El Papa nombró a Rolan Hicks al frente de la arquidiócesis de Nueva York, en sustitución del cardenal Timothy Dolan, una de las voces más influyentes del ala conservadora del episcopado estadounidense. Se trata del nombramiento episcopal más importante desde la elección de León XIV.
El relevo marca un giro simbólico hacia un obispo identificado con una sensibilidad social más marcada. Hicks ha expresado públicamente su solidaridad con los migrantes, en un contexto de fuertes críticas a la política migratoria de la administración Trump. El nombramiento vuelve así a poner sobre la mesa las tensiones persistentes entre dos grandes corrientes dentro de la Iglesia.
Para Carlos Andrés Gómez Rodas, profesor de filosofía de la religión en la Universidad Ibero de Colombia, "este relevo episcopal refleja una tensión real dentro de la Iglesia entre continuidad y cambio, entre tradición y adaptación".
El académico subraya, no obstante, que el desafío de fondo sigue siendo otro: "evitar que ese diálogo se convierta en una ambigüedad doctrinal o en una dilución del mensaje evangélico". En este punto, recuerda una advertencia recurrente del papa Francisco: "no licuar la fe".
Buscando el apaciguamiento
Apaciguar estas disputas internas es un deseo compartido por numerosos católicos. La pregunta es si León XIV está en condiciones de lograrlo. Gómez Rodas considera que el pontífice va, por ahora, en esa dirección. "Sí, creo que sí. El pontificado de León XIV empezó con mucho entusiasmo, aunque ya han aparecido, sobre todo en el sector más tradicional, críticas que se repiten con frecuencia", explica. Entre ellas menciona el manejo del tema LGTBI, y en particular el hecho de que el Papa haya autorizado una misa y celebraciones vinculadas a esa comunidad. "En este punto, no diría que ha sido ambiguo, sino incluso favorable, amigable", señala.
El profesor recuerda, sin embargo, que León XIV fue elegido buscando un equilibrio entre dos tendencias muy marcadas en el seno de la Iglesia: una más tradicional y otra más progresista. "Ha sido un Papa que ha tratado de conciliar esas fuerzas y que, por lo tanto, combina elementos de ambas 'facciones', si se las quiere llamar así", afirma.
El interrogante, añade, es cuánto tiempo podrá mantenerse ese frágil equilibrio: "Habrá que ver cuándo vuelven esos vientos fuertes que incluso llegaron a amenazar con un cisma, o un seudo-cisma, dentro de la Iglesia católica. Pero esto solo el tiempo lo dirá".
Un retorno al mensaje original
El profesor Gómez Rodas subraya además un rasgo que, a su juicio, ha marcado los primeros siete meses del pontificado de León XIV: un retorno explícito a las fuentes del mensaje cristiano. En sus intervenciones públicas y homilías, señala, el Papa ha insistido desde el inicio en que el centro de la vida eclesial no es una agenda política ni una reforma meramente institucional, sino la relación personal con Jesucristo.
"Cuando uno escucha sus homilías, desde las primeras, es muy claro que el centro de la vida de la Iglesia es Cristo mismo", explica el académico. Ese énfasis se traduce, según Gómez Rodas, en una atención constante a los grandes ejes de la fe cristiana: la encarnación, la redención, la conversión personal y la vida sacramental. Los temas sociales, añade, no desaparecen del discurso papal, pero quedan subordinados a lo que considera esencial: el anuncio del Evangelio.
Forjar comunidades cristianas sólidas
El perfil personal de León XIV también ayuda a comprender esta síntesis. "Él ha sido misionero y además es agustino, fraile", recuerda Gómez Rodas, quien ve en ello una combinación particular entre compromiso social y profundidad teológica. Una orientación que ha sido bien recibida en sectores del catolicismo más tradicional, precisamente porque refuerza la idea de que la misión principal de la Iglesia es "instaurar todo en Cristo", más que limitarse a acompañar procesos culturales, sociales o económicos. En ese sentido, concluye, León XIV aparece como un Papa "más explícitamente cristocéntrico".
El profesor marca asimismo una diferencia significativa entre León XIV y su predecesor, el papa Francisco. A su entender, el cambio no es de fondo doctrinal, sino de acento pastoral. "Yo diría que el énfasis ya no es tan sociopolítico como podía percibirse en Francisco", afirma, "sino que hay una llamada más fuerte, previa, a la misión, a la evangelización, a la catequesis y a la vida sacramental".
Para Gómez Rodas, detrás de esta orientación subyace un mensaje claro: los problemas sociales no se resuelven únicamente mediante discursos o ideologías, sino a través de comunidades cristianas sólidas, bien formadas, arraigadas en la fe y con claridad doctrinal. De ahí, señala, una invitación implícita del Papa a reforzar la identidad católica, cuidar la liturgia, profundizar en la formación de los fieles y fortalecer la vida espiritual.
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