Se presume que sorprender para convencer es la misión de toda publicidad. La de Ediciones Cielonaranja, al contrario, se proponía informar que solamente habría treinta ejemplares del libro “Apuntes", del eminente médico psiquiatra petromacorisano Antonio Zaglul Elmúdesi. El objetivo era compartir, no vender.

La originalidad atrapó mi atención y luego —sin proponérmelo— le agregué otro objetivo. Conocer a Miguel D. Mena. Me creí que lograrlo sería una cosa fácil. Pero no.

En efecto, el muro de Facebook de Ediciones Cielonaranja promocionaba a principio de marzo pasado la puesta en circulación de “Apuntes”. El anuncio decía:

“Este sábado 8 de marzo fiestaremos con el libro en Mamey Librería Caribeña, de 5 a 7. Como evento central, presentaremos ʻApuntesʼ, de Antonio Zaglul, junto a Josefina Zaiter. Sólo haremos 30 ejemplares de esta tan significativa obra, clave para entender esa dominicanidad de a pie. Ahí nos vemos”.

El dilema era hacer el viaje a Santo Domingo solo por el libro o aprovechar para buscarlo cuando me tocara viajar por otras razones. Sin perder tiempo escribí un comentario debajo del anuncio de marras.

— Hola Miguel, estoy interesado en el libro, pero vivo en Santiago. ¿Cómo hacemos para que lo envíes? Me das el número de cuenta y el costo de todo para depositar cuanto antes.

Al día siguiente el tocayo Miguel D. Mena me llamó. Aunque el número me era desconocido de todos modos, respondí la llamada. Medio chivo, pero contesté.

— Saludos, quién me habla— pregunté.

— Oye Miguel Ángel, yo te leo los sábados, me gustan las cosas que escribes. Sobre el libro de Antonio Zaglul ya tengo el tuyo reservado. Cuando vengas a Santo Domingo me avisas para coordinar como entregártelo.

— No me dijo quién era, pero con ese mensaje todo se aclaró.

La espera tardó un mes. El 8 de abril tocaba viajar a la capital, para resolver dos asuntos que no viene al caso explicar. Así que, lo primero que hice fue informar a Miguel sobre el particular. Un ratito después D. Mena me llamó y dijo:

— Oye loco, quiero saber si cuando vengas puedes hacerme el favor de traerme un café que me dicen se consigue en Santiago.

— ¿De cuál café estás hablando? — pregunté.

— Mira, la marca es café El Cibao, creo que la fábrica está en Villa González.

— Si, lo conozco. En Villa González es donde lo procesan, ese es el café que se consume en mi casa. ¿Cuántos paquetes te llevo? — le dije.

—  Lo que tu puedas, con uno es suficiente — respondió él.

Coordinamos para juntarnos en la terminal de Caribe Tours, en la Leopoldo Navarro, esquina 27 de Febrero, cerca de donde vive Miguel. Pero el día 8 de abril sucedió la tragedia del desplome del techo de la discoteca Jet Set.

Las calles de la capital, en consecuencia, eran un solo tapón. El autobús, por ejemplo, tuvo que tomar un atajo para burlar —en parte— el atascamiento. Entonces el tocayo se fue a resolver otros asuntos. No sin antes avisar y pedir que lo llamara al llegar.

Para colmo, una de las diligencias debía resolverla en la calle Italia, próximo al Jet Set. Era cerca de la 1:30 de la tarde cuando entré a almorzar, en la Leopoldo Navarro. Desde ahí llamé al tocayo.

Miguel me explicó que vivía en San Carlos, cerquita de donde yo estaba. Sugirió que abordara un conchito —carro de transporte público— y que me quedara frente al Banco Popular y que entrara a la derecha. Así lo hice.

Al llegar al lugar indicado caminé una cuadra hacia la derecha, me detuve frente a un colmado, llamé al tocayo y él me dijo:

— Quédate ahí, ya bajo, voy a salir.

En la esquina había un señor flaco y moreno, sentado y recostado en el quicio de una puerta. Él preguntó, ¿a quién busca? Le explique que a Miguel D. Mena. Me dijo que vivía por aquí.

— Mire don, es ahí mismo, decía señalando con el dedo índice, donde está esa puertecita de hierro abierta.

No bien terminó cuando Miguel salió descamisado, ajustándose una franela. Entonces el caballero señaló:

— Mírelo, mírelo, mírelo ahí donde está, es ese gordito.

Le di las gracias al señor y avancé, entré a la casa, entregué el café y subimos al segundo piso. En una terraza comenzamos una tertulia larga y tendida.

Pasada las 4:00 de la tarde, Miguel me entregó el libro acordado y otro sobre postales antiguas de Santiago. Le pregunté cuánto le debía. Él respondió a secas:

— Deja eso así, loco.

Carajo, cuantas vueltas hay que dar para conocer el dueño de Ediciones Cielonaranja. Y nada más porque él es Miguel D. Mena.

Miguel Ángel Cid Cid

Municipalista

Especialista en fortalecimiento y planificación institucional, con experiencias exitosas en RD y Haití. Experto en resolución de conflictos y capacitación de jóvenes y adultos. Creador e impulsor de la primera experiencia de presupuesto participativo en Villa González, República Dominicana, recorriendo decenas de municipios promoviendo iniciativas de planificación estratégica y participación socio-política a nivel local.

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