraduras.
También tenía debilidad por los bocadillos de salami. Su verdadero nombre era Ferdinando Finotto, y fue el hombre al que grabaron las cámaras de seguridad y las pruebas mostraron su ADN por todo el antipasti.
El siguiente era el Veloz. Amigo de la infancia de Notarbartolo, se cree que fue el encargado de deshacerse de la basura que se encontró cerca del bosque de la autopista.
Tanto él como los demás ladrones fueron localizados a través de registros de teléfonos celulares y sus chips o tarjetas SIM.
Por último, el hombre al que llamaban el Rey de Llaves era un falsificador que al parecer recreó la llave de un palmo de longitud necesaria para abrir la puerta de la cámara acorazada.
De los cuatro, él fue el único que nunca fue capturado.
Todos ellos eran expertos delincuentes. Y a la cabeza de la Escuela de Turín estaba Notarbartolo.
"Posteriormente se demostró que Notarbartolo, en los tres años que estuvo en Amberes, nunca compró ni vendió diamantes. Simplemente estaba allí para hacer lo que llamamos un reconocimiento".
El equipo de Peys necesitaba más pruebas contra Notarbartolo. Así que, aunque no tenían la grabación del crimen en sí, sí tenían las cintas de los momentos previos al crimen y, tras revisar horas de grabación, reconocieron a un hombre.
"Vimos que los días antes del robo, Notarbartolo estaba haciendo su último reconocimiento. Por ejemplo, vimos que llevaba una bolsa negra bajo el brazo, y dijimos, '¿qué hace con la bolsa?’"
"Lo vimos en la cinta señalando hacia la seguridad. Y cuando recuperamos la bolsa en su apartamento, esa bolsa negra contenía una cámara de video".
Notarbartolo estaba grabando todo lo que ocurría.
La filmación encubierta le permitió descifrar el código de seguridad.
Pero la puerta funcionaba con imanes. Si la puerta se abría, se separaban dos placas magnéticas y sonaba la alarma.
Los ladrones lo evitaron utilizando cinta adhesiva y desatornillando los pernos que unen los imanes a la puerta, lo que les permitió mover los imanes sin tener que desmontarlos y abrir la cámara acorazada silenciosamente.
Es posible que la policía nunca llegue a conocer muchas de sus otras técnicas. Como la forma en que los ladrones entraron en la fortaleza del Centro de Diamantes en primer lugar.
Lo que sí consiguió la policía fue reunir suficientes pruebas sobre lo que hicieron los ladrones y, en mayo de 2015, el caso llegó a juicio.
El Genio, el Monstruo y el Veloz fueron condenados a cinco años de cárcel. Notarbartolo, como era el cabecilla, fue condenado a 10 años.
En total había unos diez miembros de la banda, pero solo pudieron identificar a cuatro.
Las víctimas del atraco no volvieron a ver sus diamantes.
Notarbartolo y sus cómplices se dirigieron a Italia, y se cree que se llevaron consigo el botín.
"No me sorprendería que algunos de estos diamantes regresaran a Amberes. Es bastante fácil devolver diamantes robados al circuito legal", piensa el detective.
Patrick Peys se retiró de la Brigada Diamante en 2017 y, sin la presión de resolver delitos multimillonarios relacionados con piedras preciosas, ahora hace más vida social con su familia.
Leonardo Notarbartolo fue puesto en libertad condicional anticipada.
A continuación, incumplió las condiciones de la libertad condicional al subirse a un avión y volar a California para hablar con un gran productor de Hollywood sobre un acuerdo para rodar una película sobre el atraco.
Hasta ahora no ha habido película y él está de vuelta en Italia. Pero la fascinación por el misterio de estos diamantes de valor incalculable continúa.
Este artículo está basado en un episodio del programa radial Outlook, del Servicio Mundial de la BBC. Puedes escucharlo en inglés en BBC Sounds.
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