A Luperón: mire usted, caballero, que su espada luce de–lo-más-que-se-yo en el museo, y el kepis floreado de dorado hizo moda algún tiempo, y a alguien le dio por blanquear la piel de sus retratos, y no se sabe a quién se le olvidó ponerle los faroles de 200 bujías a una estatua solitaria del Mirador esquina su avenida. Y hay quienes procuran atenuar el color de su antiimperialismo, y hay quienes lo definen como un gran socialdemócrata adelantado, y algunos hasta lo señalan como un gran general adinerado… (Pero sepa también que aquí sigue presente, vivo, actuante, un pueblo que sabe valorar y seguir su ejemplo).
Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.