«Si quieres que otros sean felices, práctica la compasión.
Si quieres ser feliz, práctica la compasión»
Dalai Lama
«Si tienes hombres que excluirán a cualquiera de las
criaturas de Dios del refugio de la compasión y la piedad, tendrás hombres que de igual manera tratarán a sus semejantes.»
San Francisco de Asis.
El sábado 9 de agosto de 2025, se realizó un encuentro de ciudadanos que teníamos en común nuestra condición de “trasplantados” de órganos y tejidos. Patrocinado por el organismo legal que en República Dominicana regula y promueve esta terapia, el Instituto Nacional de Coordinación de Trasplante (INCORT). Explico por qué hablo en primera persona sobre este evento: porque en octubre próximo cumplo 8 años de mi trasplante de riñón de donante vivo en el Hospital de la Plaza de la Salud. También participó mi esposa Margot, que vivió conmigo esta suerte de renacimiento y mantiene la preocupación por continuar las reglas del “contrato de uso” que uno firma para llegar como los trasplantados asistentes con 15 y 20 años de supervivencia y… “seguir tan campantes”.
Al ser el primer encuentro, comenzó como terapéutico para convertirse en un ágape –una celebración vital por la supervivencia de todos– y aterrizar a la realidad de las razones culturales que limitan el flujo constante de donaciones de órganos para los 5,000 pacientes en diálisis en nuestros centros de salud. Por lo tanto, ¿Quiénes más indicados que los trasplantados vivos para convencer a los potenciales donantes, que es un acto de caridad cristiana, compasión budista o solidaridad humana, el acto de prolongar una vida con una donación de un órgano o tejido?
Mediante una dinámica muy participativa, se arribó a que éste sería el “nudo o núcleo” fundacional del Voluntariado de INCORT, porque en palabras del actual Director Ejecutivo del INCORT, Dr. José Juan Castillos, éste se formalizará luego para que sea el “puente” entre la institución y las energías de los voluntarios.
¿Qué nos separa el sueño de la realidad?
Nuestra naturaleza humana. Si creemos que el INCORT es una burocracia y que esa es sólo una función, no llegaremos a convertir la solidaridad, la caridad o la compasión en la conversión del marco legal en una cultura que compartimos la mayor “gracia” que recibimos: «la vida misma».
Con argumentos desde las religiones tribales hasta las institucionales e incluyendo a los librepensadores, agnósticos y humanistas, por el hecho de compartir nuestra humanidad, el «Voluntariado del INCORT» debe convertir la cultura materialista, narcisista y megalómana en aquella formada por “ciudadanos de buena voluntad” que nos cuidamos unos a otros…
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