El pasado 15 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Democracia, proclamado por las Naciones Unidas en 2007. Conmemoraciones como estas sirven para llamar la atención de los gobiernos y los medios de comunicación y concienciar a la población mundial sobre temas sensibles como los derechos humanos, la eliminación de la violencia contra la mujer, la reducción de la pobreza, y para aplicar y evaluar medidas políticas concretas sobre dichos temas.
En tal sentido, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, destacó que en el Día de la Democracia resulta importante fortalecer las instituciones, y promover que las personas se expresen y dialoguen, voten y elijan, así como que participen libremente en las instituciones políticas y comunitarias.
Según la Enciclopedia de la Política de Rodrigo Borja, la palabra democracia proviene de dos voces griegas: demos (pueblo) y kratos (gobierno). De ahí, su significado actual, “gobierno del pueblo”, es decir, de la mayoría.
Se atribuye a Abraham Lincoln la célebre frase: “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.” A Winston Churchill, la reflexión: “La democracia es la peor forma de gobierno, pero mejor que todas las demás.” Y Nelson Mandela, nos recordó que “la democracia exige que la vida de todos tenga la misma dignidad y el mismo valor.”
La democracia en la práctica consiste en una forma de convivencia que requiere negociación constante. Como todo sistema humano, tiene luces y sombras. Entre las luces están que garantiza que las personas se mantengan mejor informadas y puedan participar en debates públicos; que los medios de comunicación y las redes sociales aborden temas que antes eran ocultados o censurados; y que más países reconozcan y protejan derechos fundamentales como la vida, la dignidad humana, la igualdad, y el derecho a votar, a elegir y ser elegidos. Todo esto contribuye a limitar el poder de los gobernantes y a que rindan cuentas.
Con respecto a las sombras, muchas personas perciben que las autoridades, los poderes públicos y las instituciones no representan sus intereses; que grandes desigualdades frustran la participación de los más necesitados; y cada vez más riquezas se encuentran controladas por las élites; que surgen nuevos gobernantes con discursos radicales y extremistas para dividir a la sociedad y concentrar poder, debilitando los contrapesos o poderes institucionales; que se coarta la libertad de expresión mediante la persecución la persecución h hostigamiento a periodistas y hacedores de opinión, y en su lugar se propagan noticias falsas, que desinforman, y promueven la ira, el resentimiento, la inseguridad y el miedo; para facilitar el control social.
En el mundo y sobre todo en nuestra región, los procesos y sistemas democráticos con sus avances y retrocesos, sus horas altas y bajas, sin embargo, han influido en la reducción de la pobreza y aumentar el bienestar de los pueblos, al fortalecer las capacidades de las personas, como lo demostró el economista indio Amartya Sen, Premio nobel de economía.
En el caso de la República Dominicana, a pesar de las enseñanzas negativas legadas por la dictadura militar de Trujillo, época en la que se violaron tantos derechos humanos y de propiedad, mediante el asesinato y el despojo a los opositores de sus medios de subsistencia. Aun cuando en los sesenta hirieron la democracia con un golpe de estado y una ultrajante intervención Norteamérica, y en medio de la invasión pacífica de los vecinos haitianos, de la persistencia de las desigualdades, la corrupción, la crisis en la salud, educación, la vivienda, el tránsito, y otras más, los datos duros sobre desarrollo humano y las evidencias revelan que la mayoría de la población, en barrios, campos y ciudades, actualmente vive mejor.
¡Que viva nuestra patria democrática, libre, independiente y soberana!
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