Cuando Anna planeaba su primer viaje a Xinjiang en 2015, sus amigos estaban perplejos.
"No entendían por qué quería visitar un lugar que por aquel entonces se consideraba una de las zonas más peligrosas de China", recuerda.
Una de sus amigas canceló el viaje y dejó de responderle en WeChat, cuenta la joven china de 35 años, que prefirió no revelar su nombre real.
"Dijo que sus padres le prohibían acercarse a Xinjiang y que no quería saber nada más del tema", continúa.
Anna fue de todas formas y regresó nuevamente en junio de este año. Pero había cambiado, relata.
"Xinjiang era tan bonito como lo recordaba, pero ahora hay demasiados turistas, sobre todo en las principales atracciones", dice.
Durante años, Xinjiang vivió bajo el dominio de Pekín, con episodios de violencia que ahuyentaron a muchos turistas chinos.
Posteriormente, se hizo tristemente célebre por algunas de las peores acusaciones de autoritarismo chino, desde la detención de más de un millón de musulmanes uigures en los llamados "campos de reeducación" hasta las denuncias de crímenes de lesa humanidad por parte de Naciones Unidas.
China niega las acusaciones, pero la región permanece prácticamente aislada de los medios de comunicación y observadores internacionales, mientras que los uigures en el exilio siguen relatando historias de familiares aterrorizados o desaparecidos.
Sin embargo, en los últimos años, Xinjiang se ha convertido en un destino turístico, tanto dentro de China como, cada vez más, fuera del país.
"Nueva Zelanda, Suiza y Mongolia en un solo lugar"
Pekín ha invertido miles de millones de dólares en el desarrollo de infraestructuras, la producción de series de televisión ambientadas en sus singulares paisajes y, ocasionalmente, ha recibido a medios extranjeros en visitas cuidadosamente organizadas.
Ha ido transformando la controvertida región en un paraíso turístico, promocionando no solo su belleza, sino también las experiencias "étnicas" locales – las mismas que, según las organizaciones de derechos humanos, intenta borrar.
La región de Xinjiang, que se extiende por el noroeste de China, limita con ocho países.
Está ubicada a lo largo de la Ruta de la Seda, que impulsó el comercio entre Oriente y Occidente durante siglos, y algunas de sus ciudades rebosan historia.
También alberga montañas remotas y escarpadas, majestuosos cañones, exuberantes praderas y lagos prístinos.
"Los paisajes superaron con creces mis expectativas", asegura el singapurense Sun Shengyao, quien la visitó en mayo de 2024 y la describe como "Nueva Zelanda, Suiza y Mongolia en un solo lugar".
A diferencia de la mayor parte de China, donde la mayoría de la población pertenece a la etnia han, Xinjiang está habitada principalmente por musulmanes de habla túrquica, siendo los uigures el grupo étnico más numeroso.
Las tensiones se intensificaron durante las décadas de 1990 y 2000, cuando las denuncias de marginación de los uigures por parte de los chinos han alimentaron el sentimiento separatista y motivaron ataques mortales, lo que intensificó la represión de Pekín.
Bajo el mandato de Xi Jinping, el Partido Comunista Chino acrecentó el control como nunca antes, lo que ha generado acusaciones de asimilación forzada de los uigures a la cultura han.
Durante una visita en septiembre, Xi elogió el desarrollo "trascendental" de la región y abogó por la "sinización de la religión": la transformación de las creencias para que reflejen la cultura y la sociedad chinas.
Crecimiento del turismo
Mientras tanto, la inversión ha fluido hacia Xinjiang.
Unos 200 hoteles internacionales, incluyendo cadenas tan prestigiosas como Hilton y Marriott, ya operan o planean abrir allí.
En 2024, la región recibió a unos 300 millones de visitantes, más del doble que en 2018, según las autoridades chinas.
Los ingresos turísticos de Xinjiang crecieron alrededor de un 40% durante este período, alcanzando los 360.000 millones de yuanes (US$51.000 millones).
En la primera mitad de este año, unos 130 millones de turistas visitaron la región, generando ingresos por aproximadamente 143 mil millones de yuanes (US$20.000 millones).
Y aunque el turismo extranjero ha ido en aumento, la gran mayoría de los visitantes son nacionales.
Pekín se ha fijado un objetivo ambicioso: más de 400 millones de visitantes al año e ingresos turísticos de 1 billón de yuanes (US$142.000 millones) para 2030.
Lo que no se ve de Xinjiang
Algunas personas aún tienen miedo de ir.
Sun comenta que le costó reunir a sus amigos para un viaje en mayo de 2024, ya que muchos consideraban Xinjiang un lugar inseguro.
Él mismo, de 23 años, sintió nerviosismo, pero eso desapareció conforme avanzaba el viaje.
Comenzaron su recorrido en las bulliciosas calles de Urumqi, la capital regional.
Luego pasaron ocho días viajando por carretera con un conductor chino, atravesando montañas y exuberantes estepas, lo que dejó a Sun maravillado.
Es común que los conductores y guías turísticos en Xinjiang sean de etnia han, que actualmente representa alrededor del 40% de la población de la región.
El grupo de Sun no interactuó mucho con los uigures locales, pero los pocos con quienes lograron entablar conversación fueron "muy acogedores", afirma.
Desde su regreso, Sun se ha convertido en una especie de defensor de Xinjiang, que, según él, ha sido "malinterpretada" como un lugar peligroso y tenso.
"Si logro inspirar a tan solo una persona a aprender más sobre la provincia, habré contribuido a reducir un poco el estigma", dice.
Para él, los impresionantes paisajes que disfrutó como turista parecen estar muy alejados de las inquietantes acusaciones que pusieron a Xinjiang en los titulares internacionales.
Lo único que vio fueron evidencias de que Xinjiang sigue estando bajo una estricta vigilancia, con controles policiales y cámaras de seguridad como algo habitual, y la obligación de que los extranjeros se alojen en hoteles designados.
Pero a Sun no le preocupó eso: "Hay una fuerte presencia policial, pero eso no significa que sea un gran problema".
No todos los turistas están convencidos de que lo que ven sea el "verdadero" Xinjiang.
La singapurense Thenmoli Silvadorie, que visitó la provincia con amigos en mayo durante 10 días, comenta: "Tenía mucha curiosidad por la cultura uigur y quería ver lo diferentes que podrían ser las cosas allí. Pero nos decepcionó bastante".
Ella y sus amigas llevaban hiyab y, según cuenta, algunos vendedores de comida uigures se les acercaron diciendo que las envidiaban porque "podían llevar hiyab libremente", pero señala que no podían tener conversaciones profundas con ellos.
Tampoco les permitieron visitar la mayoría de las mezquitas locales.
La cultura uigur
Aun así, el atractivo para los visitantes extranjeros es fuerte.
China en sí es un destino enormemente popular y Xinjiang se ha consolidado como una opción "intacta", menos comercializada.
Un número creciente de extranjeros se acerca a Xinjiang con la mente abierta y un deseo genuino de ver y evaluar la verdad por sí mismos, según publicó en mayo el periódico estatal chino Global Times.
El partido también se ha apresurado a promover contenido sobre Xinjiang de influencers extranjeros que coincide con la narrativa oficial.
Entre ellos se encuentra el vlogger alemán Ken Abroad, quien en uno de sus videos afirmó haber visto "más mezquitas [en Xinjiang] que en Estados Unidos o en cualquier país de Europa".
Pero otros tienen una visión diferente.
El escritor Josh Summers, que vivió en Xinjiang en la década de 2010, declaró a la BBC que el casco antiguo de Kasgar fue "completamente demolido, rediseñado y reconstruido de una manera que no refleja en absoluto la cultura uigur".
Según un informe de Human Rights Watch de 2024, cientos de aldeas en Xinjiang vieron cambiados sus nombres —relacionados con la religión, la historia o la cultura de los uigures— entre 2009 y 2023.
La organización también ha acusado a las autoridades de cerrar, destruir y reconvertir mezquitas en Xinjiang y en toda China para restringir la práctica del islam.
Otras organizaciones internacionales, incluida la ONU, también han documentado graves violaciones de derechos humanos.
Reportajes de la BBC de 2021 y 2022 hallaron pruebas que respaldan la existencia de campos de detención, así como denuncias de abusos sexuales y esterilizaciones forzadas.
Pekín, sin embargo, niega todo esto.
Un cambio de imagen
Dentro del país, el Partido Comunista ha estado transformando la imagen de lo que antes se consideraba una provincia conflictiva para atraer a más turistas nacionales.
Y parece estar funcionando.
Cuando Anna fue por segunda vez, lo hizo con su madre, quien estaba ansiosa por visitar la región tras ver una serie dramática ambientada en la montañosa prefectura de Altái, al norte del país.
La serie, titulada "Hacia la maravilla", fue financiada por el gobierno y promocionada en los medios estatales.
Altái cuenta con numerosos admiradores en internet en China.
"¿Quién iba a imaginar que me encontraría en el paraíso de Altái? En el lago Kanas, por fin comprendí lo que significa estar en el paraíso. Este es un lugar donde el romanticismo de las montañas, los ríos, los lagos y el mar se entrelazan en un solo paisaje", se lee en un comentario en la red social RedNote.
Otro dice: "Al amanecer, observo desde la casa de huéspedes cómo el ganado pasta en los campos. Los bosques de abedules dorados resplandecen bajo el sol, e incluso el aire parece envuelto en una dulzura exquisita: esa belleza intacta es el Altái que siempre he anhelado".
Las agencias de viajes describen la región como "exótica" y "misteriosa".
Ofrece una "fusión mágica de naturaleza y cultura que no encontrarás en ningún otro lugar de China", según la agencia The Wandering Lens.
Los precios de estos tours varían. Un viaje de 10 días puede costar entre US$1.500 y US$2.500, sin incluir los vuelos.
Un itinerario típico por el norte incluiría el Parque Nacional de Kanas, con excursiones a lagos alpinos y la popular playa de los cinco colores, y una visita a una aldea uigur donde se puede pasear en carruaje y compartir tiempo con una familia uigur.
La aventura se intensifica en el sur, donde los viajes suelen incluir recorridos por el desierto, excursiones a diversos lagos y una visita a Kasgar, una ciudad de la Ruta de la Seda con 2000 años de antigüedad.
Los visitantes comparten sus itinerarios en internet, con mapas de rutas codificados por colores y fotos de delicias uigures, como el estofado picante, el pollo asado, las brochetas de cordero a la parrilla y el vino de leche de yegua.
Algunos incluso mencionan espectáculos de varias horas que recrean el esplendor de la Ruta de la Seda.
"Uigures como atracciones turísticas"
Si buscas Xinjiang en las redes sociales RedNote y Weibo, como es de esperar, encontrarás publicaciones que elogian su belleza y su arquitectura emblemática.
No se menciona nada sobre las acusaciones que contrastan con este atractivo idílico.
En esta época del año, las redes sociales chinas están inundadas de fotografías de los bosques de álamos de Xinjiang bañados por el resplandor ámbar del otoño.
El Partido Comunista está "vendiendo su propia versión de la cultura uigur al presentar a los uigures como atracciones turísticas", afirma Irade Kashgary, uigur-estadounidense que abandonó la región en 1998.
"Le están diciendo al mundo que no somos más que gente colorida y bailarina que luce bien en las redes sociales", añade.
Al ver cómo su ciudad natal gana popularidad al otro lado del Pacífico, la activista uigur Kashgary insta a los turistas a "reconocer los graves problemas" de Xinjiang.
"No me corresponde decirles a las personas que no visiten Xinjiang, pero deben comprender que lo que ven allí es una versión idealizada de la realidad", declara.
"Mientras tanto, personas como yo jamás podremos regresar debido a nuestro activismo. Es demasiado peligroso… Y sin embargo, ¿por qué no puedo? Es mi tierra", reclama.
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