El Tribunal Constitucional ha emitido este miércoles 30 de abril la sentencia TC/0225/25, mediante la cual prohíbe al Ministerio Público y dependencias utilizar públicamente  sobrenombres en sus expedientes judiciales porque, entiende, esta práctica vulnera la presunción de inocencia, la dignidad humana, el derecho al honor y el buen nombre de los procesados.

Tardía, pero trascendente, la decisión.

El TC ha acogido el reclamo del derecho de un ciudadano imputado en la sonada Operación Medusa (corrupción administrativa) y, al mismo tiempo, entraña aristas que rozan otras instituciones y el quehacer mediático donde, cuando conviene, siquiera insinuar censura previa rerpresenta una herejía (se apela al Art. 3 de la Ley 6132-62).

Y porque aunque sea sitúa el tema en el debate público, el cual debería incluir las personas sin prestigio económico y social.

La decisión fue adoptada ante la demanda interpuesta por el exprocurador general Jean Alain Rodríguez, para que el MP no siguiera designando Operación Medusa al proceso en su contra desde hace cuatro años.

El órgano estatal ha designado cada acusación de corrupción de las gestiones del Partido de la Liberación Dominicana y de juicios sobre narcotráfico con alias como: Medusa, Antipulpo, Nido, Calamar, Coral y Coral 5G, Caracol, Barril, Operación 13, Larva, Falcón, Iguana, FM.

A partir de la sentencia, se supone que los sobrenombres ya no serán usados por el MP, ni por los medios de comunicación, en tanto se expondrían a demandas judiciales por difamación e injuria con altas probabilidades de prosperar a favor del demandante.

Una mirada desde la comunicación permitiría trascender el aspecto anecdótico (ropaje) de tales conceptos para categorizarlos como dispositivos de connotación nada fortuitos orientados desde lo subyacente u obtuso a marcar a los sujetos mencionados en delitos e instalarlos negativamente en el imaginario colectivo.

Tales prejuicios, sin embargo, no se agotan en el ámbito del Ministerio Público y de los perfumados de la sociedad.

Igual panorama resalta en los reportes policiales y en otras historias periodísticas con el uso común de términos condenatorios y estigmatizadores referidos a “hijos de Machepa” que se presume inocentes.

En la terminología discreta de la Policía es muy recurrente el uso de apodos. Mejor se quedan los nombres y apellidos que los alias. Nunca faltan apodos como: Fulanito el violador, Sutanito pistola, Perencejito la perra, Mengano glock 19, Menganito cogevieja, Zutano crack, Pirín comefuego, Perengana la furiosa…

Cuando los perceptores son impactados por discursos mediáticos semantizados con estos apelativos es probable que los resignifiquen como casos de delincuentes peligrosos dignos de la peor cárcel o del cementerio.

De ahí la licencia social para “darle pa` bajo” pese a la presunción de inocencia y la necesidad de la “cosa irrevocablemente juzgada”.

En las aulas de Comunicación siempre recomendé a los discentes dudar y huir al facilismo de lugares comunes o frases hechas, para construir nuevas historias a partir de los reportes policiales, eliminando cualquier término que de manera manifiesta o implícita indujera a etiquetar al arrestado. En cambio, darle voz en lo posible al indefenso (la versión del preso vale si también es verificada).

En pocas palabras, no copiar los reportes oficiales porque la Policía, como otras instituciones y disciplinas, tiene su terminología discreta, y esta no coincide con la del periodismo, que tiene la responsabilidad, como servicio público, de informar a tiempo con veracidad para que la sociedad adopte decisiones oportunas. El mismo tratamiento para notas de prensa de otras instituciones y empresas cuyo contenido no necesariamente debe coincidir con los intereses colectivos..

La sentencia del TC evoca otros dispositivos de connotación de uso recurrente no menos perniciosos que condicionan a los públicos.

Generan actitudes negativas al ser repetidos en cada historia periodística, previo condicionamiento contextual, expresiones como: el dirigente comunista, pero no se dice el dirigente capitalista; el dirigente izquierdista, pero nunca se refieren al dirigente derechista; el líder negro, pero nunca líder blanco; aguas negras en vez de aguas servidas o residuales (inducen a desprecio por lo negro por la asociación con desechos); turba de facinerosos a un grupo que, con derecho constitucional, reclama la acción pública; llamar delincuente a quien se presume inocente hasta que se le demuestre lo contrario.

Si el mandato del TC no se agota con los juicios a poderosos y abarca al escenario de la urgente depuración y autorregulación de los contenidos de los medios de comunicación, estaríamos a las puertas de un paso gigante hacia el rescate del respeto al buen nombre y la imagen que merecen todos los ciudadanos del país (pobres y ricos, adultos mayores, jóvenes y niños), y hacia la garantía para acceder a información veraz y oportuna, sin manipulaciones perversas.

La situación actual de caos mediático luce insostenible, y los empobrecidos cargan el mayor peso cuando sus tragedias solo sirven de insumos para simular interacción y ganar rating, caricaturizarlos, revictimizarlos, usarlos… ahondar la desgracia que les echaron encima.

Tony Pérez

Periodista

Periodista y locutor, catedrático de comunicación. Fue director y locutor de Radio Mil Informando y de Noticiario Popular.

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