Aunque se produjeron juegos de béisbol profesional en las décadas del 20 y del 30 en Dominicana, es a partir del 1955 que se retoma su sistematización con la creación de la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana.  En Baní, como en otros pueblos del país, antes que eso, el beisbol profesional que seguíamos con locura era la pelota cubana.  El Almendares, La Habana, Cienfuegos y Marianao eran equipos presentes por las noches a través de Radio Habana.  Yo era almendarista.

Pero la pasión de los pueblos a nivel deportivo era su selección local de beisbol amateur, los intercambios y los campeonatos regionales-nacionales, donde predominaba una rivalidad histórica.  En el Sur, eran sobresalientes los encuentros entre San Cristóbal, Baní, Ocoa, Azua, San Juan y Barahona. Había peloteros en diversas épocas que eran verdaderos ídolos locales-regionales como, por ejemplo, Guicho Subero en Ocoa, Cacata Cabrera en Barahona, los Hnos. Suárez en San Juan de la Maguana, Óscar Mir Flores en Baní y Julio Solano en San Cristóbal.

Aparte de la selección de beisbol de Baní, el mejor equipo de la provincia Peravia era el de Nizao, donde era inolvidable la legendaria figura de Emilión, un receptor de seis pies y dos pulgadas de estatura, con más de doscientas libras; cuando el lanzador estaba descontrolado, se quitaba el guante y “quechaba” a mano pela hasta que este se recuperara.  Sobresalía, además, el carisma de los hermanos Salazar.  Con mi tío Gollo, miembro de la selección banileja, presencié varios juegos en Nizao debajo de una mata de mango mameyito, situada cerca del terreno de juego.

En Nizao, en tiempo de la colonia española, Diego Colón era propietario de un molino azucarero a la orilla del río en el enclave Haina-Nigua-Nizao, centro de la primera industria azucarera de América. Al quebrar este producto en el mercado internacional, surgieron los hatos ganaderos como expresión económica-social y, finalmente, Nizao se convirtió en un paraíso agrícola de la producción de arroz, cebolla, ajíes, tomate, yuca, plátano y frutos menores.

Su hijo, Vladimir Guerrero Jr., continúa el legado con luz propia en el béisbol norteamericano

Una hermana de mi abuelito paterno, Juana Tejeda, vivía frente al parque, pero mi fascinación era una iglesia pequeña, hermosa, con un impresionante óleo de Eligio Pichardo, que, al entrar sus creyentes sobrecogidos, la Virgen de las Mercedes, la patrona, les daba la bienvenida con una sonrisa cómplice de unos vitrales fascinantes con destellos de colores mágicos iluminados con la luz de un sol que señala a lo infinito.

Aunque ya no está en el Ayuntamiento, veo caminar por sus calles a su alcalde histórico, el profesor Clovis Reyes, acompañado de Virtudes Álvarez, ejemplo de mujer revolucionaria, de la valiente comunicadora Altagracia Salazar, mi prima, y de Marileidy Paulino, campeona mundial de los 400 metros planos, orgullo nacional.

Hago catarsis de recuerdos en una creativa y original comparsa de carnaval que asesoré dos veces junto con Radhames Villar.   Acorde con la tradición de la pasión de las nizaeras y los nizaeros por el beisbol, varios de sus peloteros han trascendido profesionalmente, brillando incluso en las Grandes Ligas en Estados Unidos, como es el caso de Deivi Cruz, Efraín Valdez, Winston Guerrero, Vladimir Guerrero y su hijo Vladimir Guerrero Junior, estrella con luz propia en Norteamérica.

De todos los peloteros, el más grande ha sido Vladimir Guerrero, elevado al Salón de la Fama de Cooperstown, Estados Unidos, el 24 de enero de 2018, pero además en su brillante y productiva carrera fue en una oportunidad el jugador más valioso de la Liga Americana, ocho veces ganador del Silver Slugger Award, 2 veces jugador del año de las Ligas Menores, Novato del año de la Eastern League y Premio Edgar Martínez como el mejor bateador designado de las Grandes Ligas.

Su carrera profesional estuvo marcada por logros excepcionales y una humildad ejemplar. (Archivos del autor).

Se retiró con un promedio de 318 de por vida en el beisbol norteamericano, con 2590 incogibles, 1496 carreras empujadas, 449 cuadrangulares, 1320 carreras empujadas y 181 bases por bolas, números obtenidos con los equipos de Montreal Expos, con los que debutó en 1996, Los Ángeles de Anaheim, Texas Rangers y Baltimore Orioles.

Fue electo en ocho oportunidades para participar en el juego de estrellas y es líder en hits entre los peloteros dominicanos que han participado y participan en las Grandes Ligas.  Se desempeñó como jardinero derecho y bateador designado durante 16 temporadas, siendo considerado uno de los bateadores más temidos en toda la historia del beisbol.  Su brazo ha sido uno de los más potentes que ha existido; fue considerado el bateador más grande de bolas malas que su bate convertía en la mayor parte de las veces en “buenas”, al caer la bola donde no había nadie.

Don Gregorio no solo lo vio nacer, también lo vio regresar con orgullo

Vladimir, alias Viadys, nació y se crio en Don Gregorio, en Nizao, municipio de la provincia Peravia y, por amor a su terruño, a pesar de sus millones obtenidos, ha vuelto para vivir en su Don Gregorio del alma y eso lo ha hecho para mí tan grande como todos sus logros como pelotero, mostrando a un ser humano superior que define el valor de la humildad y de lo trascendente, con conciencia de las dimensiones negativas de la vanidad y de las apariencias, sobrevalorando las sublimes esencias de la vida.

Además, Vladimir ha sido premiado por el altísimo y por la vida, con un hijo-orgullo, fiel heredero de un guerrero como su padre, siguiendo los pasos exitosamente de un gigante. ¡Bendito sea Dios!

Vladimir es un orgullo nacional, un atleta-ejemplo, único, irrepetible, patrimonio de don Gregorio, de Peravia, de Baní y del país, que en la lucha contra el olvido siempre debe ser recordado, el cual vive en el corazón del pueblo y en las dimensiones históricas de la patria.