René Lavand, escritor e ilusionista argentino, escribió un cuento cortísimo pero de un inmenso mensaje, que de cierta manera inspira este latido.
El cuento se llama "Sabía que ibas a venir" y dice: Había terminado la guerra y un soldado le pide permiso al oficial para ir a buscar a su amigo que no regresó del último combate. El oficial le dice que no vale la pena, ya que seguro estaba muerto; sin embargo, el soldado fue por su amigo y regresó cargándolo, muerto. El oficial, al verlo, le dijo: "Te lo dije, era inútil que fueras", a lo que el soldado contestó: Se equivoca; cuando lo encontré, aún estaba vivo y alcanzó a decirme "sabía que ibas a venir".
La "idealización" de la amistad es algo hermoso, pero la realidad de los hechos es que encontrar a esta clase de amigo es casi imposible.
Cuando somos jóvenes, esa relación es más sólida y "quizás" estuvimos dispuestos hasta a perder la vida por los amigos, pero el tiempo, si uno logra sobrevivir, nos va "moldeando" en desapegos y realidades distintas.
Esos amigos reales no duran mucho. La vida cambia y uno tiene que "hacerse grande", responsable y enfocado en "qué" va uno a hacer para "financiarla".
La idealización de la amistad es algo hermoso, pero la realidad es que encontrar a esta clase de amigo es casi imposible
Es allí donde descubrimos la jungla y uno empieza, literalmente, "a romper cabezas". Machete en mano y solos, tenemos que trazar el camino que nos conduzca al próximo destino.
Los intereses se hacen otros y formamos nueva familia y con ella, toda la atención "amigar" se va diluyendo en la distancia. Ahora los hijos son la prioridad y por quienes daríamos la vida y todo lo que tenemos.
Pero el tiempo vuelve a hacer su trabajo y volvemos a la soledad insistente que nos persigue. Los nuevos amigos ya no son los jóvenes temerarios y dispuestos a quitarse el pan de la boca. Son unos viejos filosóficos, quejosos y amargados a los que nada les importa si estás bien o mal.
Lógicamente que hay excepciones para todo, pero la verdad es que uno está más solo que nunca y que ya no hay casi nadie que "vaya a venir" al rescate. Las ayudas serán limitadas y, con estas, se irá reduciendo el número "de amigos".
No va a venir nadie a salvarte ni tienen que hacerlo, porque la realidad es que somos seres individuales. Las personas exitosas están rodeadas de "intereses", grupos de "amigos" que reciben beneficios. Cosa que no le sucede a usted, ni a mí, ni a Juan de los Palotes.
La gente no termina nunca de buscar el bienestar y es lo que debe hacer. Pero eso no significa que la solidaridad se abandone. Tenemos que ayudar cuando podamos y abrazar a quien necesite el abrazo.
Siempre habrá un momento donde podremos brindar una mano, una palabra, un aliento. Aunque son cosas breves, sí colaboran en la desolación en que vivimos todos.
Nadie nos resolverá la vida, ni tiene que hacerlo; nadie es responsable de ello. Nos darán lo que les sobre y nunca debemos olvidarnos de que somos los únicos que en verdad "vendremos por nosotros".
Los únicos que enfrentaremos el momento final de nuestra existencia, los que cada noche nos pensamos, nos consentimos, nos abrazamos en meditaciones que nos "ayuden a entender" el discurrir de la vida.
No va a venir nadie, quizás a tu funeral, pero ya será muy tarde.
Cuando hayas aprendido a no esperar a nadie, estarás más cerca de ti, que al fin y al cabo, es lo único que tienes realmente. ¿Qué vas a hacer con eso? ¡Imagínate! Yo no te lo puedo decir, porque yo tampoco voy a venir. ¡Salud! Mínimo venidero.
Compartir esta nota
