Las lluvias de la tormenta tropical Melisa han saturado los suelos y presas, desbordado ríos y cañadas, y dejado al descubierto la fragilidad de nuestras infraestructuras urbanas y civiles. No es el agua la culpable, como bien recuerda Luis Carvajal, sino nuestra forma de ocupar el territorio. “La ocupación del territorio ha ignorado el mapa invisible del agua: sus drenajes naturales, la curvatura del relieve, la proximidad a ríos y cañadas”.
En consecuencia, cada tormenta encuentra ciudades vulnerables que multiplican el riesgo de inundaciones y pérdidas.
El problema no es la lluvia, es la falta de respeto por la memoria del agua. “El agua, bien comprendida y gestionada, es aliada; solo los humanos, con nuestras decisiones, evitamos que lo sea y la convertimos en amenaza.”
Melissa, como antes Noel, Olga y Laura, nos recuerda que el riesgo natural se convierte en desastre por la acción humana. Deslizamientos, cañadas ocupadas, drenajes obstruidos y residuos sólidos en los imbornales son síntomas de una relación conflictiva con nuestro propio territorio.
Como advierten el Comité Nacional de Lucha Contra el Cambio Climático (CNLCC) y el Instituto de Abogados para la Protección del Medio Ambiente (INSAPROMA), “los efectos del comportamiento errático del fenómeno climático Melissa obligan al país a evitar la creación de pasivos ambientales que pueden transformarse en peligros inminentes y permanentes para poblaciones y buena parte de nuestro territorio”.
En este contexto, resulta incongruente que Barrick Gold proponga una presa de cola húmeda para nuevos relaves en el país, cuando la propia empresa ha desarrollado y aplicado en otras operaciones el almacenamiento en seco. En una geografía tropical y sísmica, con lluvias extremas como las que hoy vivimos, la alternativa responsable es el depósito en seco con base impermeabilizada, drenajes, compactación por capas y monitoreo hidrogeológico.



La infografía y fotos que hemos compartido muestran la diferencia operativa y el menor riesgo ambiental del método seco. Aún estamos a tiempo de exigir un cambio de método antes de crear un nuevo pasivo que el territorio no puede soportar.
Nada de esto es inevitable. Si queremos ciudades resilientes debemos planificar por cuencas y no por parcelas; respetar la memoria del agua, protegiendo cauces, humedales y zonas de escorrentía; limitar la impermeabilización del suelo y promover infraestructura verde que absorba y retenga el agua; mitigar riesgos donde ya existen infraestructuras vulnerables, con drenajes, reforestación ribereña y parques inundables; y evaluar proyectos industriales y mineros bajo condiciones climáticas extremas, como los casos de Punta Catalina, con el rock ash, y Barrick Gold, con relaves sulfurosos, donde urge adoptar métodos realmente seguras para el depósito de residuos tóxicos.
Melissa no fue solo una tormenta; es un espejo. Nos muestra lo que hemos hecho mal y lo que aún podemos corregir. La naturaleza puede ser impredecible, pero la falta de previsión sigue siendo, invariablemente, humana.
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