En el mundo vivimos en circunstancias que el escritor inglés Charles Dickens describió en referencia al tiempo de la manera lo siguiente: “Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos.” Esta es la frase inicial de su novela Historia de dos ciudades. Es el mejor de los tiempos en el sentido de que nos permiten vivir en momentos cuando la historia cambia bruscamente; podemos observar los cambios transmitidos en vivo por la televisión o por las redes sociales. Es el peor de los tiempos porque se empieza a poner fin a un orden mundial al que sus beneficiarios se habían acostumbrado y pensaban que nunca cambiaría. Vivimos en momentos cuando se profundiza el cambio de época y nos deja sin la protección del Estado que supuestamente velaba por nuestros intereses. 

El contexto histórico de los cambios actuales

Para comprender el gran cambio de época en que vivimos y poder explicar por qué un sector de los estadounidenses vota contra sus propios intereses, necesitamos hacer un poco de historia. Veamos: Estados Unidos sale de la Segunda Guerra Mundial como un poder indiscutible en el Mundo Occidental que se presentó como el líder del “Mundo Libre” y promotor de la democracia liberal. Sin embargo, del dicho al hecho ha habido mucho trecho. En vez de promover la democracia se auspició a gobiernos autoritarios y algunas veces a dictaduras como la de Augusto Pinochet en Chile o Jorge Videla en Argentina, etc.  Luego de la guerra, Europa quedó ocupada militarmente y Estados Unidos procedió a aplicar el Acta de Recuperación de Europa, también conocida como Plan Marshall. Luego de la aplicación de este plan se creó la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN (1949), para proteger a Europa de un posible ataque de la Unión Soviética que había logrado sobreponerse a la ocupación alemana y perseguir al Ejército alemán hasta su propia tierra y derrotarlo. Esta derrota convirtió a la Unión Soviética en una ponencia que había que tomar en cuenta a la hora organizar un nuevo orden en la posguerra.

La ayuda estadounidense a Europa procuraba mostrar que su recuperación era un espejo que los soviéticos podían mirar y darse cuenta que el capitalismo era superior al socialismo. Lo mismo se hizo con la recuperación económica de Japón y Corea del Sur para que los chinos triunfantes con su revolución socialista de 1949 también pudieran ver que el capitalismo era superior al socialismo que se empezaba a crear en China.

La creación de un nuevo orden mundial a imagen y semejanza de Estados Unidos

A partir de su triunfo en la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos procedió a crear un nuevo orden y, además, redactaba las reglas del juego como se puede notar en la creación de la OTAN, el Tratado de Asistencia Reciproca de Rio de Janeiro, TIAR (1947). Este tratado decía que, si una potencia extranjera atacaba a un país de las Américas, todos se unirían para protegerlo, pero, esto estaba pensado para que a la Unión Soviética no se le ocurriera atacar a un país de nuestro continente. Esto quedó en evidencia cuando Inglaterra atacó a Argentina en 1982 por haber intentado recuperar las Islas Malvinas. Estados Unidos se puso del lado de Inglaterra y se olvidó del TIAR. La falta de credibilidad de Estados Unidos no es un asunto nuevo, sino que viene desde lejos y debemos tenerlo en cuenta a la hora de evaluar las relaciones de nuestra región con el gigante del norte.

El nuevo orden mundial también incluyó los Acuerdos de Bretton Woods (1944) para asegurarse de que se tenían un control sobre el comercio y la económica mundial. Asimismo, se creó el Banco Mundial, (1944), el Fondo Monetario Internacional (1945) y la Organización de las Naciones Unidos (1945). En pocas palabras, se crearon instituciones internacionales con reglas establecidas por Estados Unidos para construir un mundo a su imagen y semejanza. 

Hoy día estas instituciones siguen en pie y Estados Unidos sigue jugando un papel central en su organización y funcionamiento. Más importante aún, a nivel mundial, Estados Unidos tiene 750+ bases militares distribuidas en 80 países. Esta es una indicación de que habrá dominación imperial para rato. Sin embargo, como se verá más adelante, en términos de su economía, Estados Unidos está de capa caída y la propuesta de Donald Trump para reconstruir su base industrial es un reto difícil de lograr. Este y su equipo creen que aumentando los aranceles a productos extranjeros y ofreciendo incentivos económicos para que los capitales estadounidenses y de otras latitudes se trasladen a Estados Unidos. Según esta visión, de esta manera se crearía empleos y se volvería a una época dorada a la que los trabajadores, los sectores medios y la población en general desearían regresar.

La clase trabajadora y los sectores medios estadounidenses 

La clase trabajadora estadounidense se benefició de una manera inigualable porque en la posguerra su país se convirtió en la gran fabrica del mundo. Los sectores medios de la sociedad también se beneficiaron por la ampliación de una serie de programas sociales que protegían el tejido social. Estos programas iban a acompañados del impulso al desarrollo cultural del país y su proyección mundial a través del cine, la radio, la televisión, la prensa, los deportes, etc. En pocas palabras, se inició la americanización del mundo. Para el ciudadano promedio estadounidense, su país había alcanzado una gran prosperidad y pensaron que esta seria permanente, pero este era un sueño guajiro. Sin embargo, este período de época dorada se arraigó en la mente de los estadounidenses y esto le da mucho material para soñar. Sin duda, como veremos mas adelante, la actual gestión de Donald Trump utiliza esta gran época pasada con fines políticos.

La nueva política económica de Richard Nixon

En agosto de 1971 el presidente Richard Nixon anuncia el alza de aranceles y pone fin a los acuerdos de Bretton Woods y el dólar estadounidense pasa a sustituir el oro como reserva en los bancos centrales del mundo. De esta manera la moneda estadounidense adquiere un poder inigualable y Estados Unidos se asegura de seguir teniendo el control del comercio y la economía mundial. Este control permitía que Estados Unidos siguiera siendo la gran potencia, pese a los déficits comerciales que tenía con Europa y otras regiones. Estos déficits se resolvían porque los que exportaban a Estados Unidos reinvertían sus ganancias en los bancos estadounidenses. Por ejemplo, esto fue lo que sucedió con los petrodólares de Arabia Saudita y otros países miembros de la OPEC.

Lo que no se anunció con la nueva economía política de Nixon era que se iniciaba un nuevo modelo que empezaba a poner fin a la bonanza que habían disfrutado la clase trabajadora y los sectores medios. Sin embargo, pronto los capitales estadounidenses y europeos empezaron a resentir el costo de los programas sociales que se habían creado durante la época dorada. Europa también había vivido años gloriosos como se le conoce en Francia, pero pronto los capitalistas querían que se le redujeran los impuestos y que se abaratara la mano de obra. Como esto no se pudo hacer, emigraron a otras latitudes como México, China, la India, Brasil, etc. En el caso de Estados Unidos, entre 1980 y 2018 emigran unas 90,000 empresas a diversos países donde la mano de obra era más barata. Durante este período se produjo la desindustrialización de Estados Unidos y tanto la clase trabajadora como los sectores medios perdieron sus empleos o tenían que ocupar otros con mucha precariedad y pocas prestaciones. 

Los grandes partidos políticos estadounidenses: las dos alas de un mismo pájaro

En el curso de la desindustrialización estadounidense tanto demócratas como republicanos promovieron la política de apertura económica porque esta aseguraba que el dólar fuera la moneda de cambio en todo el mundo y que todas las transacciones comerciales que se realizaban fueran supervisadas a través del Código Swift (Society for Worldwide Interbank Financial Telecomunications). Todos los presidentes estadounidenses estuvieron de acuerdo en seguir la misma política y solo uno se propuso una política social que protegiera los derechos a la salud. Se trata de Bill Clinton durante su primera de dos gestiones (1993-2001). Clinton proponía que se fortaleciera el apoyo público al sistema de salud y quería que su esposa, Hillary, estuviera a cargo de este proyecto. Sin embargo, Robert Rubin, su secretario del Tesoro, le dijo que eso no era posible porque los tenedores de bonos de Wall Street no lo permitirían. Ahí quedó el proyecto social de Clinton y, en su lugar, propuso “poner fin al bienestar social como lo conocemos hasta ahora,” es decir, prácticamente desmantelarlo. La experiencia de Clinton debe tomarse en cuenta para evaluar el éxito o fracaso de los planes de Donald Trump. En apariencia un Presidente tiene mucho poder, pero este no se puede contraponer a los intereses del capital representado por Wall Street, sea del partido que sea.

Donald Trump y el regreso a una época dorada

La política económica propuesta por Donald Trump en cierta forma regresa a los principios que motivaron el “Shock” económico de Richard Nixon en 1971. Al igual que varios de sus antecesores, Trump promete el regreso de los capitales estadounidenses a su país, pero estos lo ven muy cuesta arriba por varias razones: 1) En Estados Unidos se ha descuidado la inversión en educación, ciencia y tecnología por muchos años. 2) La clase obrera estadounidense no tiene las calificaciones técnicas necesarias que necesitan las empresas. 3) La mano de obra en Estados Unidos es muy cara. Veamos un ejemplo: En Estados Unidos, en la industria automotriz un obrero gana 40 dólares la hora mientras que en México solo gana 8 dólares. Evidentemente, no conviene regresar a Estados Unidos. Suponiendo que el empresario recibiera grandes recortes en los impuestos y otras ayudas para reubicarse, emplearía robots para fabricar autos u otras mercancías. La promesa de Trump del regreso de las empresas no es factible en corto o mediano plazo. Dados los tumbos que ha venido dando su gestión en relación al tema de los aranceles, ningún empresario va transferir su empresa sin tener seguridad para su inversión. 

El costo político del regreso a la época dorada

La promesa del regreso a una época dorada es solo humo gris que se lo lleva el viento. Trump, un hombre sin experiencia en la política, pero sí un manipulador de audiencias televisivas, ha logrado hacer lo que los políticos no habían podido hacer: entusiasmar a las masas empobrecidas en base, no a una promesa real, sino a la añoranza de tiempos mejores.

Lo más interesante del caso estadounidense es que un personaje ajeno a la maquinaria del Partido Republicano ahora lo controla y haga lo que le de la gana con el consentimiento de ambas cámaras del Congreso de la Unión. Algunos comentaristas dirían que tiene secuestrado al Partido Republicano, pero diferimos de esta posición porque, en verdad, Trump aplica una política que los republicanos siempre quisieron poner en práctica, pero no lo podían hacer porque no tenían el control total del Congreso. Igualmente, los demócratas nunca estuvieron en desacuerdo con las políticas neoliberales como lo demuestra el caso de Bill Clinton, Barack Obama y Joe Biden. 

Por otro lado, pese al cuestionamientos de una parte del sistema judicial, Trump tiene la mayoría de ministros en la Suprema Corte de Justicia, lo cual le ayuda a solventar los escollos que pueda encontrar en el sistema judicial. Aun esta por verse hasta qué grado podrá controlar y hacer lo que quiera con las instituciones del Estado. Lo que sí parece estar claro es que ya ha empezado a pasar de lo que Guillermo O’Donnell llamaba democracia delegativa a un régimen autoritario con tendencias dictatoriales. En un régimen de democracia delegativa un gobernante electo hace lo que quiera y solo tiene los límites que le impone el periodo presidencial. En el régimen autoritario se puede dar el caso de que el gobernante viole la constitución y, entonces, se esté a un paso de establecer un régimen dictatorial. Lo que si se puede apreciar es una tendencia firme a manipular la ciudadanía a través de los medios tradicionales y digitales. 

La manipulación de sentimientos religiosos y racistas

En su promoción de una campaña para imponer su nueva política económica, Trump ha manipulado los sentimientos religiosos de los evangélicos y ha enaltecimiento a los supremacistas blancos empobrecidos por la desindustrialización de las últimas décadas. Este anima una cruzada contra la diversidad cultural, la igualdad de derechos y la inclusión, aludiendo que esta política discrimina a los blancos. Con este tema se ha enfrentado con las universidades, un bastión del pensamiento liberal. Por ahora, no se tiene claro hasta dónde llegará el conflicto, pero no cabe duda que ha puesto al sector universitario en entredicho con su gestión.

Asimismo, se promueve una política contra la migración y se expulsa a los inmigrantes indocumentados. En la actualidad los inmigrantes indocumentados viven en una situación de zozobra porque la policía migratoria les anda buscando por todas partes. De esta manera, Trump procura conseguir la simpatía de la clase trabajadora blanca empobrecida. Se utiliza a los inmigrantes como chivos expiatorios para crear la ilusión de que se procura ayudar a los ciudadanos estadounidenses. Lamentablemente, por ahora, la política de Donald Trump ha tenido cierto éxito aterrorizando a los inmigrantes, pero no esta del todo claro, si podrá mantener el apoyo de una población que enfrenta una inflación galopante.

Finalmente, el reto actual de Estados Unidos como imperio es que, contrariamente a la experiencia de los “Shocks” de Nixon en 1971, ahora tiene un competidor formidable que, a todas luces, promete superarlo. Se trata de China, el gigante asiático. Estados Unidos no tiene una varita mágica para detener el crecimiento de la economía china y su expansión por el mundo. En estas circunstancias, por ahora, solo nos queda pensar con Charles Dickens si este es el mejores o el peor tiempos” para la humanidad.

Emelio Betances

Emelio Betances tiene un doctorado en sociología por la Rutgers, the State University of New Jersey (1989) y se ha desempeñado como catedrático de sociología en la Universidad Autónoma de Puebla y la City University of New York (1982-1990). En 1990, funda el Programa de Estudios Latinoamericanos en Gettysburg College y lo dirige por 10 años. Luego se dedica a la docencia y la investigación sociológica. Sus publicaciones incluyen: State and Society in the Dominican Republic (Westview Press, 1995), En busca de la ciudadanía: los movimientos sociales y la democratización en la República Dominicana (Archivo General de la Nación, 2016), La Iglesia católica y la política del poder en América Latina: El caso dominicano en perspectiva comparada (segunda edición en español, Funglode, 2017) y, en colaboración con el Dr. Carlos Figueroa-Ibarra, compiló Popular Sovereignty and Constituent Power: Democray from Below (Palgrave/Mcmillan, 2016). En la actualidad, el Dr. Betances realiza una investigación sobre el movimiento magisterial en México.

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