El desarrollo de la industria armamentista es crucial para que los Estados Unidos mantengan el estatus de primera potencia. Con el avance de esta industria de muerte, los militares son colocados al frente de los más sofisticados artefactos bélicos.

Pero el ejercicio de la guerra provoca traumas a los militares. Y justamente es el caso que dispara las alarmas: luego de investigaciones realizadas por el prestigioso programa de televisión 60 Minutos, se descubrieron problemas de depresión que, según familiares y amigos, llevaron a la posterior muerte por suicidio de Brian Larkin. Joven de 29 años, exmiembro de los Navy Seals.

Y que según datos concluyentes de la universidad que estudia su caso, “encontraron cicatrices cerebrales, por los años que él llevaba expuesto a constantes armas de guerra”.

El Artículo 35 del Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra establece que “queda prohibido el empleo de armas, proyectiles, materias y métodos de hacer la guerra de tal índole que causen males superfluos o sufrimientos innecesarios”.

Es decir, que las conclusiones a las que hace referencia el programa se llevaron a cabo en el 2017 y arrojaron la existencia de “patrones similares, ante quienes han estado en contacto con explosivos de bajo nivel”. Afirmaciones que en concreto se corroboraron con otras investigaciones, que analizaron los cerebros de militares con igual patrón.

Al establecer dicho trabajo audiovisual la naturaleza de las causas de la muerte del soldado, el negocio de las guerras y la cuestionada seguridad de los hombres y mujeres al frente. Y al mismo tiempo la tecnología avanza, para crear armas cada vez más potentes y con capacidad inteligente que alcancen objetivos con gran precisión.

El trabajo investigativo manifiesta la consternación de la familia del veterano en materia de la ausencia de regulaciones que garanticen la seguridad de sus alistados en materia de salud mental. Y abogan por normativas especiales. Pero el problema no radica ahí; según la investigación, las instituciones dan de baja a sus veteranos cuando estos presentan situaciones postraumáticas. Aun así, no se les ofrece un seguimiento, se les abandona a su suerte.

Ya que el mismo país que invierte millones de dólares para construir armas no le interesa desclasificar información relacionada, -por ejemplo- a armas acústicas y los conocidos daños que estas provocan; dentro de los cuales está la activación de ondas cerebrales que impiden el sueño o, pérdida de la memoria y zumbidos.

Que, según los familiares de Larkin, fueron patrones de comportamiento que este comenzó a experimentar. Y que le desencadenaron múltiples problemas asociados con patrones y conductas autodestructivas, como la depresión y el aislamiento, que le quitaron la vida al joven Larkin y probablemente a muchos más.

Si bien es cierto que nunca podamos saber qué ocurría en la cabeza del veterano, la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) y el Congreso son responsables por el peritaje a favor de las víctimas. La causa de su muerte. Y del sometimiento de propuestas congresuales que revelen todo sobre las armas.

Para que así la cruzada que mantiene la familia del fallecido veterano logre concienciar a la población militar sobre los peligros a los que ellos se exponen. Y para quienes anhelan una carrera militar, se les garantiza su seguridad. De momento, el avance del desarrollo de armas cada vez más dañinas no tiene controles que ayuden a resguardar a quienes sacrifican sus vidas por esta nación.

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Miosotis Ledesma de Jesús

Abogada y comunicadora

Miosotis Ledesma es abogada, comunicadora y trabaja en relaciones publicas,

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