¡¡Fueron Verdaderos Mártires!! Llegaron llenos de patriotismo. Fue el caso de los expedicionarios de junio de 1959, que vinieron desde Cuba a derrocar la dictadura de Trujillo.
Pero… ¿Tendría Cuba otro régimen y además la República Dominicana si ellos hubiesen triunfado? El caso despierta muchas interrogantes.
En la historia dominicana existen momentos que, aun sin haber ocurrido como se planearon, definen el rumbo de la nación. La expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo de junio de 1959 es uno de ellos.
Su derrota marcó la continuidad de la dictadura de Rafael Trujillo hasta 1961, la posterior transición democrática y, en última instancia, el camino que permitió construir la República Dominicana moderna del siglo XXI.
Sin embargo, si aquella incursión guerrillera hubiese triunfado el destino nacional habría sido profundamente distinto. A la luz de la historia comparada y del contexto geopolítico de la época, el país habría quedado atrapado en un modelo semejante al que hoy, en 2025, mantiene a Cuba en una crisis económica, política y social sin salida.
La hipótesis se sostiene en tres elementos: el carácter ideológico del movimiento insurgente, la influencia decisiva que Cuba habría ejercido sobre cualquier gobierno surgido de esa victoria, y el rechazo firme que Juan Bosch —el futuro líder democrático de la nación— mantuvo siempre frente a la vía armada y frente a cualquier forma de totalitarismo marxista-leninista.
Juan Bosch y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) repudiaron desde el principio la expedición de 1959. Bosch era un demócrata convencido, formado en el humanismo liberal y en el constitucionalismo moderno, adversario del comunismo soviético y crítico precoz de la evolución autoritaria que empezaba a definirse en la Cuba revolucionaria desde los primeros meses de 1959.
Los mismos grupos de izquierda procastristas dominicanos cuando Bosch era presidente preparaban un levantamiento guerrillero a imitación de las guerrillas que en Venezuela estaban levantadss en armas contra el Gobierno civil y democráticamente electo de Rómulo Betancourt.
La lealtad doctrinal de Juan Bosch provenía del sistema democrático cubano anterior al golpe de Batista en 1952, cuando sirvió al presidente Carlos Prío Socarrás. Por ese pasado —y por su pensamiento— Bosch nunca habría encajado en un movimiento armado influido por Fidel Castro ni por los sectores revolucionarios más radicales del Caribe.
Si la expedición de junio de 1959 hubiese logrado establecer un foco insurgente victorioso y si el Ejército Nacional y el aparato militar trujillista se hubiesen derrumbado, el escenario inmediato habría estado inevitablemente marcado por la influencia cubana. La Revolución de Fidel Castro, triunfante apenas unos meses antes, buscaba extender su modelo político por el Caribe y veía en la República Dominicana —por su posición geográfica y por el simbolismo de una insurrección exitosa— un objetivo estratégico de primer orden.
Manolo Tavárez Justo, las Hermanas Mirabal y varios de los jóvenes revolucionarios dominicanos mantenían simpatías hacia la gesta cubana, aunque no fueran comunistas en sentido doctrinal. Esa afinidad, bajo la presión internacional del momento, habría sido suficiente para que Cuba intentara orientar el proceso político dominicano hacia un modelo socialista de partido único.
En ese contexto, Juan Bosch no habría tenido espacio político. La nueva dirigencia insurgente —fuertemente inspirada por la Cuba de 1959— habría visto en Bosch a un demócrata reformista incompatible con un modelo revolucionario.
Lo más probable es que Bosch hubiese sido marginado, prohibido de regresar al país, vigilado como elemento moderado o incluso acusado de representar la “democracia burguesa” que la revolución cubana quería destruir en todo el continente.
Igual que sucedió en Cuba con los líderes moderados del Movimiento 26 de Julio y con las figuras cívicas no alineadas con el marxismo-leninismo, Bosch habría sido neutralizado o expulsado, no incorporado al gobierno.
La República Dominicana habría entrado entonces en un proceso de ruptura total con los Estados Unidos. Washington habría reaccionado con extrema severidad ante un gobierno revolucionario dominicano influido por Cuba. El Caribe ya era en 1959 un teatro estratégico de la Guerra Fría, y un régimen insurgente dominicano habría sido considerado una amenaza aún más grave que la propia Cuba.
Las sanciones, el aislamiento, el bloqueo económico y la presión militar habrían sido inmediatos. Sin infraestructura económica, sin industria consolidada, sin reservas productivas y sin el nivel de desarrollo previo que Cuba tenía en 1959, la República Dominicana habría caído en una pobreza generalizada y en una crisis estructural mucho más aguda que la cubana.
El país no tenía en 1959 ninguna de las condiciones que le permitieron a Cuba soportar seis décadas de crisis: ni subsidios soviéticos multimillonarios, ni una infraestructura moderna preexistente, ni una burguesía industrial urbanizada, ni una red educativa consolidada, ni un liderazgo carismático unificado.
La República Dominicana de 1959 era una sociedad rural, pobre, con un Estado débil y con enormes fragilidades internas. Un régimen revolucionario habría destruido la incipiente economía nacional, desmantelado el turismo naciente, eliminado la empresa privada, paralizado las exportaciones y militarizado totalmente la vida social.
En un escenario así, los efectos acumulados durante seis décadas habrían sido devastadores. En 2025, la República Dominicana sería un país empobrecido, sin libertad económica ni política, sin turismo, sin zonas francas, sin inversión extranjera, sin remesas masivas y sin crecimiento sostenido.
El país habría experimentado una emigración desbordada hacia Puerto Rico, Venezuela y Estados Unidos, superando incluso el éxodo cubano. Se viviría bajo un esquema de partido único, con una economía estatizada, con salarios miserables, con racionamiento permanente, con cortes eléctricos diarios, con restricciones de movilidad, con represión policial y con un pueblo sometido al mismo nivel de privaciones que los cubanos han sufrido desde los años 60.
La República Dominicana que hoy existe —moderna, turística, económicamente dinámica, conectada con el mundo, plural desde el punto de vista político y con un sistema democrático electivo que, con todos sus problemas, funciona— no habría sido posible si en junio de 1959 hubiese triunfado la guerrilla inspirada por el ejemplo cubano.
El país habría terminado replicando un modelo de miseria estructural, aislamiento internacional y represión permanente muy semejante al que hoy vive Cuba. La historia real dominicana, con la caída del régimen trujillista en 1961 y con la apertura democrática de los años 60, impidió ese destino y abrió las puertas al desarrollo nacional que hoy, en 2025, es visible en cada aspecto de la vida cotidiana.
Ese contraste —entre lo que somos y lo que habríamos sido— confirma que la República Dominicana tuvo, en los momentos decisivos, la fortuna histórica de no caer bajo un régimen totalitario inspirado por la Revolución Cubana. La derrota de la expedición de 1959, aunque trágica, evitó que el país tomara un rumbo que lo habría condenado a décadas de penurias semejantes, o incluso peores, que las que han marcado la vida del pueblo cubano durante más de medio siglo.
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