
Hay una ciudad al suroeste de Siria donde es común escuchar por sus calles a la gente hablando en un español con un acento entre árabe y caribeño, donde hay una Avenida Bolívar y se come arepa.
Ese lugar es Sweida.
En estas semanas fue noticia después de que una serie de enfrentamientos entre drusos y beduinos sunitas provocara el despliegue de las fuerzas militares bajo el gobierno de presidente interino Ahmed al Sharaa, a las que se les acusó de llevar a cabo una masacre en un hospital.
Esa matanza fue luego el motivo expuesto por Israel para bombardear hace un mes el cuartel del ejército sirio en Damasco y otros objetivos en el sur del país.
La ciudad es la capital de los drusos, una comunidad étnica y religiosa de habla árabe y con prácticas y creencias propias, cuya fe se originó como una rama del islam chiita.
Y aunque los drusos se reparten en los territorios de Líbano, Israel, el Golán ocupado y Siria, hay un país de América Latina donde tienen fuerte presencia: Venezuela.
Es debido a esta migración que en Sweida un 20% de la población proviene del país caribeño. Por eso entre la comunidad se la conoce como Venesweida o "la pequeña Venezuela".
"La migración árabe en Venezuela está registrada desde el fin del siglo XIX. Aunque hay un periodo en que se les registra como "turcos" porque viajaban desde el Imperio Otomano", explica por teléfono a BBC Mundo Enrique Alhamad, presidente de la Federación de Entidades Árabes de Venezuela (FEARAB) mientras se dirigía precisamente rumbo a Siria.
Entre esas migraciones de árabes llegaron los drusos, principalmente desde Siria, y se instalaron en Venezuela hasta el día de hoy, como en el caso de Alhamad, a la quinta generación.
"Siento a Sweida como mi casa"
De los aproximadamente dos millones de árabes entre palestinos, libaneses y sirios que FEARAB tiene registrados en Venezuela, son drusos entre 500.000 y 600.000.
"La situación geográfica, política y económica de Venezuela hizo que la gente llegara en busca de un mejor futuro. En 1954, mi padre emigró. Iba a Brasil, pero se bajó del barco en La Guaira (en la costa centro-norte de Venezuela)", sostiene Alhamad, quien a su vez nació en Boconó, el estado andino de Trujillo.

A lo largo de los años, a esta primera migración le siguieron viajes desde Medio Oriente al Caribe pero, también, del Caribe a Medio Oriente y ahora, según los cálculos de FEARAB y de la embajada de Venezuela en Siria, alrededor del 20% de la población de Sweida es sirio-venezolana.
"Este es el único lugar de Siria donde se come arepa y caraota negra", me dice Alhamad, y me cuenta que en Sweida no necesitaría hablar árabe, "porque todo el mundo habla español".
Refuerza la idea Basem Tajedine, que me cuenta que "es muy común ver ventas de arepas, de empanadas o que se beba malta".
Este analista venezolano y druso es hijo del exembajador de Venezuela en Libia y Túnez, Afif Tajedine, quien nació en Sweida y fue -según palabras de Basem- quien sugirió al expresidente Hugo Chávez que visitara la ciudad.
Durante la presidenta de este último, los vínculos entre Venezuela y Siria se intensificaron y, según el diplomático jubilado y exembajador de Venezuela en Israel Héctor Quintero, se generó una "unión ideológica-política" entre Chávez y Bashar al Assad, el recientemente derrocado presidente sirio.
Hasta en tres ocasiones Chávez visitó Siria y, en uno de estos viajes, en 2009, llegó la localidad drusa de Sweida acompañado, entre otras personas, de Nicolás Maduro, quien entonces era canciller.
Allí Chávez inauguró una calle Venezuela, plantó un manzano y puso la primera piedra de lo que iba a ser un centro sirio-venezolano. También, bajo el implacable sol sirio y ante una multitud, dio un discurso de casi hora y media.
"Siento a Sweida como mi casa. Sweida es como Venezuela, Siria es como Venezuela. Y ustedes saben que Venezuela es casa para todo el pueblo sirio", dijo.

Como Afif Tajeldine, fueron varios los miembros de la comunidad drusa quienes llegaron a posiciones destacadas dentro de los gobiernos chavistas.
El caso más emblemático es la familia El Aissami, donde destaca el ahora caído en desgracia Tareck El Aissami, que llegó a ser vicepresidente del país, ministro de Petróleo y presidente de PDVSA, la petrolera estatal, pero hoy está entre las rejas acusado de corrupción.
La "calle del hambre"
Puede que no todos en Sweida hablen castellano, pero como me cuenta desde Venezuela Neisser Banout Radwan, quien estuvo varias veces en la ciudad siria y tiene familia allí, es muy probable que si en un supermercado hablas en esa lengua, alguien te responda en ese mismo idioma con el característico cantaíto venezolano.
"Hay una calle de moda, Tarikanawuet, muy bonita, con tiendas de ropa de marca. Y toda la calle, la estructura, todo es precioso y sientes que estás en un pedacito de Venezuela, sobre todo cuando estás acostumbrada a ver las partes del país donde hay gente árabe haciendo vida", me explica en una videollamada.
Incluso, cuenta Neisser, que en Sweida hay una "calle del hambre", que es como coloquialmente se le llama en el país caribeño a esa zonas urbanas que están llenas de carritos de comida callejera, usualmente areperas, puestos de empanadas o perrocalenteros, y en el caso de la de Sweida, "igualitica a las de Venezuela pero con shawarma y pura comida árabe".
"Vas para el mercado y consigues harina pan", dice en referencia a la harina de maíz precocido para hacer las arepas.

Tajaldine resalta que además hay costumbres y cosas que han permeado de la cultura venezolana en Sweida. "Por ejemplo, en Siria no hay día de padre ni día del niño y en Sweida se celebra. O el día de la madre, que en Siria es el 21 de marzo, en Sweida se celebra como en Venezuela, el segundo domingo de mayo".
Para Neisser, hay otras cosas que también son similares a Venezuela, y se refiere en concreto al centro sirio-venezolano del que Chávez puso la primera piedra en 2009. Ella lo vio y cuenta que "eso es puro peladero, ni frisado está el piso. En eso es igualito también que Venezuela, que las obras no se terminaron nunca".

Neisser nació en Maracay (Aragua), pero sus abuelos migraron desde Siria tras la Segunda Guerra Mundial. Como tantos drusos encontraron en Venezuela un lugar donde refugiarse y prosperar. Aunque después de más de 30 años en el país y con la crisis venezolana, su abuela decidió regresar a Sweida.
Fue en 2016 cuando ella viajó por última vez para verla. En ese momento, Siria estaba en plena guerra; a su vez, en Venezuela había un fuerte desabastecimiento y era común hacer colas a las puertas de los supermercados que podían durar horas para conseguir productos básicos.
"En ese viaje vi cosas que me volvían loca. Tuvimos que llegar a Sweida desde Líbano por tierra porque el aeropuerto de Damasco estaba cerrado por la guerra. Pero, por otro lado, íbamos al mercado y encontrábamos harina pan. En Venezuela estábamos críticos con la comida y ahí se conseguía igual", cuenta aún asombrada.
Y recuerda cómo su abuela, en ese contexto de guerra, la llamaba desde Siria. "Nos preguntaba si comíamos bien. Es muy fuerte vivir esas dos realidades", dice.
"Terrorismo contra el pueblo druso"
Neisser, que normalmente usa las redes sociales como altavoz para hacer comedia activista en favor del colectivo LGTBIQ+, por una vez en estos días se vistió de los colores de la estrella drusa para denunciar lo que tanto ella como el resto de entrevistados califican de "terrorismo puro contra el pueblo druso".
En julio, tras enfrentamientos entre los beduinos y drusos en la provincia, el gobierno del presidente interino Ahmed al Sharaa -que encabezó el derrocamiento del régimen de Bashar al Assad por los rebeldes dirigidos por islamistas en diciembre pasado- anunció que desplegaría las fuerzas del Ministerio del Interior y de Defensa para "restablecer la estabilidad".
Desde la caída de Assad, algunos líderes drusos locales han rechazado la presencia de las fuerzas de seguridad en la ciudad de Sweida. Cuando las fuerzas gubernamentales se desplegaron, los enfrentamientos se intensificaron.
Pronto se acusó a las fuerzas gubernamentales de atacar tanto a combatientes drusos como a civiles, lo que llevó al ejército israelí a intervenir con una serie de ataques aéreos que, según dijeron, pretendían proteger a los drusos.
Aunque hubo un alto el fuego, la situación permanece tensa en la ciudad y el acceso a la provincia sigue siendo difícil.

Según la Red Siria de Derechos Humanos, una organización no gubernamental, más de mil personas murieron en esas semanas. Acorde al Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, ubicado en Reino Unido, la cifra supera los 1.600. Ambos coinciden que la mayoría de los fallecidos fueron combatientes drusos y civiles.
Hay dos focos principales donde sucedieron las masacres. Uno es el hospital de Sweida, lugar que la BBC pudo visitar y donde habló con testigos. Otro de los sitios donde se reportaron ejecuciones masivas, según reporta Reuters, fue en el salón de huéspedes de la familia Al-Radwan.
"Mi madre me llamó llorando y me cuenta que mataron a nuestra familia, que se metieron en el salón de reuniones de la familia. Fue horrible. Vi los videos y reconocí a tíos, tíos de mi mamá, todos los cadáveres en el suelo y en las paredes las fotos mi abuelo, mi bisabuelo. Es una imagen fea y dolorosa", dice Neisser.
Su tía, que regresó hace unos años a Sweida, logró irse antes y ponerse a salvo. Pero Neisser dice que está aterrada.
"Estamos buscando la forma de sacarla de Siria. Lo último que pude hablar con ella estaba bajo resguardo, con más mujeres y niños. Pero es doloroso sentir que no tiene espacio donde pueda estar segura, que se vea obligada otra vez a dejar su país", cuenta.
A Randa Dowiar, otra drusa nacida en Portuguesa, Venezuela, con marido sirio y residente en Siria desde 2018, no le dio tiempo a salir de su casa. Aunque logró salvar la vida.
Hablamos con ella, aún en Sweida pero a resguardo en casa de su hermana.
"Recuerdo voces, muchas balas, sonidos como de tirando cohetes. Entraron en mi casa y empezaron a robarnos todo: dólares, tres carros, otro lo quemaron, abrieron la caja fuerte. Le pusieron un cuchillo en el cuello a mi suegro, a mi cuñado", me cuenta con la voz entrecortada.

"Cuando entraron, las mujeres nos pusimos un mantel en la cabeza para que no nos vieran el pelo, porque si no, nos matan. A mi hijo, que tiene autismo, le di un remedio para que se quedara callaíto y no molestara. Estuvimos cuatro días encerrados en la casa, mientras ellos entraban y salían. Nos decían que querían sacar todo lo que fuera druso, nos dijeron que éramos malos, que no sabemos lo que es Dios, que solo ellos entienden de Dios; que nos iban a maltratar, acuchillar, a matar. Pero Dios nos cuidó", relata.
Me lo cuenta con sus dos niños al lado, pero ninguno entiende bien lo que dice porque el mayor no habla y el menor solo entiende el árabe.
El gobierno de Venezuela fletó en estos días varios vuelos para sacar a sus nacionales de Siria. Randa se anotó junto a sus hijos, pero su esposo deberá esperar aún más porque su pasaporte sirio está vencido.
"Esto era una ciudad limpia, hermosa. La vida era muy bonita. Ahora tocará de nuevo regresar a Portuguesa", dice.
Y como la propia Sweida, con esa mezcla de dos culturas tan marcada, en los últimos minutos de nuestra llamada se dirige a sus hijos y les dice algo en árabe para luego despedirse de mi con un "Mi amor, aquí estamos a la orden".
*Con información adicional de Juan Francisco Alonso, Ángel Bermúdez y Lina Sinjab desde Damasco.

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