Hace apenas unos días leí con serenidad y ninguna prisa la significativa obra” Razonando la palabra” del buen poeta, narrador, ensayista, articulista, filósofo y crítico literario Julio Cuevas, gran conocedor de la historia, la cultura y el folclore dominicano.
Diríase, con toda seguridad, que se trata de una valiosa obra de elevado nivel estético, hermenéutico, cultural y visible variedad temática.
Su lectura, atenta y desprejuiciad, no se puede menos que decir resulta educativa, orientadora y enriquecedora en tanto proporciona ideas, conceptos, argumentos y visiones de escritores, principalmente dominicanos y algunos del extranjero.
No sin lucidez ni sabiduría, Cuevas Razona la libertad, la lengua, lo político, la globalización, el cibermundo, el valor de pensar, la lectura, el discurso identitario, los retos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), durante y después de la pandemia; el modernismo, el Taller César Vallejo, el postumismo, la cultura, el folclore, la literatura infantil, Juan Criollo y otras Antielegías, así como el concepto de creatividad y estrecha relación que se entre filosofía y literatura.
Además de esos y otros temas, Cuevas aborda consideraciones, al menos, de capital importancia.
Los temas que integran la obra” Razonando la palabra” están estructurados con elegancia y profunda unidad de sentido. Para entenderlos en sus más ínfimos de talles, Cuevas los razona, con reposada calma y certeza perceptiva.
Como se habría de saber, procuramos razonar bien para entender, quizás, mejor. Por tanto, si no existiese la razón no habría posibilidad alguna de reflexionar, ni, mucho menos, de aclarar y comprender.
Consciente de eso, Cuevas razona bien la realidad, la cultura, las palabras e incluso la propia razón.
El sabio filósofo Immanuel Kant, de suyo, concibió tres facultades fundamentales del conocimiento:
- La sensible, en la cual confluyen el caos de sensaciones y percepciones que tenemos de los objetos y cosas reales
 - La del entendimiento, en la que hay doce categoría o conceptos vacíos.
 - Y, por último, la de la razón, que, según Kant, es la que, sin dar de lado a las anteriores, proyecta, clasifica, discierne y analiza; pero sin la más mínima probabilidad de saber todo.
 
Ahora bien, a pesar de esa limitación, la razón es dadora de saberes relativos y fidedignos.
Sin el menor rubor, ni asomo de duda, percibimos, conocemos y, sobre todo, tenemos plena conciencia del aquí y el ahora, justamente, por que razonamos. Si no fuese así, viviría sin saber de mí, ni del otro. Tan poco de la de realidad que me circunda.
Por consiguiente, se podría decir, con toda propiedad, que razonamos y luego, sabemos de nuestro existir.
Allá, en la lejana antigüedad griega, Sócrates reconocería su no saber. De ahí que dijese “Yo solo sé que no sé nada”. Significa, entonces, más que nada, que el saber consciente del no saber es, de por sí, un saber confiable y racional.
A sabiendas de ello, Cuevas, como el inmenso Borges, razonaría con la imaginación, claro, desde la razón misma.
Por eso, razona con prudencia y aguda criticidad los temas que conforman su obra” Razonando la palabra”.
En verdad, si no tuviese la capacidad de razonar, me perdería entre brumas de confusiones y no sabría, siquiera un ápice, de la realidad donde vivo y realizo los proyectos existenciales.
Cuevas, diferente a Chantar Maillard (defensora de la razón estética) y María Zambrano (la cual creyó en la razón poética), haría su puesta por la razón analítica, crítica y reflexiva.
Por tal motivo, su no poca excelente obra ”Razonando la palabra” constituye un valioso aporte a la cultura nuestra. De ahí que sea indispensable estudiarla e interpretarla, reflexivamente, una y otra vez.
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