La ciudad que encarna el espíritu del capitalismo global ha dado un giro histórico. Nueva York, símbolo del comercio y la especulación financiera, acaba de confirmar un viraje político que sorprende al mundo. La victoria de Zohran Mamdani, un joven de raíces africanas y asiáticas, militante de ideas progresistas y abiertamente socialista, marca el nacimiento de una nueva etapa en la política estadounidense.
No valieron las acusaciones de Donald Trump, quien lo calificó de “socialista-comunista”, ni la campaña de miedo impulsada por los grandes medios de comunicación. La ciudadanía neoyorquina, cansada de los abusos del dinero y de la desigualdad social, optó por el cambio. Mamdani no solo encarnó la esperanza de un sector progresista; simbolizó la irrupción de una nueva conciencia política que se abre paso entre los barrios obreros y las comunidades migrantes.
El poder del pueblo organizado
Desde hace años, los condados de Brooklyn, el Bronx y Queens se han convertido en laboratorios de organización comunitaria, donde sindicatos, movimientos de inquilinos, asociaciones juveniles y grupos migrantes han venido tejiendo una red de poder popular. La victoria de Mamdani no es casualidad: es el resultado de esa acumulación histórica de luchas y alianzas entre los sectores marginados.
En un texto anterior advertí la trascendencia de este proceso. Llamé a decenas de militantes de izquierda dominicanos a participar y apoyar esta causa. Sin embargo, como bien dice Rafael Chaljub Mejía, “la izquierda anda por un lado y el pueblo por otro”. Aun así, logré involucrar a familiares y amigos, entre ellos mi sobrina Jashira Rodríguez, quien nunca había participado en política. No solo votó, sino que se convirtió en una agitadora entusiasta, repitiendo una consigna que hoy resuena en toda la ciudad: “Necesitamos un cambio radical en Nueva York.”
Una nueva conciencia progresista
El triunfo de Zohran Mamdani tiene una carga simbólica y política que trasciende los límites de la ciudad. Nueva York, considerada la capital financiera del mundo, envía un mensaje poderoso: que hay otra forma de gobernar, más justa, humana e inclusiva. Se trata de un punto de inflexión que podría inspirar procesos similares en otras grandes urbes del planeta.
Pero el desafío real comienza ahora. Las promesas de equidad deben traducirse en políticas concretas en favor de los más vulnerables: vivienda asequible, transporte público digno, educación gratuita y acceso universal a la salud. Además, Mamdani deberá resistir la amenaza de Trump, quien ha insinuado la posibilidad de retener fondos federales a la alcaldía neoyorquina, repitiendo la vieja estrategia de chantaje económico contra las ciudades progresistas.
Un modelo para el país
El movimiento progresista que ha conquistado Nueva York debe entenderse no como una excepción, sino como un modelo de articulación política que combina la lucha electoral con la movilización popular. Su éxito radica en la organización de base, la defensa de las causas justas y la conexión emocional con las mayorías trabajadoras.
El triunfo de Mamdani muestra que el poder del dinero puede ser derrotado por el poder del pueblo. Que incluso en el corazón del capitalismo mundial puede florecer una alternativa socialista. Y que cuando la esperanza se organiza, se convierte en una fuerza invencible.
Nueva York ha despertado. Y con ella, una nueva conciencia social que puede transformar el destino de Estados Unidos y del mundo.
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