La poeta Sylvia Plath, novelista y autora de relatos que se arden y consumen en su propia combustión, escritora de la herida abierta, dejó un rastro indeleble en la historia de la literatura. Su vida, aunque breve, proyectó un eco que resuena con intensidad entre quienes, en su fragilidad, encuentran una voz.

Nació en Boston, Massachusetts, en el año 1932, desde niña mostró una inteligencia prodigiosa, acompañada de una sensibilidad que se tornó en su mayor virtud y también su condena. Otto Plath, su padre, falleció cuando ella apenas tenía ocho años -edad en la que empezó a escribir-, y esa fue una pérdida que marcó su infancia y su obra, convirtiéndose en un tema recurrente de sus poemas.

La relación con Aurelia, su madre, fue un campo de tensiones que también nutrió sus versos de reproches y sombras. Antes de ingresar a la universidad ya había contado medio centenar de relatos. Sus escritos, incluido su primer poemario El coloso (1960) obtuvieron una gran acogida.

Su carrera literaria despega con una pasión feroz: estudiante becada de Cambridge, que fue brillante en el Smith College, publica unos poemas y cuentos que revelan una voz en crecimiento. No obstante, bajo esa superficie de éxito profesional y académico se agitaba un torbellino interno. En 1953, sufre un colapso nervioso e intento de suicidio, episodio que después ficcionalizaría en La campana de cristal, su única novela, donde la protagonista Esther Greenwood es un espejo de sus propias batallas.

La poesía de Plath es un grito ahogado que resuena en la desesperación y el silencio de la pérdida. Ha sido objeto de múltiples estudios, criticas literarias y ensayos por parte de escritores, académicos y poetas. Anne Sexton, amiga y contemporánea de Sylvia en varias ocasiones hizo referencia respecto de sus conversaciones “Sylvia y yo hablábamos de la muerte con la misma franqueza con la que otras mujeres hablan de la cocina. Ambas sabíamos lo que era estar al borde del abismo”, diría la autora del famoso poemario Vivir o morir.

La escritora Yanet Malcolm en su libro La mujer silenciosa: Sylvia, describe a la poeta como un “testamento poético imposible de desentrañar de un todo, donde cada palabra parece encerrar una clave y un enigma.

Críticos literarios como Harold Bloom y Camille Paglia han coincidido qué “en Ariel, su obra más emblemática, el lenguaje está cargado de una belleza perturbadora, un torrente de imágenes viscerales”. Lady Lazarus, Espejo, Papá, son poemas que laceran, que pasean al lector por la geografía del dolor con una pasión quirúrgica.

Su dominio del ritmo, cadencia y la capacidad para la metáfora, la convirtieron en una de las voces más influyentes de la poesía confesional.

Entre sus mejores poemas está el que copiamos a continuación:

LÍMITE

La mujer se ha perfeccionado.

Su cuerpo

Muerto luce la sonrisa del acabamiento.

La ilusión de un anhelo griego

Fluye por las volutas de su toga,

Sus pies

Descalzos parecen decir:

Hasta aquí hemos llegado, se acabó.

Cada niño muerto, enroscado en sí,

Una serpiente blanca, uno a cada lado de

Su jarrita de leche, ya vacía.

Ella los ha plegado

De nuevo hacia su cuerpo, como se cierran

Los pétalos de una rosa cuando el jardín

Se retesa y los aromas sangran

De las dulces y profundas gargantas de la flor de la noche.

La luna no tiene por qué entristecerse.

Está acostumbrada a ver este tipo de cosas,

Oculta bajo su capuchón de hueso,

Arrastrando sus vestiduras crepitantes y negras.

En su prólogo a Poemas reunidos (1981), su esposo, el poeta Ted Hughes escribe “en los últimos meses de su vida, Sylvia escribió como si estuviera iluminada por un fuego divino”. Tras la muerte de la escritora, publicó Cartas de cumpleaños (1998), donde reflexiona sobre su legado y relación con ella.

Plath evidentemente no escribía desde la calma, sino desde la tormenta. Su relación con Hughes fue una mezcla de pasión y sufrimiento en la que la traición y la distancia fueron desgastándola hasta que, finalmente, una mañana de febrero en 1963 cerró el circulo del destino con su propia mano. La muerte no la calló, su obra creció convirtiéndose en un símbolo, en un faro de la poesía confesional y de la literatura feminista.

Leer a Plath es adentrarse en una habitación cerrada, donde las palabras iluminan como brasas y el aire pesa. Es sentir la belleza y el horror danzar juntos en un verso, es comprender que cuando es auténtica, la poesía nos marca para siempre. En su dolor encontramos nuestras vulnerabilidades; en su voz, un eco que continúa susurrando en cada página que abre el alma hacia el abismo.

Lizamavel Collado

Política

Lizamavel Collado es periodista, gestora empresarial, especialista en programación macroeconómica, ingeniería financiera, derivados, presupuesto y gestión pública. Presidenta del partido Poder Ciudadano.

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