Es una pena que no se enseñe filosofía en la educación básica, aunque sea mediante cuentos, relatos, fabulas y anécdotas. Sería un buen ejercicio social para inculcar valores tan necesarios y ausentes en estos últimos tiempos. Relatos y cuentos, por ejemplo, que nos remitan a la historia de nuestra nación, así como también de nuestra región y continente, y de otras latitudes y tiempos de la historia universal, no solamente desde el punto de vista histórico, sino del punto de vista filosófico. Porque además de comunidad somos humanidad, humanidad que se encuentra muy maltrecha estos últimos tiempos y me parece que ya es momento de empezar a rescatarla. Y es que los tiempos presentes han ubicado en la filosofía a la antiquísima, pero siempre vigente regla de oro de la moral, surgida naturalmente de las propias formas humanas de relación social, que aparece igualmente en diferentes latitudes que jamás tuvieron contacto unas con otras, por lo que se considera, tal como ya habíamos citado a Chomsky con respecto al origen del lenguaje, como un proceso de origen natural en el ser humano.
Es en la época axial, definida por el filósofo alemán Karl Jaspers, como el periodo que transcurre desde el 900 a.C. al 200 a.C., durante la cual apareció esta línea de pensamiento en tres regiones diferentes y separadas del mundo: China, India y Occidente. Junto a otros filósofos, Jaspers afirma que durante la era axial se establecieron los cimientos espirituales de la humanidad de manera simultánea pero independiente, en China, India, Persia, Judea, Grecia, y quizás también, aunque no lo mencionan, claro está por razones obvias, en las poblaciones ancestrales de Abya Yala, más tarde conocida como América. Entre las tradiciones filosóficas de notable influencia de estas regiones con esos niveles de antigüedad podemos citar el confucianismo y el taoísmo en China, el hinduismo y el budismo en la India, el monoteísmo en Israel y el racionalismo filosófico en Grecia. Florecimientos tardíos de la era axial se consideran el judaísmo rabínico, el cristianismo y el islam. En todas estas corrientes culturales de pensamiento filosófico se encuentran formulaciones y variaciones de la regla de oro de la moral, sin que haya habido contacto entre ellas hasta tiempos más avanzados, haciendo posible pensar en la hipótesis de que “les une una estructura antropológica de base que viene a la conciencia de los hombres de todas las sociedades, en un cierto nivel de desarrollo social y religioso”. http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-00622022000300219#:~:text=La%20regla%20de%20oro%20es,que%20te%20trataran%20a%20ti%2D.
Las dinámicas sociales, la producción especializada, el comercio e intercambio de bienes se convierten en caldo de cultivo para el pensamiento filosófico donde uno de los primeros en establecer la regla de oro es Confucio (siglos IV-V a.C.) cuando un discípulo le cuestiona qué enseñanza se podría practicar “todo el día y todos los días”, a lo que él responde: “tal vez el dicho sobre shu: nunca hagas a los otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Indica el hilo del método espiritual que él llamaba tao o camino. Shu se refiere a la consideración, es decir, compara con uno mismo sin verse como especial o privilegiado, sino relacionar la propia experiencia con la de los demás, significando la idea de Confucio que llama ren y que significa noble, digno, humano. En ese sentido promueve que, si deseas para ti consideración y reputación, entonces ayuda a los demás a conseguir lo mismo, si deseas que se tomen en cuenta tus méritos, entonces ayuda a que se tengan en cuenta los méritos de los demás, es la actitud en concordancia con el ren. Mencio (siglo IV a.C.) heredero de la senda confuciana resalta el ren como el intento de actuar con los otros como nos gustaría que actuaran con nosotros. Yendo de China a la India, por la tradición brahmánica del Mahabharata, la formulación de la regla de oro en Buda, en el siglo IV a.C., sentencia “no hieras a otros con lo que te hace sufrir a ti”, llamando siempre a la compasión.
Ya en Grecia, de la mano de Homero y Aristóteles, se notan los signos de la regla de oro en las relaciones de reciprocidad y amistad, aunque sin un enfoque normativo. En la antigüedad grecolatina, la regla de oro se presenta como una regla de coherencia o consistencia moral, sentenciando que para vivir mejor y de manera justa se debe no hacer nosotros lo que deploramos en los demás, según Diógenes Laercio.
Por su parte, en el judaísmo bíblico aparece el leit motiv fundamental para el cristianismo en Levítico 19-18, ama a tu prójimo como a ti mismo. O como aparece en el rabino Hillel, “lo que te resulta odioso no se lo hagas a tu prójimo”. Ya Jesús, en el contexto del sermón de la montaña, formula la regla de oro en forma positiva: lo que quieran que los hombres hagan con ustedes, hagan ustedes con ellos. En la Carta a los Romanos, San Pablo escribe que los paganos no estaban excluidos de la escucha y observación de esta ley moral que condensa esta misma regla de oro de la moral. Más adelante, en el siglo XVII, con Grotius y Hobbes se inicia la reflexión moderna sobre los fundamentos del derecho natural y de la vida social, que fundamentan dicha regla de oro como ley natural, desvinculándola de su ligazón cristiana, iniciando su difusión desde Inglaterra hacia los territorios colonizados bajo el principio de “do as you would be done by”, usada por los cuáqueros opuestos a la esclavitud de los esclavizados en los siglos XVIII y XIX.
Ya en el siglo XX la regla de oro juega un papel importante en los estudios de la génesis psicológica de los juicios morales con Piaget y Kohlberg, mostrándola como un “descubrimiento progresivo de la reversibilidad que caracteriza la noción de justicia, fruto de una maduración cognitiva y moral”. El filósofo contemporáneo Harry Gensler la señala como el principio más importante de la ética formal, cuando es bien usada y cumple con la coherencia lógica. Estos autores entienden la regla de oro más como un test de consistencia que como guía de acción, como llamada a la reflexión y razonamiento moral que como impulso empático. Y he aquí la razón de su quiebre como principio humano que motivó su surgimiento, donde claramente se visualiza su cualquierización como norma humana. Tuvo que ocurrir en Europa la terrible 2da Guerra Mundial para que se lograra universalizar formalmente la tradición del derecho natural con la aprobación en 1948 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, lo cual, sin embargo, como sabemos, no ha rendido los frutos esperados. Los derechos humanos deberían servir para la prohibición, o al menos para la normalización de aquellas acciones que no nos gustaría que nos hicieran, como, por ejemplo, esclavizarnos, torturarnos, encarcelarnos de manera arbitraria y que podamos tener una vida libre y digna, según mandaría una ética mundial.
Esta descomposición social y moral es justamente lo que trae a colación este tema de la regla de oro de la moral, posiblemente en sus dos formas, la negativa que reza, “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”, y en su forma positiva, “trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti”, una regla de empatía que parte del deseo-temor, y una regla de equidad o coherencia moral, que parte de un juicio de valor y que en su forma negativa se expresa “no hagas tú lo que reprochas a los demás” y en su forma positiva “trata a los demás de la misma manera que consideras que deberían hacerlo ellos”. Y es por eso que hago alusión a la cualquierizacion, al descricaje de que ha sido objeto esta regla de oro de la moral en nuestros días, donde la mentira, la simulación, la hipocresía, la intolerancia, el irrespeto y la falta de consideración hacia los demás se ha establecido y constituido como norma de comportamiento social, supuestamente justificada con el auge del individualismo. Algo que puede verse en la cotidianidad de hoy en día, en las relaciones familiares, en el vecindario, y hasta en la iglesia, donde si rompes o tapas una tubería, aunque sea accidentalmente, debe otro reparar el daño que has infringido. Y si nos vamos al aspecto institucional, sobre cómo funcionan las instituciones gubernamentales en el ejercicio de sus funciones públicas, lo mismo se encuentra que no son atendidos los reclamos de servicios públicos básicos a los sectores marginados, o se permite la violación de los espacios públicos a empresas y negocios que afectan la tranquilidad de los vecinos. O la violación de las líneas de peatones, por vehículos de cualquier tipo, impidiendo al transeúnte hacer un uso seguro de ellos. O lo mismo que entregar nuestros recursos naturales a los extranjeros y celebrar el día de la “independencia” cacareando que somos una nación soberana porque expulsamos del territorio ciudadanos a quienes no se le otorgan documentos por ser negros.
Casos habrá para un largo listado, pero los que ahora no cumplen o violan aquella hermosa regla de oro se cuentan por montones, como si la vigencia de esta simple norma de humanidad hubiese caducado. Y es que estoy hablando de la ética, definida por el diccionario de la Academia de la Lengua Española como el “conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida”, como “parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores”. Agrega el diccionario, para que quede más claro de lo que hablo y a qué me quiero referir, los sinónimos de “honesto, decente, honrado, íntegro, recto, puro”. ¿Se podría decir que en los tiempos presentes estamos viviendo de esta forma? ¿Y qué tal si analizamos qué está pasando? La ética también es la disciplina que “estudia la conducta humana en torno al bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, la virtud, la felicidad y la idea de deber”. También se encuentra interrelacionada la moral, como “conjunto de principios, juicios o pautas que regulan la conducta humana, relacionada con la ética como disciplina que estudia y reflexiona sobre estos preceptos”. De su lado, los valores éticos son los principios que determinan como se deben comportar las personas para actuar de la forma más correcta posible en cada situación. La justicia, el respeto y la responsabilidad son algunas de las conductas para obrar acertadamente en los distintos ámbitos de la vida, donde las personas nos vinculamos con otras tomando en cuenta cómo debemos tratarles y cómo obrar en temas que los relacionan y les son comunes, cualquier ámbito de la vida de que se trate, ya sea en la familia, la residencia, la escuela, la iglesia y el trabajo.
Es por esto que hago la sugerencia de que reiniciemos la inclusión de esta maravillosa regla de oro como anécdotas, fábulas y/o cuentos infantiles, en la educación, de tal manera que nuestros niños, jóvenes y adultos que se encuentran en estado de formación, puedan superar el traspiés de haber perdido o distraído de su conducta familiar, social y/o cristiana la tan antigua norma de humanidad como lo es la regla de oro: no hagas a otros, lo que no te gustaría que te hagan a ti.
Fuentes consultadas:
https://concepto.de/valores-eticos/
https://es.wikipedia.org/wiki/Era_Axial
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