1. Introducción

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de 2025 regresa para colocar al hemisferio occidental en el epicentro de la agenda estratégica de Washington, reactivando de manera explícita la lógica de la Doctrina de Monroe en un contexto geopolítico radicalmente distinto al de 1823. La nueva estrategiase reformula como un “corolario” contemporáneo orientado a garantizar la preeminencia estadounidense frente a la presencia de potencias no hemisféricas, especialmente China.

Nuestro propósito es analizar, de manera preliminar, las similitudes y diferencias entre la Doctrina de Monroe clásica y el tratamiento del hemisferio occidental en la Estrategia de Seguridad Nacional de 2025, prestando particular atención a sus implicaciones para América Latina. Se ofrece aquí un primer análisis, consciente de que la extensión y complejidad del documento exigen más tiempo y estudio para una evaluación exhaustiva.

Se trata de un análisis inicial, centrado en los elementos declarativos y doctrinales del texto estratégico, que deberá ser complementado más tarde con investigaciones posteriores sobre su implementación práctica y su interacción con el derecho internacional vigente.

  1. Marco histórico: la Doctrina de Monroe

La Doctrina de Monroe se formuló en 1823, en un contexto en que las antiguas colonias españolas en América Latina nacían mientras las potencias europeas evaluaban posibles movimientos de restauración o recolonización, o propicias para ejercer influencias en ellas. Frente a ese contexto, el gobierno estadounidense declaró que cualquier intento europeo de extender su sistema político a cualquier parte de este hemisferio sería considerado peligroso para la paz y la seguridad de Estados Unidos.

Los principios centrales de la doctrina Monroe pueden resumirse en cuatro ejes: la no colonización (América ya no está abierta a nuevas empresas coloniales europeas), la no intervención (se rechaza la injerencia europea en los asuntos de los nuevos Estados americanos), la separación de esferas (Estados Unidos se compromete a no intervenir en guerras o asuntos internos europeos) y el reconocimiento de las colonias existentes (no se cuestiona el control europeo sobre los territorios que ya poseía). En su formulación original, la doctrina quería proyectar una imagen de defensa de la independencia americana frente al viejo continente.

Sin embargo, a lo largo de los siglos XIX y XX, la Doctrina de Monroe se convirtió en un marco discursivo que permitió justificar la creciente intervención de Estados Unidos en América Latina, tanto a través de la diplomacia coercitiva, como del uso directo de la fuerza. El tránsito desde una fórmula anti-colonial a un instrumento de hegemonía regional es uno de los rasgos más problemáticos de su legado.

  1. La Estrategia de Seguridad Nacional 2025

La Estrategia de Seguridad Nacional de 2025 es un documento programático que orienta la política exterior, de defensa y de seguridad de Estados Unidos, definiendo intereses vitales, amenazas principales y líneas de acción. En esta versión de la estrategia de seguridad de Estados Unidos, el hemisferio occidental deja de ser un capítulo marginal para ocupar un lugar central dentro de la lógica de seguridad interna y de competencia entre grandes potencias.

En el tratamiento del hemisferio occidental, la Estrategia identifica como prioridad restaurar y asegurar la “preeminencia” de Estados Unidos en la región. Esto se articula en torno a varios objetivos: contener y revertir la influencia de actores no hemisféricos (principalmente China, pero también otras potencias que la estrategia no menciona), asegurar el control de rutas comerciales y cadenas de suministro críticas, y vincular de modo directo las dinámicas de migración, narcotráfico y crimen organizado en América Latina con la seguridad interior estadounidense.

El documento introduce explícitamente una reinterpretación de la Doctrina de Monroe, presentada como un corolario contemporáneo que autoriza a Estados Unidos a “hacerla cumplir” mediante un conjunto de instrumentos: presencia militar reforzada, acuerdos bilaterales de seguridad, condicionalidad económica, presión diplomática y uso de sanciones. En este sentido, la Estrategia transforma lo que fue una declaración de principios en un plan operativo de ingeniería geoestratégica. Aquí nos preguntamos sobre la autonomía de los países y los acuerdos hemisféricos existentes.

  1. Similitudes entre la NSS 2025 y la Doctrina de Monroe

Primero, ambas concepciones comparten la idea de que el hemisferio occidental constituye una esfera de interés especial de Estados Unidos, prácticamente exclusivo, diferenciada del resto del sistema internacional. Tanto en 1823 como en 2025, se afirma que los acontecimientos en América tienen una relación directa con la seguridad y la estabilidad de la propia estadounidense, lo que justificaría una atención prioritaria y un derecho de actuar.

Segundo, se mantiene una desconfianza estructural hacia la presencia de potencias no hemisféricas en la región. En el siglo XIX se trataba de las monarquías europeas y sus pretensiones coloniales; en el siglo XXI, la preocupación se desplaza hacia las grandes potencias emergentes, que no buscan colonias formales sino control sobre infraestructuras críticas, flujos financieros, recursos naturales y datos. Pero la lógica subyacente —evitar que “otros” se instalen en el “patio trasero” estratégico— permanece.

Por último, tanto la Doctrina de Monroe original como la Estrategia de 2025 utilizan un discurso de protección de la independencia y estabilidad de los Estados americanos para legitimar la expansión de la influencia estadounidense. En ambos casos, el lenguaje de defensa frente a amenazas externas convive con la posibilidad de intervenir, condicionar o coaccionar actuaciones de gobiernos latinoamericanos en nombre de un orden hemisférico más amplio y propicio a los intereses de Estados Unidos.

  1. Diferencias fundamentales

La primera diferencia radica en el sujeto de la amenaza. La Doctrina de Monroe se dirige explícitamente contra las potencias coloniales europeas, en un contexto de posible restauración monárquica y reconquista de antiguos territorios. La Estrategia de Seguridad Nacional de 2025, en cambio, apunta a actores como China, la ruta de la seda, y otros competidores que operan principalmente mediante inversiones, créditos y control tecnológico, no mediante colonización formal. Ello desplaza el foco desde la soberanía territorial hacia la soberanía económica, digital y de infraestructuras.

La segunda diferencia se encuentra en la naturaleza de los instrumentos. La Doctrina de Monroe, en su origen, fue esencialmente declarativa; su fuerza descansó más en el efecto político que en dispositivos concretos preestablecidos, y su operacionalización tardía depende de la evolución de la capacidad militar estadounidense. No obstante, ese carácter declarativo, con el tiempo se volvió la base de ocupaciones formales. La Estrategia de 2025, integra la “reactivación” de la doctrina dentro de un paquete operativo que incluye redespliegue militar, reforzamiento de acuerdos de seguridad, empleo de la política comercial como arma estratégica y condicionalidad sobre ayuda financiera y cooperación. Ya desde antes de la publicación de la estrategia el gobierno estadounidense estuvo reforzando acuerdos y ejecutándolos para el uso de recursos logísticos de otros países, República Dominicana por ejemplo, en la aparente lucha contra las drogas y la inmigración.

La tercera diferencia se vincula con el orden jurídico internacional. La Doctrina de Monroe surge antes del sistema multilateral contemporáneo, cuando el derecho internacional aún no contemplaba organizaciones como Naciones Unidas o la Organización de Estados Americanos, ni una densa red de tratados. La Estrategia de 2025 opera en un entorno caracterizado por instituciones multilaterales y regímenes regionales, pero opta por relativizar su papel, priorizando acuerdos bilaterales firmes y la capacidad de acción unilateral de Estados Unidos. Esto plantea tensiones con principios como la igualdad soberana, la no intervención y el arreglo pacífico de controversias.

  1. Implicaciones para América Latina

En el plano jurídico, la reinterpretación de la Doctrina de Monroe dentro de la Estrategia de 2025 se traducira en presiones sobre los Estados latinoamericanos para revisar o limitar sus vínculos contractuales con terceros países en sectores considerados estratégicos: puertos, telecomunicaciones, energía, minería o infraestructura digital. Ello impactará la libertad de contratación, el principio de no discriminación entre inversionistas y la autonomía de los Estados para definir su política de desarrollo y alianzas.

En el plano político, el documento anuncia un esquema de incentivos y penalizaciones donde gobiernos, partidos y movimientos que se alineen con la estrategia de Estados Unidos serían “recompensados” con acceso preferencial a mercados, financiamiento y cooperación en seguridad, mientras que quienes mantengan o profundicen sus vínculos con potencias competidoras podrían enfrentar sanciones, pérdida de beneficios o campañas de presión diplomática. Este diseño tiende a reforzar la polarización interna en muchos países entre bloques pro‑Washington y sectores que favorecen una apertura multipolar o francas inclinaciones hacia otros países.

Además, la vinculación directa entre migración, narcotráfico, crimen organizado y seguridad nacional estadounidense fortalece la tendencia a exigir a los países latinoamericanos un papel de “muro externo” frente a los flujos hacia el norte. Esto se traduce en condicionantes sobre legislación migratoria, políticas de control fronterizo y cooperación policial, con posibles tensiones en materia de derechos humanos, debido proceso y control democrático de las fuerzas de seguridad.

La ESN 2025 consolida para EE. UU. un enfoque hacia la región que se parece, en su lógica de seguridad, al que RD aplica a la migración haitiana: un vecino más fuerte que usa políticas migratorias y de seguridad para contener los efectos de la crisis del vecino más débil, con tensiones permanentes entre control fronterizo, derechos humanos y obligaciones internacionales.

  1. Limitaciones del análisis y agenda de investigación futura

Este análisis es necesariamente preliminar. La Estrategia de Seguridad Nacional de 2025 es un documento extenso, con formulaciones que pueden adquirir distintos sentidos según el contexto y la práctica política que las acompañe. Una lectura profunda exige no solo examinar el texto, sino también contrastarlo con otros documentos de política, discursos oficiales, directivas secretas y decisiones concretas de despliegue o cooperación.

Quedan abiertas diversas líneas de investigación: estudios de caso por país (por ejemplo, cómo se aplica esta lógica en la República Dominicana, el Caribe, Centroamérica o el Cono Sur), análisis comparado con estrategias de seguridad anteriores, evaluación de la coherencia entre la retórica de la doctrina y las obligaciones internacionales de Estados Unidos, entre la retórica y la praxis, así como una revisión detallada de los impactos en las organizaciones  regionales como la OEA, la CELAC o mecanismos subregionales.

También será necesario observar empíricamente cómo reaccionan los Estados latinoamericanos: si optan por alinear sus políticas con la visión de Washington, si buscan estrategias de balance entre grandes potencias o si impulsan respuestas colectivas a nivel regional para preservar márgenes de autonomía.

  1. Conclusión

La Estrategia de Seguridad Nacional de 2025 no solo invoca la Doctrina de Monroe como referencia histórica, sino que la transforma en un dispositivo de hegemonía activa adaptado a la competencia geopolítica del siglo XXI. El hemisferio occidental es concebido como un espacio donde deben limitarse las capacidades de las potencias no hemisféricas, o inclusive hemisféricas, como el caso de Brasil que estuvo buscando una posición de líder hemisférico, y asegurarse la primacía de Estados Unidos en materia económica, militar y tecnológica.

El desafío para América Latina consiste en gestionar esta reconfiguración sin renunciar a su autonomía estratégica, preservando sus márgenes de maniobra para diversificar relaciones, proteger su soberanía regulatoria y fortalecer sus instituciones democráticas. La tensión entre seguridad, desarrollo y soberanía, que ya estaba presente en la doctrina de Monroeclásica, adopta ahora formas más complejas, que exigirán respuestas jurídicas y políticas igualmente sofisticadas.

Raymundo J. Haché A.

Abogado

Raymundo J Haché A., licenciado en derecho; Socio Director de RJ Haché & Asociados; postulante al Tribunal Constitucional en el 2023, fue profesor de Derecho Comercial en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra; tiene un Diploma Superior de la Universidad de la Universidad de Paris II, Assas Pantheon; Se le otorgó el premio de joven distinguido por la sociedad Jaycees 72 en el año 2001; Tiene amplia experiencia como abogado y empresario, habiendo desempeñado funciones directivas en varias organizaciones empresariales; participó en la misión empresarios de negociación de la Paridad Textil; Es un orador en los temas corporativos y judiciales; Abogado desde 1984. Trabajo en la comisión que redactó los anteproyectos de ley que modifico la ley de Sociedades y la que creó la Ley de Reestructuración Mercantil. Como abogado se dedica principalmente a los aspectos societarios, incluyendo empresas familiares, a la reestructuración de empresas, negocios y asuntos inmobiliarios, planificación patrimonial y hereditaria, entre otros.

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