El pasado lunes 17 se conmemoró el 50 aniversario del asesinado de Orlando Martínez, ejemplo de intelectual público indoblegable, del periodismo comprometido con la verdad, la honestidad profesional y la defensa de la justicia. También, de la rebeldía contra todo poder de vocación avasallante, sin importar signo o color político, un valor que defendió con una convicción y consistencia a tal punto que, como dice A. Camus, lo situó “por encima de sí mismo”. Por y con ese valor enfrentó la maquinaria de terror y muerte enquistada en las insondables entrañas el régimen de los 12 años de Balaguer, conocida y tolerada por éste. Con arrojo enfrentó las amenazas de esa maquinaria que terminó segándole la vida.
Orlando fue uno de esos jóvenes que llegaron a la militancia política bajo el embrujo de la década de los 60, la década de la consolidación y expansión de profundas transformaciones en las esferas de la política, de la cultura y de las luchas por la democracia. Tuvo la suerte de llegar a la militancia revolucionaria no solo impulsado por el ideal de justicia y libertad que signaron esa década, sino con una incesante y profunda búsqueda del conocimiento, de la verdad y la objetividad. Esas infaltables herramientas en la mochila de Orlando determinó la coherencia y limpieza de su rebeldía, expresada en un rostro generalmente serio y en una sonrisa, a vece tímida, pero en extremo cariñosa para con sus amigos, con los que compartía sus preocupaciones políticas e intelectuales. El resentimiento le fue ajeno.
Su avidez de conocimiento, su sólida formación cultural y política y su valentía y objetividad hicieron de él una referencia para el ejercido del periodismo en nuestro país. Su columna Microscopio, cuyos artículos están recogidos en un libro del mismo nombre, es un ejemplo. En uno de esos artículos, publicado en fecha 15 de enero de 1973 se expresan esos atributos, cuando refiriéndose al régimen de Balaguer dice con perspicacia: “Nos guste o no, este es el gobierno más estable de la última década”, recordando que lo había escrito una semana antes, agregó que algunos le pedían una explicación de ese aserto, diciendo que esa estabilidad la daban “las dificultades que concretamente existen en estos momentos para cambiar por otro el gobierno del Dr. Balaguer, ya sea por un golpe de Estado, un levantamiento revolucionario o unas elecciones generales”.
Para fundamentar su afirmación, hizo un exhaustivo análisis de la coyuntura del momento en la que destacaba: el sostén militar del régimen, la significativa debilidad de la clase obrera, la frustración política sectores de las capas medias antes muy activos políticamente, la desmovilización de los sectores marginados por la política de construcción del régimen que generaba empleos, la debilidad de la que llamó extrema izquierda por su falta de formación política y la debilidad del entonces PRD por su crisis y divisiones internas. Para lograr la profundidad de ese juicio, esa objetividad, se requería no sólo una sólida formación política/intelectual, sino valentía para enfrentar la subjetivad reinante en la generalidad de la oposición de centro como de izquierda. Era la coyuntura existente un mes antes de la acción guerrillera de Caamaño…
La agudeza de Orlando, el nivel de aceptación que tenían sus Microscopios en vastos sectores de la población puso el periodismo dominicano en su mejor momento en la lucha por la democracia en el país y sirvió de estímulo para que una generación de periodistas jugase ese papel estelar en la lucha por la democracia dominicana durante los 12 años de Balaguer y contra el posterior fraude electoral a Peña Gómez. En una entrevista que me hicieron ayer en la emisora Radio Santa María, me preguntaron que cuál hubiese sido la posición de Orlando sobre la situación actual que vive el país, respondí que él mantendría su rebeldía contra la injusticia y que seguro estaría en la misma lista en que la ultraderecha dominicana tiene a esos periodistas que hoy mantienen su lucha contra la impunidad, el respeto a los derechos fundamentales de la población y contra el odio y la xenofobia.
Finalmente, algunos dicen que Orlando se había alejado de su militancia en el PCD. No es cierto, él mantuvo su jerarquía en acuerdo a la especificidad de su trabajo. Como otros. Por nuestra amistad iniciada en sus vistas a Paris, donde yo era delegado de ese partido, al igual que él en la Federación Mundial de la Juventud Democrática en Budapest, mantuvimos aquí conversaciones sobre cuestiones partidarias hasta el día en que lo asesinaron. Como periodista, Orlando mantuvo la coherencia y el compromiso por la verdad, lo mismo que como militante sin ataduras a ningún dogma. 50 años después de ser asesinado su método de análisis mantiene su consistencia y vigencia.
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