Analizaremos mecanismos que se encuentran tras la salud y la enfermedad, y que normalmente desconocemos. Nuestras enfermedades a menudo son una especie de equilibrio en nuestras vidas.
Es indispensable comenzar diciendo que tenemos una idea vaga de lo que somos, por lo que, aunque creemos que entendemos nuestros procesos biológicos, realmente tenemos inmensas lagunas en nuestros conocimientos o “cabos sueltos” que a veces nos desconciertan.
Para comenzar diremos que hemos aprendido a utilizar la luz, la electricidad, el magnetismo, la energía atómica y comenzamos a descubrir la mecánica cuántica que rige las partículas subatómicas, pero todavía no estamos seguros de lo que son esas energías de las que hemos logrado desarrollar aplicaciones.
Pero de igual forma, la parte consciente de nuestra mente es pequeña en proporción a la inconsciente. De nuestras funciones corporales, solo manejamos voluntariamente aquellas que nos permiten interactuar con el medio ambiente. En nuestras funciones internas, hemos desarrollado poco control voluntario, porque normalmente no pensamos en ellas y porque nadie nos enseñó que podíamos controlarlas, ni cómo podíamos lograrlo. Por supuesto, las limitaciones actuales del conocimiento humano producen bloqueos brutales en nuestras facultades. Antes la Fe nos alertaba sobre esos bloqueos mentales y, ahora, también la ciencia pura y la razón pueden ayudarnos a reconocerlos.
Lamentablemente, no son muchas las personas que entienden que nuestras vidas tienen propósitos superiores, que sectores de nuestra consciencia pueden comprender, a los que algunos autores han llamado supraconciencia, pero el nombre que se use es lo de menos. En algunas ocasiones, nuestra supraconciencia reconoce que nuestra vida se ha convertido en un disparate y decide que una enfermedad es conveniente. La Biblia presenta ideas como: nuestros males y enfermedades son consecuencia del pecado, e incluso señala que: “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Antes imaginábamos a Dios enojado con nosotros y castigándonos sin piedad por nuestras faltas, hoy entendemos que cuando violamos severamente las leyes de la naturaleza, del cosmos o de Dios, producimos grandes descalabros que generan energías compensatorias que nos afectarán, sin necesidad de que Dios se llene de ira contra nosotros. La anarquía no es lo típico de la evolución y, de una u otra forma, vemos un orden que hace que cada milenio o millones de años se perciba una tendencia hacia la perfección.
Lo que hablaremos a partir de ahora puede parecer complejo. Por lo que vamos a poner ejemplos que lo expliquen mejor.
Un hombre trabaja en una empresa. Al cabo de algunos años desarrolla una aversión a su labor, quisiera dejarla, pero no tiene un pretexto para hacerlo. De repente, le aparece una enfermedad que le limita y justifica renunciar a su trabajo sin que los demás se lo puedan reprochar. Se dedicará a narrar su situación que le limita y un buen observador podría notar que lo hace con una sonrisa en su rostro.
Una señora cree que sus familiares no la quieren y se limitan simplemente a utilizarla para resolver sus problemas. Al no sentirse amada, desarrolla una enfermedad con altos riesgos y de repente se convierte en el centro de atención de sus familiares. Tal vez ella se muestre tranquila, pero sus parientes no.
En los últimos años, pude escuchar a una pariente de mi familia paterna y a otra de mi familia materna decir: “ya esta situación no la voy a aguantar”. A ambas les había tocado atender a parientes cercanos en sus enfermedades terminales y expresaban que no estaban en la disposición de asumir nuevas cargas o retos. Lo que me llamó poderosamente la atención es que ambas habían expresado lo mismo, no sé si hablaban solas o conmigo, y ambas murieron pocos meses después. Con mayor frecuencia de lo que creemos, las personas nos avisan de una u otra forma cuando piensan morir. Tal vez no puedas entenderlo, pero procura recordar la última etapa de tus parientes fallecidos, normalmente se producen comunicaciones reveladoras en esos momentos.
Si prestáramos suficiente atención a lo que nos expresan nuestros familiares, sus muertes no nos causarían tanta sorpresa. Eventualmente pienso realizar una investigación sobre el tema, mientras tanto puede considerarse como una hipótesis.
Solemos pensar que nos enfermamos porque así lo dispone el destino o la mala suerte, aunque a veces reconocemos que tenemos cierto grado de responsabilidad en ello, pero estoy planteando que tenemos mucha más participación en el desarrollo de nuestras enfermedades de lo que imaginamos. Este planteamiento no busca que te sientas mal, sino que entiendas que, así como puedes contribuir al desarrollo de tus enfermedades también puedes mejorar tu salud. Pero, si crees que tú no puedes mejorar tu salud realmente no puedes. Sencillamente, lo que creas así será.
Muchos no podrían comprenderlo, pero frente a algunas situaciones de vida podría preferirse la enfermedad y la mente, sistema nervioso y procesos fisiológicos se coordinan para provocar alteraciones para enfrentar la situación que se considera intolerable.
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