En los procesos de reflexión de lo humano se definen los límites del cuerpo y los aspectos relacionados con su quehacer material que se corresponde con la cultura y la renuncia a la animalidad. Los debates en Occidente podían distinguirse entre las miradas que teorizan sobre el cuerpo y los estudios críticos sobre el trato de lo ambiental, la guerra y las perspectivas que tendrá la humanidad en el futuro.

Dos teorías han movido el piso de los anaqueles como relatos que se batían a finales del siglo XX. Las dos propuestas son el transhumanismo y el posthumanismo; ambas en sus inicios tenían bordes difusos y no se distinguían de sus propuestas milenaristas; no obstante, no son cómplices, ya que se diferencian en sus enfoques ontológico, ético y político.

El transhumanismo se centró en la mejora tecnológica del ser humano y la superación de las limitaciones biológicas, a través de la informática, la neurociencia, la biología molecular, la ingeniería genética, la nanotecnología, entre otras andanzas de la ciencia de hoy.

Desde la ilustración se ha tratado de definir lo humano y desde ese contexto se ha podido teorizar que siempre ha estado envuelto con la manta del poder que se ha expresado en la inclusión y exclusión del otro.

En cambio, el posthumanismo cuestiona la definición tradicional de lo humano. Su interés se centra en hacer una crítica a las tradiciones de Occidente, tales como el colonialismo, el androcentrismo, el eurocentrismo, el racismo colonial, la manera de cómo tratamos la ecología y las diversas formas de cómo hemos tratado a los animales no humanos y a las plantas. Esto plantea que necesitamos una coevolución con conocimientos no conscientes con otras especies no humanas.

Estas dos visiones se oponen entre sí, porque mientras una descansa en la tecnología como principio para perfeccionar el cuerpo, El posthumanismo humanista entiende que hay que superar lo humano en un espacio evolutivo. En un contexto donde se propone una relación con la protección de la naturaleza y de la crítica política que desarrolle un tipo de relaciones de interdependencias con las diferentes especies que pueblan el planeta.

Filósofos como Heidegger y Marcuse tienen sospecha de los posthumanistas y de los transhumanistas, porque consideraron su oferta muy amañada con la modernidad por su apego a lo racional. Ambas teorías proponen una domesticación, a través de la tecnología, pues confían en que los seres humanos van a poder superar su animalidad, a través de la acción racional y la cultura de las letras.

Desde la ilustración se ha tratado de definir lo humano y desde ese contexto se ha podido teorizar que siempre ha estado envuelto con la manta del poder que se ha expresado en la inclusión y exclusión del otro.

El concepto humanidad no es neutro. Es una conceptuación que tiene que ver con una metafísica que condena a las mujeres y a comunidades afrodescendientes e indígenas. Es un constructo político que no está excluido del poder y que se define en una lingüística de dominación, ya que se les entrega en exclusividad a los hombres.

La feminista y bióloga Donna Haraway en los años noventa se propuso teorizar sobre lo humano y en su libro “Manifiesto para cyborgs” se plantea que somos híbridos, una quimera, un cyborg, una especie de máquina que se tiene que transformar. Ellas se colocan claramente en posthumanistas reflexivos derivados de la teoría del posthumanismo.

Es una complejidad definir lo humano, ya que somos o seremos un lenguaje que nos construye. No estoy de acuerdo con la posición de Stelios Arcadiou de que “el cuerpo es un dispositivo obsoleto”. Todo lo contrario, es una biología que todavía tiene que descubrirse y entenderse, ya que la humanidad tiene que ser definida desde un amplio abanico que no se excluyen: la biología, la cultura, el lenguaje, las facultades cognitivas y los deseos que bordeamos como fuerza para enfrentar la entropía que genera el caos en nuestros cuerpos, consciencia, inconsciente y alma.

Dos teorías han movido el piso de los anaqueles como relatos que se batían a finales del siglo XX. Las dos propuestas son el transhumanismo y el posthumanismo

En este contexto, lo humano es un concepto en elaboración.  La argumentación fundamental es saber que las cigarras cantan y que el concepto de lo humano comprende una preocupación legítima de intuir nuestros orígenes, de saber que somos un corpus que ha intentado definirse a sí mismo, a través del miedo, de lo visible que se fragmenta, de las piedras en el zapato, de los valores que defendemos, de nuestra capacidad cerebral y de saber que somos responsables de intervenir en un proyecto transformador con la conciencia del respeto a los derechos, a la inclusión del otro.

Es un concepto que aborda los excesos de la especie y es la de romper la sostenibilidad de los ecosistemas de su propia casa que habita. Sea lo que sea, los humanos somos hacedores de cultura y los responsables de crear nuestra propia transformación como especies.

Fátima Portorreal

Antropóloga

Antropóloga. Activista por los derechos civiles. Defensora de las mujeres y los hombres que trabajan la tierra. Instagram: fatimaportlir

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