Pedro Henríquez Ureña es el más trascendente intelectual dominicano a nivel nacional e internacional de todos los tiempos, sin lugar a ningún tipo de apelación. No obstante, en relación a la solidaridad internacional con las luchas de los pueblos, ese renglón indisputable le corresponde al Chino Viejo, banilejo, llamado Máximo Gómez. ¿Quiénes lo elevaron a esa categoría?  Sus contemporáneos dominicanos, los primeros que comprendieron su gloriosa reivindicación en la lucha revolucionaria.

Pedro Santana anunció de modo sorpresivo la anexión a España en 1861. En principio, el Ejército dominicano debió incorporarse a la malhadada estructura anexionista, luego cuando llegó el momento de enfrentar la anexión muchos militares se unieron al movimiento emancipador, tales como Gaspar y Juan Antonio Polanco, Lucas de Peña, José María Cabral, Antón Guzmán, Benito Monción, Gregorio de Lora, Pedro Ignacio Espaillat y Eusebio Evangelista entre otros. Una parte siguió el orden colonial que se pretendía imponer, entre ellos algunos participantes en la lucha por la fundación de la República, como Fernando Valerio, Manuel de Regla Mota, Francisco Salcedo, Juan Suero, José Hungría, Eusebio Puello, Román Franco Bido y Juan Esteban Ariza.

La Guerra Restauradora fue una revolución de las masas como sentenció el egregio líder civil de esa revolución Ulises Francisco Espaillat. Las insurrecciones populares en ocasiones tienen algunas dificultades de organización y disciplina, la Guerra Restauradora no fue la excepción.

En Baní el jefe militar del Sur, Pedro Florentino cometió atropellos contra la población banileja, que conllevó a muchos oficiales de esa zona no solo a mantenerse bajo la bandería anexionista, sino a retirase con las tropas coloniales cuando fueron derrotadas y se retiraron  a Cuba en 1865. En esa actitud se inscribieron Máximo Gómez, los hermanos Luis, Francisco y Félix Marcano, Modesto Díaz, Francisco Javier Heredia y José Valera.

¿Fueron cierto o no los desmanes atribuidos a Florentino contra la población banileja?  El general Manuel María Castillo reemplazó a Florentino en Baní, al tomar posesión de su jefatura en diciembre de 1864 lanzó un manifestó a la población banileja, realizando una correcta autocrítica, reconociendo las tropelías de Florentino, señalando:

“Banilejos: Vosotros fuisteis de los primeros en secundar el movimiento restaurador de la República; los crímenes de un malvado, afrenta de tan santo suceso os impulsaron a renegar y maldecir la revolución dominicana, lanzándoos en la vía opuesta del deber […] (Emilio Rodríguez Demorizi. Actos y doctrinas del Gobierno de la Restauración.   Academia Dominicana de la Historia.  Santo Domingo. 1963. p. 252).

De ese grupo de oficiales, con las excepciones de José Valera y Francisco Javier Heredia, todos los demás se integraron a la jornada independentista, sobresaliendo en la dirección militar: Máximo Gómez, Luis Marcano y Modesto Diaz. Marcano fue el comandante del Ejército rebelde cubano al momento de declararse la guerra, junto al Padre de la patria Carlos Manuel de Céspedes en octubre de 1868.

Gómez, en una valiente autocrítica, confesó que se persuadió que estaba en el bando equivocado cuando vio el trato que se dispensaba en Cuba a los negros esclavos:

“Cuba, país de esclavos; no había conocido yo tan fatídica degradante institución, y ni siquiera había podido tener una idea cabal de lo que era eso, tan fue así que me quede espantado al encontrarme en aquella sociedad donde se despreciaba y explotaba al hombre por el hombre, de un modo inhumano y brutal”.  (Emilio Rodríguez Demorizi. Papeles dominicanos de Máximo Gómez.  Editora Montalvo. Santo Domingo (C. T.) 1954.  p. 156).

La actitud heroica de los dominicanos en los campos de batalla fue seguida de modo plebiscitario por sus compatriotas, aun en medio de la tiranía de los seis años de Báez que limitaba las informaciones, especialmente de este tono. El periódico El Sol, dirigido por Javier Angulo Guridi, dejó plasmada para la historia la sensación de solidaridad de los dominicanos con sus semejantes que luchaban por la independencia de Cuba:

[…] ¿Cómo ocultar que nos sentimos tocados de noble orgullo al ver que el nombre de muchos dominicanos contribuye al brillo de las armas del Ejército Libertador? Prescindiendo de otros varios, citaremos cuatro, hasta ahora no abandonados por el Dios de los combates: Luis y Félix  Marcano, Modesto Díaz y Máximo Gómez”. (Emilio Rodríguez Demorizi.  Martí y Máximo Gómez en la poesía dominicana.  Editora Montalvo. Santo Domingo (C. T.) 1953. p. 13).

En aquellos momentos la guerra estaba limitada a Oriente, cuatro de las seis  jurisdicciones sublevadas eran encabezadas por dominicanos: Máximo Gómez dirigía en Holguín y Jiguaní, Luis Marcano en Manzanillo y Modesto Díaz en Bayamo. El Universal,  dirigido por el periodista cubano Federico Giraudy, informaba en 1872:

“La revolución cada  día más pujante: varios convoyes españoles han sido atacados y copados: Modesto Díaz, -Agramonte, Gómez, Jesús Pérez y Vicente García, hacen proezas de valor en sus respectivos distritos”. (El Universal.  Santo Domingo, 18 de octubre 1872).

Derrocado Buenaventura Báez la solidaridad con la revolución cubana, tomó mayor auge. El periódico colonialista de La Habana, El Diario de la Marina,  denunciaba que en Puerto Plata se ofrecía una gran solidaridad a los cubanos independentistas, manifestando:

“Es lo mejor que pueden hacer y quiera Dios que le sigan todos los patriotas de la manigua. En Santo Domingo estarán en su elemento. Así como así “Cuba libre no es otra cosa que un gran Santo Domingo”.

El Nacional,  de Santo Domingo, que había reproducido la nota del libelo colonialista, le respondía:

“Y  nosotros los de por acá agregamos: Así como así no dudamos que Cuba libre será el día que se independice otro gran Santo Domingo, porque aquí no se asesinan familias enteras ni a niños recién nacidos, como hacen los sanguinarios voluntarios, los defensores de la integridad nacional”.  (El Nacional.  Santo Domingo, 15 de agosto 1874).

Hasta 1874 los españoles habían logrado limitar la guerra en la zona de Oriente, construyeron una larga y poderosa barrera militar entre Camagüey y Oriente que los dividía del territorio occidental, donde ellos desarrollaban sus labores normales. Fue levantada la formidable trocha de Júcaro a Morón con 60 fortines y más de 10,000 hombres bien armados. La jefatura de Cuba Libre decidió extender la guerra hacia el occidente y Máximo Gómez fue escogido como el comandante del contingente invasor.

La histórica hazana de traspasar la Trocha se llevó a cabo en enero de 1875. Durante el operativo Gómez fue herido en el cuello y exigió que los médicos lo asistieran montado en su caballo, porque el proceso no podía detenerse. El historiador cubano Fernando Figueredo, apuntó que:

“Entonces fue cuando Máximo Gómez el dominicano, el mulato, el extranjero infame -epítetos con que lo honraban los españoles- recibió una carta de su paisano el brigadier Valera ofreciéndole, con autorización competente, el grado de Mariscal de Campo del Ejército español con tal que abandonase su posición en el ejército cubano; […] (Fernando Figueredo. La Revolución de Yara.   Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1972.  p. 87).

La prensa colonialista trató de desacreditar la proeza militar. El Constitucional, de Alicante en la metrópoli, publicaba un reportaje indicando un periódico de La Habana, “denunciaba”:

“Obedeciendo, como oportunamente expusimos a su plan preconcebido en Nueva York, y teniendo por móvil el incendio y destrucción de las valiosas fincas azucareras de las jurisdicciones de Remedios, Sagua, Villa Clara y Cienfuegos, atravesó la trocha Máximo Gómez. Inutilizar los recursos con que cuentan los leales, coger desprevenidas a las comarcas que se entregaban confiadas a las faenas agrícolas, sorprender al general en jefe de este ejército, […] (El Constitucional.  Alicante, 10 de marzo 1875).

Pretendían mantener a flote la economía colonial en el occidente, mientras reducían la guerra al oriente. Los rebeldes capitaneados por Gómez demostraron no era cierto la trocha era inexpugnable. La prensa dominicana liberada de la tiranía de los seis años, festejó en grande este nuevo triunfo de Gómez. El Nacional,  dentro de su cobertura a la nueva hazana,  reproducía una información del reaccionario Diario de la Marina:

“En la Revista que escribimos el 14 del mes que cursa dimos cuenta de la invasión de las Villas orientales por fuerzas rebeldes procedentes del Camagüey. Dijimos entonces que se dudaba si las mandaba Máximo Gómez o Pepe González; pero ahora podemos asegurar que pasaron la Trocha Máximo Gómez, Pepe González y Sanguily, principales cabecillas del Departamento centro. Su presencia en las Villas dice la importancia que han dado a la expedición y nos señala la necesidad de acabar con ella cuanto antes”. (El Nacional. 20 de febrero 1875).

En esos momentos era evidente se aproximaba el final del dominio colonial en Cuba, al extender la guerra hacia el occidente, demostrando que no era invulnerable la famosa Trocha. Pero las disensiones internas hicieron abdicar la revolución y se suscribió el pacto del Zanjón. Gómez salió de Cuba como parte de los acuerdos. En completa miseria, viajó a Jamaica, luego a Honduras. Con su principal discípulo Antonio Maceo, el Titán de Bronce, intentaron un fallido proyecto para reactivar la guerra patriótica.

Se trasladó a Montecristi a trabajar la tierra como un Cincinato. Cuando visitó la capital, la juventud en medio de la tiranía lilisista le hizo un recibimiento jubiloso, cuyo orador central fue el muy ilustre combatiente anticolonialista antillano Eugenio María de Hostos. La maledicencia lilisista, que se imponía en el control del Estado, lo apresó y de inmediato surgió un torrente de adhesión contra el ilustre prisionero. El Eco de la Opinión,  recogió para la posteridad la solidaridad militante de sus compatriotas:

“El sentimiento general y la afluencia continua de todo lo más selecto de esta sociedad al lugar de su detención y las innumerables tarjetas y cartas que recibía, han dado testimonio de que los hijos de ese suelo estiman en lo que vale a ese abnegado compatriota nuestro que, a más de su título de Jefe de una causa americana, une el de Generalísimo de los ejército de la República de Honduras, […] (El Eco de la Opinión.  Santo Domingo. 14 de mayo 1886).

El extraordinario genio político de José Martí emprendió una campaña de captación de recursos y organizó la nueva gran guerra de liberación, se trasladó a Montecristi a conquistar a Gómez para que asumiera la comandancia general de la insurrección.  El 24 de febrero de 1895, estalló en Cuba la «Guerra Necesaria», también conocida como El «Grito de Baire». Martí y Gómez habían quedado varados en Montecristi, pero con la solidaridad de dominicanos y cubanos que tocaron hasta las puertas del presidente Heureaux, se integraron de modo sorpresivo a la revolución. Pese a la irreparable pérdida de Martí, Gómez y Maceo demostraron que la victoria sería de los patriotas.

Ante la caída de Martí, la prensa colonial en Cuba lanzó el rumor que Gómez también sucumbió. El Listín Diario  al descartar tan interesada información, apuntaba:

“La bola de la muerte del Gral. Máximo Gómez, dígalo quien lo dijere, no cuela en esta sociedad, donde el que más y el que menos ve un poco más allá de sus narices. A otro perro con ese hueso, pues con mentiras no se hace patria”.

“Eso quisieran los eternos enemigos de la libertad: que cayera el machete del invicto general; pero no ha resultado, y muchas cabezas habrá el de cortar todavía”. (Listín Diario.  Santo Domingo. 26 de agosto 1895).

En el país se crearon una importante cantidad de clubes de apoyo a la lucha del pueblo cubano, comandada por el Generalísimo Máximo Gómez.  También teatros improvisados para recaudar fondos que eran enviados a los insurgentes. Veamos un listado de los clubes: Club Salvador, de Barahona; Club General Cabrera, de Dajabón; Hijas Beneméritas de Cuba Libre, La Vega; Centro Capotillo, Montecristi; Angel Guerra, Montecristi; Club 10 de Octubre, Puerto Plata; Comité de las Emigraciones Cubana y Puertorriqueña, Puerto Plata; Club Cubano de Puerto Plata; Veinticuatro de Febrero, Puerto Plata; Club Político Cubano Modesto Díaz, San Cristóbal; Hijas de Hatuey, Santo Domingo; Sociedad Benéfica Cubana, Santo Domingo.  (Emilio Rodríguez Demorizi.  Sociedades, cofradías, escuelas, gremios y otras corporaciones dominicanas.  Academia Dominicana de la Historia.  Santo Domingo, 1975.  pp. 221-223).  La gran coordinadora de las labores de apoyo era la Sociedad Amigos del País.

Entre las múltiples actividades de solidaridad, el cónsul de la monarquía hispana en la Capital estalló llenó de ira cuando se conmemoró el primer aniversario de la guerra, reclamándole a Lilís que en el acto se lanzaron epítetos contra su Gobierno. El autoritario gobernante que de modo secreto era solidario con la nueva jornada patriótica cubana, le respondió al cónsul estaba mal informado, acentuando que el asunto no fue tan alarmante. Para neutralizarlo, Lilís en su comunicación le informaba: “Ministro guárdeme el secreto. Yo mismo, desde la azotea de una casa vecina estuve vigilante las dos horas que duró el acto de anoche”. (Federico Henríquez y Carvajal.  Todo por Cuba.  Edición Municipio de La Habana. La Habana, 1948.  pp. 125-126).

En Montecristi se produjo otra protesta del cónsul español en la zona, ante una de las muchas veladas celebradas en apoyo a los patriotas cubanos, entre otros aspectos en la crónica de la velada se resaltaba:

“La simpática Lupita Montesinos apareció en el escenario en el cuadro plástico que representaba a Cuba redimida, y a sus pies Urbano Gómez, uno de los hijos de Máximo Gómez, representaba al patriota dormido en la manigua, en traje de campaña, con el fusil por cabecera, soñando con su Cuba adorada, con su Cuba Libre, que cree ver en su delicioso sueño, […] (Epistolario de Ulises Heureaux.  Archivo General de la Nación. Legajo marzo 1897).

En diciembre Gómez y Maceo emprendieron la triunfal invasión al occidente, llevando la guerra a todo el territorio cubano, evidenciando que la insurrección sería invencible. La hazana trascendió a nivel ecuménico. Un periódico español comentaba la crónica sobre el particular de un corresponsal del Standard,  periódico inglés:

“Manifiesta después el corresponsal del Standard  que, a pesar de todo esto, hay que confesar que la situación no ha mejorado. El general Weyler no pudo impedir primero que Máximo Gómez y Maceo se movieran desde la provincia de La Habana a la de Pinar del Río y a la de Matanzas, y que después Máximo Gómez se haya retirado en seguro hacia El Este y Maceo haya vuelto a Pinar del Río, teniendo en jaque considerables fuerzas del ejército […] (El Heraldo de Madrid.  Madrid, 18 de abril 1896).

El general cubano José Miró Argenter, apuntó para la historia el estilo de ataque del generalísimo Máximo Gómez en la heroica jornada: […] delante de la tropa, tieso, clavado en la montura, blandiendo el alfanje que usa”.  (José Miró Argenter. Cuba Crónicas de la Guerra.  Editorial Lex. La Habana, 1942. pp. 162-163).

La muerte en combate de Antonio Maceo provocó una gran manifestación de duelo entre los dominicanos. El eximio investigador Emilio Rodríguez Demorizi describió el panorama para la historia: “Durante muchos días no se oyó un piano, ni un fonógrafo, ni música algunas, ni hubo expresión que no fuera de tristeza”.  El historiador Manuel de Jesús Troncoso de la Concha destacó que en Santo Domingo residía un grupo de españoles con vocación colonialista que trataron de celebrar la muerte de Maceo y le salieron al frente un nutrido grupo de dominicanos y cubanos, originándose un gran altercado. (Emilio Rodríguez Demorizi. Maceo en Santo Domingo.  Fundación Rodríguez Demorizi.  Segunda edición.  Barcelona, 1978. pp. 190-191).

El cónsul español en Puerto Plata le comunicaba en abril de 1898 al presidente Heureaux lo acontecido en una manifestación solidaria con Cuba Libre, que fue reprimida por las autoridades locales, señalando: “El miércoles en la tarde se izaron aquí las tituladas banderas cubanas y hubo gritos de Cuba Libre”. (Epistolario de Ulises Heureaux.  Legajo abril 1898).

Tras la intervención de los Estados Unidos, el ambiente político sobre el tema cubano se tornó más exacerbado. El Listín Diario  publicaba una nota muy característica del momento de tensiones que se vivía:   “Nos dicen que anoche se perdió una bofetada en la barbería de Lechuga y que se la encontró un individuo que en ese mismo momento se complacía en insultar gaseramente a nuestro compatriota el Gral. Máximo Gómez. Que sierva de escarmiento”. (Listín Diario.  25 de marzo 1898).

Al finalizar la guerra, Gómez realizó su primera visita al país. En abril de 1900, el Listín Diario  recogió en sus paginas el recibimiento solidario de los dominicanos a su gran héroe en la justa causa cubana: “Que hermoso es llegar así aplausos, coronas, perseguidos por la admiración del mundo que no se cansa de enhebrar laureles y diamantes para su frente”. (Emilio Rodríguez Demorizi. Papeles dominicanos de Máximo Gómez.  p. 228).

El periódico discurrió sobre el recorrido a partir de la  llegada de Gómez al puerto hasta el local de la Sociedad Amigos del País, frente al Parque Colón:

“Desde que el General y su lujoso acompañamiento emprendieron la marcha por la calle de Las Mercedes, de tiendas, balcones y azoteas empezaron a arrojar manojos de flores sobre su cuerpo venerable. Esta lluvia de perfumes siguióle en todo su camino hasta su llegada al local de la Amigo del País”. (Ibíd.  p. 238).

El generalísimo regresó al país en febrero de 1902, y volvió a recibir otro homenaje apoteósico de sus compatriotas. El periódico El Día resumió en sus páginas la nueva manifestación de solidaridad: “Multitud de personas fueron a estrechar la mano grisosas del héroe de la epopeya cubana”. (El  Día.  Santo Domingo, 17 de febrero 1902).

Estas simples notas han sido escritas en solidaridad con la iniciativa legislativa que procura designar a Baní y sus municipios con el nombre de Máximo Gómez, en atención a la condición de ser esta provincia su querida patria chica. Justa iniciativa que en ocasiones anteriores ha sido bloqueada.

Si estas diligencias no prosperan a la memoria de Gómez no le afectará, este noble ciudadano asumió con humildad la propuesta del perilustre José Martí quien al solicitarle aceptara el nombramiento de comandante del nuevo Ejercito de Liberación de Cuba, le manifestó que el único pago que podía ofrecerle era la ingratitud probable de los hombres. Somos los dominicanos contemporáneos que creemos en la libertad e independencia de los pueblos, los que deberíamos autocriticarnos si de nuevo este proyecto es enviado al muladar.

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El mausoleo con los  restos de Máximo Gómez en el Cementerio Colón de La Habana, escoltado por las banderas de Cuba y Dominicana.

Santiago Castro Ventura

Médico e historiador

Médico, historiador.

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