Actualmente existe una nueva modalidad de alquiler de inmuebles. Ya no es necesario hospedarse donde algún familiar o amigo e incluso ir a un hotel cuando se necesita pasar uno o varios días en otra ciudad.

Cada día que pasa los adelantos e invenciones modernos crecen. Para alquilar un apartamento por corto tiempo ya no es necesario buscar un fiador, basta con tener una tarjeta de crédito, pagar por adelantado y listo.

En nuestro país hay edificios construidos solamente para este modo de alquiler. Mis hijos se han aliado a esta forma cuando han tenido que viajar fuera de la ciudad e incluso, fuera del país.

Hace unos cuantos meses acompañé a mi hijo a Santiago, iba de un día para otro a un trabajo y su esposa le dijo que me llevara ya que ella no podía acompañarle en esa ocasión. Como él sabe lo mucho que me gusta esa ciudad aceptó y yo sin pensarlo dos veces preparé mi viaje.

En un viaje anterior en que ella le acompañó se iban a hospedar en un hotel, pero una violinista amiga de él le sugirió que mejor alquilara un apartamento por medio de “be an be”, (creo es así como es llamada esa aplicación), que había un edificio frente a su casa dedicado solo a eso. Quedaba en una de las zonas más exclusivas de Santiago.

Esta vez fuimos al mismo edificio, nos tocó el piso doce. Todo muy bonito y cómodo. Sala, comedor, dos baños, cocina y balcón. Una maravilla.

Tempranito me levanté, hice mi café como de costumbre y salí al balcón a tomarlo. Les aseguro que me asusté. Nunca me había sentido tan alto y solitaria. Los carros y guaguas se veían a lo lejos como hormiguitas.

Hacia abajo el abismo era tan grande que me vi tentada a entrar y tomar el café en la sala. Recordé una actividad en que fui a un hotel en la Churchill y vi hacia abajo desde el piso de la cafetería y el vértigo y miedo fue tan grande que pensé se iba a desplomar el piso transparente.

En mi estadía en Santiago no se veía a nadie, todo el mundo estaba cerrado en sus apartamentos y es que nadie va a socializar. Solo una mañana vi a un joven que abrió para recibir un pedido no sé de dónde.

Este tiempo me hizo pensar y lo primero que le dije a mi hijo fue, “escuché que ustedes me iban a comprar un penthouse”, él “etacó” los ojos y me dijo, “pero de dónde tú sacaste eso“. Le contesté que por si acaso.

Me situé en una torre en que nadie se conoce. Tal vez se ven en el ascensor, pero ni saben en qué piso viven, ni cuál es su nombre. Fue más cuando valoré mi casa, mi sector.

Cada mañana subo a mi azotea, a mi jardín. Tengo mi rutina, pero he descubierto que, si por la mañana disfruto, más disfruto al atardecer, porque en medio de tanto calor la brisa me refresca y puedo ir contando los periquitos que regresan a sus árboles en bandadas y en números pares. Cuando el número es impar, es que uno se ha quedado rezagado y aleteando más de la cuenta viene rápido detrás a juntarse con su grupo.

Tempranito los vecinos revisan las entradas del agua, que cada día es más escasa en la Zona Colonial. Unos a otros se van avisando si llegó. Observo como van subiendo las tapas de los tinacos a ver si está cayendo.

Desde lo alto veo a los niños ir a la escuela, los obreros pasar, escucho la camionetica que compra cosas viejas, en una palabra, es una bendición de Dios vivir en un “poblado” de la Zona y creo que nunca lo cambiaría por un apartamento en una torre de lujo en donde la soledad acaba con la vida de las personas mayores, convirtiendo todo lo que fue alegría en una inmensa tristeza.

Cuando escuchen a mis hijos, a mis amigos o familiares decir que me van a mudar a un hermoso apartamento en una torre, aunque sea a un penthouse, quítenle eso de la cabeza y díganle que yo soy muy feliz en mi casa.

Elsa Guzmán Rincón

Bibliotecóloga

Maestra y Bibliotecóloga, retirada.

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