
Cuando Carlos Alberto Montaner dijo que dejaba Miami para trasladarse a Madrid, alguien comentó "oh, te vas a vivir a España" y él respondió "no, me voy a morir a España".
No era una licencia creativa.
En octubre de 2022, el periodista, escritor e intelectual cubano cerró su etapa en Estados Unidos para regresar a su casa en Madrid con una idea muy clara: solicitar la prestación de ayuda para morir, la eutanasia. Padecía Parkinson y no quería prolongar su deterioro.
Iniciaba así un recorrido de nueve meses que realizó con profunda convicción, lucidez y serenidad, en el que encontró obstáculos pese a la ley de eutanasia vigente en España desde junio de 2021, y en el que tuvo una gran aliada: su hija Gina Montaner, a quien él mismo le pidió ayuda para morir.
Columnista y escritora como su padre, Gina Montaner relata en su libro "Deséenme un buen viaje. Memorias de una despedida" cómo fue el proceso de acompañar y ayudar a su padre a irse para siempre.
No fue fácil -"estamos cableados para querer que las personas que amamos estén siempre con nosotros", le dice Montaner a BBC Mundo-, pero en ningún momento dudó en brindarle todo su apoyo.
Esta es su historia.

"Quiero esta muerte para mí"
Mi padre había defendido siempre el derecho a la eutanasia y él fue un hombre siempre muy consecuente.
Había escrito artículos, siguió muy de cerca el caso de Ramón Sampedro en España, que fue precursor y que desafortunadamente murió cuando todavía no existía la ley.
Cuando le tocó esta enfermedad tan terrible que al final resultó ser parálisis supranuclear progresiva, que es un Parkinson atípico, raro, severo, él lo tuvo muy claro.
Esa es una enfermedad que en realidad se va manifestando de una manera gradual y muy poco a poco, y tú no te das cuenta de estas cosas que te están pasando.
Pero cuando me habla de la eutanasia en 2022, él ya padecía la enfermedad desde hacía unos 6 años y sabía que empezaba a perder bastantes facultades, sobre todo de movilidad. Y también el habla, que se le ralentizaba.
Me decía, "se me están muriendo las palabras", eso a mí me sobrecoge hasta el día de hoy, pensar en el esfuerzo tan grande que él hacía.
Se dicen cosas superficiales, como que alguien que decide hacer algo como lo que él hizo tira la toalla; no, todo lo contrario.

Mi padre lucha hasta el final. Y de hecho, lucha tanto que parte de su lucha es ganar una causa.
Él es un hombre que vive luchando por causas, la libertad de Cuba, como articulista, como analista, en la defensa de las libertades, no solamente en Cuba, en el mundo.
Así que cuando él, que había defendido el derecho a la eutanasia en abstracto, se ve con esta horrible enfermedad y con la ley aprobada en España pensó: "Yo quiero esta muerte para mí".
Él sabía que iba a necesitar mi apoyo, y cuando me plantea que lo ayude en todo el proceso, a mí no me extrañó.
Otra cosa es lo que significa que tu padre te lo diga.
Digamos que estamos cableados para querer que las personas que amamos estén siempre con nosotros.
Entonces, ese otro pensamiento que es "tengo que ayudar a alguien que yo quiero mucho a que se marche de este mundo y despedirme de él", es muy difícil.
Lloré ese día, pero no me opuse ni se lo rebatí porque comprendía perfectamente lo que quería mi padre.
Lo conocía muy bien y lo respetaba profundamente. Y, como alguien que siempre quiso y luchó por vivir libremente, ¿quién era yo o quién es nadie para oponerse a su voluntad y además teniendo él razones de peso?


La ley de eutanasia en España
El 25 de junio de 2021 entró en vigor en España la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia, que despenalizó la muerte asistida en algunas circunstancias y conforme a una serie de requisitos:
- Tener nacionalidad española, residencia legal en España o certificado de empadronamiento que acredite un tiempo de permanencia en España superior a 12 meses.
- Ser mayor de edad.
- Ser capaz y consciente en el momento de la solicitud y actuar sin presiones externas.
- Disponer por escrito de la información sobre su proceso, las alternativas y posibilidades de actuación, incluida la de acceder a cuidados paliativos.
- Formular por escrito dos solicitudes de eutanasia con un intervalo de al menos 15 días.
- Sufrir una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante, con un sufrimiento físico o psíquico constante e intolerable certificado por el médico responsable.

"No quiero estar peor de lo que ya estoy"
El deseo de Carlos Alberto Montaner de poner fin a su vida, subraya su hija, nace de la serenidad, la lucidez y la libertad. Sin histrionismo. Y es una situación que abordan en familia.
La primera persona a quien él le comunica esto es a mi madre, Linda. Es su pareja y lo habían hablado. Para mi madre era muy duro, muy difícil.

Se conocieron a los 14 años, se enamoraron, tuvieron un larguísimo matrimonio, un buen matrimonio, se querían mucho. Y todo lo que a mí me tocó hacer, ella no habría podido hacerlo. Y posiblemente tampoco habría querido hacerlo.
Pero ella fue razonable en cuanto a decir "bueno, para mí es muy duro, me quedo un poco en el segundo plano" y dejó que yo lo ayudara a él.
Por supuesto también contamos con el apoyo de mi hermano, Carlos Jr., pero vive en Los Ángeles y yo siempre he estado físicamente más cerca de mis padres.

Cuando mi padre me pidió ayuda, estábamos viviendo en Estados Unidos y teníamos que volver a España.
Llegamos a Madrid el 7 de octubre de 2022 mi madre, mi padre y yo, y mi hija Paula, la mayor, que nos ayudó porque era complicado volver.
Y lo primero que hicimos fue ir a la asociación Derecho a Morir Dignamente. Yo ya estaba informada y en Derecho a Morir Dignamente nos orientaron, nos explicaron que lo primero que había que hacer era el testamento vital.
Sin el testamento vital, que son tus últimas voluntades, y que es algo que está disponible en la sanidad pública española, no se puede iniciar al proceso.
Es muy importante que la gente sepa que un testamento vital no es una carta blanca para que hagan lo que quieran, eso es una falacia.
La ley en España es muy garantista, incluso con un testamento vital a veces te sorprende lo difícil que es que se cumpla tu voluntad.
Mi padre se hizo el testamento vital y esperamos al principio de 2023 para empezar el proceso, que es la solicitud de prestación de ayuda para morir.
Ahí tienes que encontrar o tu médico de cabecera o tu especialista, en su caso un neurólogo, que si no es objetor, empieza el proceso deliberativo.
Ese proceso son tres conversaciones. Si en un momento dado el médico lo deniega, algo que ocurrió en el caso de mi padre, puedes apelar, como hizo él.
Finalmente hay una comisión de sabios, compuesta por juristas, médicos, psiquiatras que evalúan todo, y si dicen que sí, se busca la fecha.
Mucha gente lo que hace es que se rinde. Hay un porcentaje alto. Derecho a Morir Dignamente tiene las estadísticas de personas que mueren antes de culminar ese proceso, porque se dilata, porque hay demasiados obstáculos, porque se dan por vencidos, y entonces mueren, y no llegan a finalizar el proceso.

Mi padre presenta la primera solicitud en marzo de 2023 y no muere hasta el 29 de junio de ese verano, y se supone que cuando empiezas un proceso de eutanasia, se calcula que no debe durar más de un mes y medio.
El médico que en un principio denegó la petición de mi padre era un joven neurólogo que lo trataba, no era objetor, pero lo que él discutía era si mi padre estaba o no dentro de lo que se llama el contexto eutanásico.
Y es que muchos médicos piensan que para acogerte a la eutanasia, siempre y cuando cumplas los requisitos, debes estar en lo que sería cuidados paliativos, que sería ya en un estado agónico, postrado en una cama, y mi padre no quería eso.
La ley en ningún momento dice que tienes que estar en un estado avanzado, la palabra avanzado no está en la ley. Y esperemos que eso nunca cambie.
El doctor dijo: "Cuando estés peor lo volvemos a hablar". Y mi padre lo que respondió fue: "Es que yo no quiero estar peor de lo que ya estoy".
Ya a mi padre le costaba mucho escribir, él se despidió del columnismo y dejó una columna póstuma, para que se publicara después de su muerte, que me dictó.
Estaba intentando escribir una novela y no podía. La gente no entiende que la falta de dopamina en el cerebro produce un estado, un poco entre el estupor, él lo decía, "siento una nube negra, una nube en mi cabeza que no me deja pensar con claridad".
Para mi padre, su vida, su actividad intelectual era fundamental. Él nos amaba mucho, pero no era suficiente.
Caminaba agarrado a nosotras. Hasta el final. Y muchas de esas enfermedades, el Parkinson y la parálisis supranuclear progresiva también, acaban en demencia.
Él sabía que estaba entrando en ese túnel negro y terrible y no iba a pasar por eso, de ningún modo. Por eso peleó tanto.
Eso a mí me da mucha satisfacción porque es una persona que no es pasiva. Ni siquiera hacia el final y con tantos impedimentos; sino que en medio de esa devastación, él dio la batalla.

Cuba como constante
Carlos Alberto Montaner, nacido en La Habana en 1943, fue una de las figuras más destacadas del exilio cubano durante más de cinco décadas. Salió de la isla siendo un adolescente y nunca regresó, pero eso no le impidió pensar en Cuba cada día de su vida, como relata su hija.
Cuando él ya está cansado, me comenta "me cuesta mucho escribir" y me había dicho que creía que ya no iba a escribir más. Pero fuimos a ver una obra de teatro en el Teatro Lara de Madrid: “Jacuzzi”, de un joven dramaturgo cubano, Junior García Aguilera.
Salimos de ahí y me dijo, "yo quiero escribir sobre esta obra".
Y curiosamente, sus dos últimas columnas son la que escribe sobre la obra de Junior García Aguilera. Y otra columna que se llama "Carta abierta a Miguel Díaz-Canel", en la que, una vez más, le recomienda que hay salidas.
Esas son sus dos últimas columnas, antes de la despedida del columnismo y por supuesto de la póstuma.

De hecho, en la póstuma, mi padre habla del pesar que le provoca saber que muere sin volver a Cuba y que nunca ha habido ni un solo día de su vida en que no haya tenido presente a Cuba.
Sin dramatismos, porque mi padre nunca fue dramático ni histriónico, ni extremista. Él muere con esa tristeza de no haber vuelto, pero convencido, porque siempre fue optimista, de que el futuro de Cuba está en manos de los jóvenes cubanos y de gente valiosa.
"Deséenme un buen viaje"

Una vez aprobada la eutanasia para Montaner, la fecha elegida para realizarla fue el 29 de junio de 2023. Para Gina, una palabra define cómo fue el proceso: singular.
Singular porque mi padre lo hace más singular, porque él era singular.
La noche anterior mi hija mayor y yo nos quedamos en el salón un buen tiempo y nos preguntamos si él iba a ser capaz de dormirse. Él se durmió, mi mamá también, los escuchamos roncar. Y se levantó al día siguiente, había elegido ya lo que se iba a poner, y se aseó, lo ayudamos.
Se sentó en esta butaca, por la mañana vio las noticias en la televisión española, hizo algún comentario. Eso nos ayudaba, estábamos deshechos, pero su tranquilidad era tan pasmosa que cómo íbamos nosotros a alterar a ese hombre que se iba.
Él me dijo "¿y si no vienen?" y yo me asomé a la ventana y ellos estaban abajo, haciendo tiempo para las 9:30 de la mañana, y subieron. Él fue muy amable, les dedicó sus memorias y dijo que ya, que estaba listo, que no quería esperar más.

Fuimos a la habitación con él, solo mi madre, mi hermano y yo, las chicas se quedaron fuera, y se despidió muy sereno, su serenidad es lo que nos sobrecogía a todos. Se fue muy tranquilo.
Solo unos días antes, mi padre, que tenía mucho sentido del humor, nos dijo a mi hermano y a mí en el salón: "Hombre, un poco apendejado sí que estoy". Eso fue lo que dijo, pero nos reímos, era de broma.
Realmente lo que le daba la paz es que se iba, yo creo que su tormento grande era quedarse y pasar por lo que iba a pasar si se hubiera quedado más tiempo.
Él habría tenido un final horrible, que le parecía atroz, le costaba ya tragar, por eso él se va con tanta, tanta, tanta paz, y por eso así se titula el libro, porque fue lo que nos dijo: "Deséenme un buen viaje".
Se le relajó ese semblante que se había endurecido tanto por los estragos de la enfermedad, y ya está.
La dicotomía entre cuidar y dejar ir
Han pasado dos años y unas semanas de aquel momento, de todo un proceso que para Gina Montaner fue intenso y difícil, una situación tras la que ella ha conseguido perdonarse a sí misma, y perdonarlo a él.
Es evidente que mi padre me pide algo que es un sacrificio grande y es duro. También es verdad que se lo tenía que pedir a alguien. Pues era yo. Para él era imposible. Es como pedirle que subiera el Everest solo. Es que no podía. Yo era su sherpa.
La relación con mi padre siempre fue muy profunda. Lo conocía muy bien a mi padre, sabía muy bien quién era mi padre, lo admiraba, lo respetaba; puede parecer extraño, pero para mí fue natural acompañarlo en el proceso, porque lo contrario me habría parecido atroz.
Haberme resistido, haberme opuesto, haberle dicho a mi padre "de ninguna forma te voy a ayudar", eso es lo que me hubiera parecido atroz. Sé que desde fuera puede resultar extraño, pero así lo viví yo.
La gente que se quiere mucho, responde; si no, ¿para qué? Sí, hay un desgaste, hay un dolor. Pero también, y quiero pensar que el libro lo refleja, es un camino que tiene algo de maravilloso porque es el amor más grande.

Era muy doloroso y me desgastaba mucho.
Había esa extraña dicotomía de cuidarlo, porque lo cuidábamos y además muy bien. Preparamos la casa para acomodarlo, nos dedicamos a él, yo dejé el trabajo que tenía en ese momento, lo cuidamos para que tuviera calidad de vida dentro del horror de toda la enfermedad. Pero también vivimos esos meses con la intensidad de saber que, si todo salía como él quería, iba a haber un día con una fecha y una hora en que mi padre se iba a ir.
Y además de una forma plenamente consciente, no es alguien que se cae fulminado en la calle, es alguien que espera a que venga un equipo en esta butaca, aquí, y está preparado para irse a su habitación, a que le pongan algo para morir.
Y la dicotomía era cuidarlo muy bien y a la vez pelear con él, junto a él cada día, para que muriera pronto.
Nadie puede imaginar lo que significa para esa persona levantarse cada día, con todas las miserias físicas y cognitivas que tiene que enfrentar cada día. Esa persona en particular piensa que su tiempo en este mundo acabó.
Precisamente porque mi padre era un hombre tan vital, porque era un hombre que vivió una buena vida, una vida muy activa, precisamente por eso él sintió la urgencia de marcharse antes de que todo eso fuera un deterioro completo, una ruina total, nada más.

Él tenía esa convicción de querer morir dignamente, y no es que querer morir de otra forma sea menos digno.
Hay personas que me han dicho "ah, tu padre fue muy valiente"; no, mi padre no fue más valiente que el que decide quedarse y morir hasta que lo quiera Dios, o hasta que lo quiera el curso de la vida.
No, vivir es un acto de valentía en sí, y ya está, mi padre lo que sí fue es una persona muy resuelta en lo que él quería y creía, y lo que hizo fue vivir y pelear por lo que él creía.
Yo defendí a mi padre contra los obstáculos, incluso contra la propia resistencia de mi madre, y lo volvería a hacer, porque me parece una falta de respeto total pretender anular la voluntad de un individuo que tenía muy claro lo que quería.
Además, el sufrimiento era suyo y de nadie más, y eso me parece que hay que respetarlo.

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