Actualmente vivimos en una ola cuyo fluidodinámico que la genera está marcado por la llamada Inteligencia Artificial (IA). En el plano local, dos actividades concomitantes: el Congreso Internacional de Educación APRENDO y el XXVIII Congreso Internacional EDUTEC, marcados por un mismo tema: la IA y la educación. Estuve presente en el primero.
La IA parece que ha captado la atención completa. Todos miramos hacia ella con “cierta fascinación” (algunos), mientras otros no dejan de hacerlo con “cierta preocupación”. Y es que no se trata tan solo de una tecnología más, sino de aquella que se vincula más estrechamente con ciertas características humanas, razones fundamentales de la educación.
Su uso, que ES de lo más interesante y preocupante, no parece tener ya fronteras. No solo que puede ser útil para buscar información actualizada y documentada en la web, sino que, además, genera imágenes a partir de lo que quieres, analiza datos y los visualiza en gráficos y diagramas, como te ayuda a diseñar y aplicar cuestionarios en línea, crea música y mucho más.
En pocas palabras, dicho por ella misma en su versión de COPILOTO de Microsoft, “soy como un compañero curioso y creativo que siempre está listo para explorar contigo”. No parece tener límites, de tiempo seguro; su mayor limitación viene dada por las informaciones a las que tiene acceso y que le permitirán “hacer lo que hace”.
Esto último tiene como marco en lo que ella es y se basa, “un conjunto finito y ordenado de instrucciones (algoritmos) que se ejecutan para resolver problemas, realizar tareas específicas, crear imágenes y música, en resumen, ofrecerte alguna solución que puede ser posible a partir de los modelos matemáticos y los datos que la componen.
En general, y hasta que se demuestre lo contrario, carece de conciencia y emociones, de igual forma, de intenciones. ¿Neutra? Por eso te puede ayudar a resolver determinados problemas o necesidades, como guiar a un dron capaz de matar con extremada precisión algún objetivo de interés. Se dice que la guerra de Ucrania ha sido útil en esos menesteres de la industria armamenticia.
De nuevo, el problema es el uso. ¿Cuáles propósitos? ¿Con cuáles intenciones? ¿Qué intereses guían su uso? Responder estas preguntas nos conduce de nuevo al tema de la educación y la formación profesional. ¿Cuáles concepciones y perfiles se constituyen en el punto de partida de la educación y formación? ¿Cuáles propósitos y estrategias diseñamos?
No soy ingenuo en esos menesteres. Personajes siniestros en la historia humana han contado con una formación humana, científica y hasta religiosa exquisita, sin que ello les impidiera constituirse en verdugos fascinados por el exterminio de la vida humana. Reinhard Heydrich, por solo citar un nombre, oficial alemán de la SS, fue uno de los principales artífices del holocausto. Como él, muchos otros.
Ante la irrupción indetenible de la IA, escuché hablar —con cierta preocupación— de la necesidad de una pedagogía digital. Me dio escalofrío. La pedagogía es la ciencia y el arte de la educación y, como tal, procura estudiar y diseñar maneras que contribuyan con el mejoramiento de la enseñanza y el aprendizaje integral de las personas en contextos diferentes.
En su origen, nos viene del término griego “paidagogeo”, lo que significa “paidos, niño”; “ago, guía”. Es decir, la guía para la formación de los niños y niñas. Muy posteriormente, se sentaron las bases de la pedagogía moderna, que dio paso a la observación, experimentación y razonamiento que despierten su interés y desarrollo.
Desde la perspectiva de Paulo Freire, la educación es un acto de amor que supone asumirla como un acto, al mismo tiempo, de valor, empatía y compromiso con la transformación del otro, lo que implica asumir el desafío del sentido con el cual esta se asume. De ahí que sea fundamental asumirla como la construcción de un ser humano para la vida plena.
No olvidemos aquella frase de Carl Jung: “Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea apenas otra alma humana”.
Como maestro, sin importar si es educación básica como universitaria, personalmente he atravesado por todos esos tramos; somos acompañantes de uno de los más hermosos actos humanos: hacer crecer y desarrollarse a otros seres humanos, sin más límite que el autoimpuesto.
Hagamos uso de la IA, sin depositar en ella lo más esencial y hermoso del proceso educativo, que es la formación de un ser humano comprometido con el bienestar y la felicidad de todos, así fuere desde cualquier ámbito de la vida profesional como la personal, guiado por los principios fundamentales de la solidaridad, el compromiso y la compasión.
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