En la República Dominicana, el concepto de “emprendedores públicos” ha emergido como una estrategia aparentemente lógica: que el Estado asuma un rol activo en el fomento del emprendimiento digital y la innovación tecnológica. No obstante, tras años de observar estas iniciativas, surge una paradoja fascinante y preocupante: mientras estas intervenciones estatales pueden fortalecer pequeños ecosistemas específicos, simultáneamente limitan el desarrollo amplio e inclusivo que tanto necesitamos.

La seducción de las victorias parciales

El Estado dominicano ha demostrado cierta capacidad para crear “islas de excelencia” cuando enfoca recursos en sectores específicos. La Estrategia Nacional para la Promoción de la Industria de Semiconductores (ENFIS), establecida por el Decreto 324-24, representa un ejemplo emblemático. Con objetivos ambiciosos como aumentar en 50% los graduados en STEM para 2030 y establecer tres zonas francas especializadas, esta iniciativa ha logrado atraer inversiones significativas como el centro de I+D de Eaton Corporation de $3 mil millones en Santo Domingo.

De manera similar, la Estrategia Nacional para la Exportación de Servicios Modernos ha mostrado resultados tangibles, posicionando al país en el puesto 24 globalmente en 2022 y 21 en 2023 en exportación de productos creativos. Estos casos sugieren que el emprendimiento público focalizado puede generar impactos positivos cuando se concentra en áreas bien delimitadas.

Pero aquí radica el primer problema: estas victorias parciales crean una ilusión de éxito que oculta las limitaciones estructurales más profundas.

Exclusividad disfrazada de inclusión

Lo que observamos consistentemente es un modelo restrictivo de acceso a oportunidades que perpetúa el “reciclaje de los mismos actores” en iniciativas públicas. En lugar de fomentar valor compartido, el enfoque se centra en la exclusividad, concentrando recursos entre grupos establecidos y limitando la participación de nuevos emprendedores y la comunidad empresarial más amplia.

Esta dinámica genera lo que podríamos llamar “feudalismo digital”: unos pocos señores tecnológicos con acceso privilegiado a recursos estatales, mientras el resto del ecosistema permanece marginado.

La paradoja de la inversión

Persistimos en priorizar inversiones en infraestructura física tangible sobre áreas críticas como capital humano, investigación y desarrollo, y activos intangibles. Esta desproporción es evidente en nuestra inversión en I+D, que representa menos del 0.1% del PIB, significativamente por debajo de promedios regionales.

Un dato que ilustra esta paradoja: mientras se habla de Inteligencia Artificial como prioridad nacional, la inversión proyectada en IA para 2024 fue de apenas US$10 millones, una cifra “insignificante” comparada con nuestro PIB de más de $68 mil millones. Esta inversión mínima nos condena a ser consumidores perpetuos, nunca creadores de tecnología.

Los “invisibles”: talento que se nos escapa

Uno de los fenómenos más preocupantes es el de los profesionales “invisibles”: dominicanos altamente calificados que, educados localmente o en el exterior, emigran o trabajan remotamente para empresas internacionales debido a la falta de oportunidades competitivas localmente.

Un ingeniero formado en Santiago puede terminar desarrollando algoritmos de medición del comportamiento para una startup en México sin haber tenido la oportunidad de liderar un proyecto similar en su propio país. Estos profesionales se vuelven “invisibles” al sistema nacional, contribuyendo mínimamente a impuestos locales mientras sus habilidades se exportan. Es el síntoma de un ecosistema que funciona como “fábrica de talento” para el mundo, pero que fracasa sistemáticamente en retener a sus mejores recursos humanos.

La fuga de cerebros es consecuencia directa de un ecosistema limitado y poco competitivo que no logra retener su talento, perpetuando un ciclo de dependencia externa.

El dilema se agrava cuando ese emprendedor regresa al país y descubre que, para poder reconectar con el ecosistema, la única opción viable parece ser la misma que aplican los demás: convertirse en emprendedor gubernamental. Una receta fácil en apariencia, pero que reproduce la dependencia y limita la innovación real.

La mentalidad de “país de papel”

Persistimos con regulaciones obsoletas y una mentalidad de “país de papel”, donde los procesos digitales aún requieren documentación física y firmas para validez legal. Esto sofoca la innovación y dificulta que las empresas digitales se formalicen y operen eficientemente.

Las regulaciones fiscales que clasifican software extranjero y servicios en la nube como remesas gravables o compras al exterior (con impuestos que pueden alcanzar el 40% del precio original) desalientan la adopción digital, especialmente para pequeñas y medianas empresas.

Esta carga fiscal penaliza a empresas locales que intentan competir con entidades más grandes que pueden absorber estos costos más fácilmente, creando una desventaja competitiva artificial.

Estrategias sin consulta real

Iniciativas como la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial (ENIA) han enfrentado críticas por períodos de consulta insuficientes y representación limitada más allá de empresas tecnológicas, arriesgando estrategias diseñadas para intereses específicos en lugar del beneficio social amplio.

La fragmentación de variables de innovación resalta la ausencia de un enfoque coherente y multisectorial. Esta aproximación genera colaboración insuficiente entre universidades, sector privado y gobierno, limitando la investigación aplicada y la creación de patentes.

A pesar de las inversiones, la República Dominicana ha experimentado un declive significativo en el Índice Global de Innovación (GII), cayendo del puesto 90 en 2020 al 97 en 2024, su posición más baja desde 2012. Esto indica problemas estructurales derivados principalmente del desbalance hacia infraestructura física en lugar de capital humano e investigación.

Hacia un nuevo paradigma: recomendaciones antes de consultar al GPT

1. Reequilibrar las inversiones

Necesitamos un cambio significativo de infraestructura tangible hacia capital humano, educación e investigación.

2. Democratizar acceso y oportunidades

Políticas que abran acceso a financiamiento, tecnología y capacitación para todos los emprendedores y PYMES, no solo unos pocos selectos.

3. Fortalecer la gobernanza de datos

Establecer un sistema robusto y transparente de datos abiertos, accesible y accionable.

4. Fomentar colaboración multisectorial Real

Construir alianzas sólidas entre gobierno, sector privado y academia para co-crear soluciones a problemas locales.

5. Modernizar marcos regulatorios

Revisar políticas fiscales sobre software y servicios en la nube, y crear regulaciones integrales de datos y ciberseguridad.

¿Cuál es el futuro que elegimos?

El modelo actual de emprendimiento estatal, aunque muestra potencial en áreas nicho, inadvertidamente limita el desarrollo digital más amplio debido a su centralización, desbalance de recursos, falta de accesibilidad a datos, fuga de cerebros y obstáculos regulatorios.

La transformación real requiere un cambio sistémico: de la exclusividad a la inclusión, de la infraestructura física al capital humano, de la fragmentación a la colaboración. Solo así podremos convertir nuestras inversiones en innovación genuina y generalizada.

La pregunta no es si el Estado debe participar en el emprendimiento, sino cómo debe hacerlo para multiplicar oportunidades en lugar de concentrarlas. Esa respuesta determinará si seguimos siendo una fábrica de talento para el mundo o si finalmente nos convertimos en creadores de nuestro propio destino tecnológico.

Hoy, al observar el reciclaje de actores y las recetas repetidas, la duda sobre la sostenibilidad del modelo es inevitable. La innovación, para ser auténtica, no puede depender de estar “conectado” al Estado, sino de la capacidad del ecosistema para sostenerse y crecer por sí mismo.

Arturo López Valerio

Tecnólogo

Arturo López Valerio es pionero en Cloud Computing, eCommerce, Marketing Digital y el desarrollo de proyectos de alto tráfico en República Dominicana. Desde el 2011 opera en TABUGA, empresa que se dedica al fomento del conocimiento, la tecnología e innovación para la transformación y avance del crecimiento empresarial; llegando a desarrollar comunidades digitales, estrategias de marketing digital y emprendimiento con alcance de más de un millón de dominicanos. En 2010, fue designado como Experto Nacional para la República Dominicana por la WSA (World Summit Award) —la iniciativa de la ONU y su Alianza Global para las TIC y el desarrollo (GAID), que hace hincapié en la diversidad e identidad cultural, la creación de contenidos informativos variados y la digitalización del patrimonio educativo, científico y cultural. Ha publicado el libro “#Emprende: una guía para ciudadanos de a pie”, con consejos y experiencias para quienes han decidido iniciar proyectos de emprendimiento desde cero.

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