
Cuando me pidieron que diera un discurso improvisado de cinco minutos y luego contara hacia atrás en intervalos de 17, todo ello ante un panel de tres desconocidos, el estrés agudo se reflejó en mi rostro.
Esto se debe a que un equipo de psicólogos de la Universidad de Sussex, en Reino Unido, estaban filmando esta experiencia algo aterradora para un proyecto de investigación que estudia el estrés utilizando cámaras térmicas.
El estrés altera el flujo sanguíneo en el rostro, y los científicos han descubierto que la disminución de la temperatura de la nariz de una persona puede utilizarse como medida de los niveles de estrés y para controlar la recuperación.
Según los psicólogos responsables del estudio, las imágenes térmicas podrían suponer un "punto de inflexión" en la investigación sobre el estrés.
La prueba de estrés experimental a la que me sometí está cuidadosamente controlada y deliberadamente diseñada para ser una sorpresa desagradable. Llegué a la universidad sin tener ni idea de lo que me esperaba.
Primero, me pidieron que me sentara, me relajara y escuchara ruido blanco a través de unos audífonos.
Hasta ahí, todo muy relajado.
A continuación, el investigador que dirigía la prueba invitó a entrar en la sala a un panel de tres desconocidos. Todos me miraron en silencio mientras el investigador me informaba de que tenía tres minutos para preparar un discurso de cinco minutos sobre el "trabajo de mis sueños".
Mientras sentía cómo se me subían los colores a la cara, los científicos captaron el cambio de color de mi rostro a través de su cámara térmica.
La temperatura de mi nariz bajó rápidamente, volviéndose azul en la imagen térmica, mientras pensaba en cómo salir airosa de esta presentación improvisada. (¡Decidí aprovechar la oportunidad para presentar mi candidatura al programa de entrenamiento de astronautas!).

Los investigadores de Sussex han realizado esta misma prueba de estrés a 29 voluntarios. En todos ellos, observaron que la temperatura de su nariz bajaba entre tres y seis grados.
La temperatura de mi nariz bajó dos grados, ya que mi sistema nervioso desvió el flujo sanguíneo de la nariz hacia los ojos y los oídos, una reacción física que me ayudaba a mirar y escuchar en busca de peligro.
La mayoría de los participantes, como yo, se recuperaron rápidamente; la temperatura de sus narices volvió a los niveles previos al estrés en pocos minutos.
La investigadora principal, la profesora Gillian Forrester, explicó que ser reportera y locutora probablemente me ha hecho "acostumbrarme bastante a estar en situaciones estresantes".
"Estás acostumbrada a las cámaras y a hablar con desconocidos, por lo que probablemente seas bastante resistente a los factores estresantes sociales", explicó.
"Pero incluso alguien como tú, entrenada para estar en situaciones estresantes, muestra un cambio biológico en el flujo sanguíneo, lo que sugiere que esta 'caída nasal' es un indicador sólido de un estado de estrés cambiante".
Las aplicaciones del estudio
El estrés forma parte de la vida. Pero este descubrimiento, según los científicos, podría utilizarse para ayudar a controlar los niveles nocivos de estrés.
"El tiempo que tarda una persona en recuperarse de esta caída nasal podría ser una medida objetiva de su capacidad para regular el estrés", afirma Forrester.
"Si se recuperan con una lentitud inusual, ¿podría ser eso un indicador de riesgo de ansiedad o depresión? ¿Es algo sobre lo que podemos hacer algo?".
Dado que esta técnica no es invasiva y mide una respuesta física, también podría ser útil para controlar el estrés en bebés o en personas que no pueden comunicarse.

La segunda tarea de mi evaluación del estrés fue, en mi opinión, aún peor que la primera. Me pidieron que contara hacia atrás desde 2023 en intervalos de 17. Uno de los tres impasibles desconocidos del panel me detenía cada vez que cometía un error y me pedía que volviera a empezar.
Lo admito, soy mala haciendo cálculos mentales.
Mientras pasaba un tiempo vergonzoso tratando de obligar a mi cerebro a realizar la resta, lo único en lo que podía pensar era en que quería huir de la habitación, cada vez más sofocante.
Durante la investigación, solo uno de los 29 voluntarios de la prueba de estrés pidió realmente marcharse. El resto, como yo, completó sus tareas -probablemente sintiendo diversos grados de humillación- y fue recompensado con otra sesión relajante de ruido blanco a través de los audífonos al final.
Simios ansiosos
Quizás uno de los aspectos más sorprendentes de este enfoque es que, dado que las cámaras térmicas miden una respuesta física al estrés que es innata en muchos primates, también se puede utilizar en simios no humanos.
Los investigadores están desarrollando actualmente su uso en santuarios para grandes simios, incluidos chimpancés y gorilas. Quieren averiguar cómo reducir el estrés y mejorar el bienestar de los animales que pueden haber sido rescatados de circunstancias traumáticas.
El equipo ya ha descubierto que mostrar a los chimpancés adultos imágenes de video de crías de chimpancé tiene un efecto calmante. Cuando los investigadores instalaron una pantalla de video cerca del recinto de los chimpancés rescatados, observaron que las narices de los animales que veían las imágenes se calentaban.
Por lo tanto, en términos de estrés, ver a crías de animales jugando es lo contrario a una entrevista de trabajo sorpresa o a una tarea de cálculo mental.

El uso de cámaras térmicas en los santuarios de simios podría resultar muy útil para ayudar a los animales rescatados a adaptarse y a integrarse en un nuevo grupo social y en un entorno desconocido.
"No pueden expresar cómo se sienten, pero pueden ser muy buenos enmascarando sus sentimientos", explica Marianne Paisley, investigadora de la Universidad de Sussex que estudia el bienestar de los grandes simios.
"Hemos estudiado a los primates durante los últimos 100 años aproximadamente para comprendernos a nosotros mismos.
"Ahora sabemos mucho sobre la salud mental humana, así que quizás podamos usar eso y retribuirles".
Así que quizás mi breve experiencia científica podría contribuir, en pequeña medida, a aliviar la angustia de algunos de nuestros primos primates.
Reporteo adicional: Kate Stephens. Fotos: Kevin Church.

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