Aunque oficialmente todavía no está abierta la campaña electoral, como de costumbre, ya las primarias para escoger los aspirantes a cargos electivos se desarrollan a tambor batiente en todos los escenarios. Una práctica que nadie parece poder detener y que generalmente aquí discurre con alto contenido de inequidad e iniquidad, restándole contenido democrático, racionalidad y efectividad a esa actividad política que no pocas veces termina en traumas o en irremediables fracturas en los partidos. No existe una fórmula mágica para evitar que esto suceda, pero sí podría decirse que reglas claras, democráticamente establecidas por las direcciones partidaria para el discurrir de las primarias podrían ser un medio para impedirlo o al menos para atenuar eventuales efectos perversos.
A ese propósito, podría ser un buen ejemplo las recién finalizadas primarias realizadas en Chile, con la participación de cuatro candidaturas representando las colectividades que sostienen el actual gobierno. Y no solo por el comportamiento, las dos principales candidatas en liza, una vez terminado el proceso electoral, sino por las razones que podrían explicar sus resultados y qué puede ocurrir cuando las primarias discurren con reglas claras, generosidad y madurez políticas. De los cuatro, las de mejor desempeño fueron Jeannette Jara, del Partido Comunista y Carolina Tohá, socialdemócrata. La primera ganó ampliamente, más del doble de los votos obtenidos por segunda. Pero nada de berrinches ni división, a pesa de las diferencias entre ambas en términos políticos y de talante, además de las tensiones que por momentos tuvieron.
Durante el acto de celebración del triunfo de Jara, en primera fila y a su lado estaba Tohá. Una estimulante lección de madurez y generosidad. Pero hay otra lección que podría estar explicando por qué el triunfo de una y la derrota de la otra. El talante de cada una influyó en los resultados, pero pienso que posiblemente el desempeño de ellas en el gobierno jugó un papel de primera importancia. Jara cobró los créditos de su alta valoración como ministra de Trabajo y por su tenacidad capacidad negociadora manteniendo sus principios. Tohá, justa o injustamente, quizá pagó una atribuida deuda en su desempeño como ministra de Interior en un país con fuerte discusión de los temas seguridad y migración. Eso demuestra que la valoración del desempeño de un candidato como funcionario público es clave para sus aspiraciones.
A diferencia de nosotros, Chile tiene una larga tradición de políticas de alianzas, de madurez y de luchas políticas en las más duras condiciones y por eso no es casual que se eligiera una candidata del perfil y militancia de Jara y que las fuerzas que le disputaron el triunfo manifestaran su firme voluntad de apoyarla como candidata la Presidencia por la coalición que hoy gobierna, independientemente de las diferencias en cuanto a adscripciones ideológicas. Algo que cobra importancia/urgencia, dada las amenazas de lar la ultraderecha neofascista/pinochetista que se cierne sobre ese país. En el caso nuestro, las experiencias en esta cuestión han sido decididamente desgarradoras. De las luchas y resultados de muchas primarias se han originado sonadas y profundas divisiones en varios partidos.
Estas destruyeron al entonces PRD, impidieron que el reformismo trascendiera a Balaguer y amenazan con llevar al PLD despeñadero en términos electorales. En todas esas experiencias el problema principal radicó en el pésimo desempeño de sus máximas direcciones en la conducción de los procesos de primarias, favoreciendo candidatos de perfil claramente perdedor e impidiendo que algunos con grandes proyecciones para el partido y/o el país alcanzasen la nominación. Pero el problema de fondo, en todos los casos, fue la inexistencia de proyecto político sustentado en ideas de cambio, en breve, en concepciones ideológicas claras interiorizadas por el partido y los principales dirigentes, o el principal, como ancla para mantener firme el partido en medio de cualquier temporal.
Es ese el factor clave que ha impedido las divisiones de las colectividades políticas chilenas participantes en las primarias. O en casos en que perdedores de un proceso mantuvieron sus perspectivas de triunfo en futuras contiendas electorales. Por ejemplo, Allende en Chile y Lula en Brasil. Ambos concurrieron tres veces como candidatos a la Presidencia, cada uno ganando en el cuarto intento no solo por méritos propios, sino también del movimiento político-ideológico que los sostuvieron. Ahí está la clave de cualquier candidatura presidencial que pretenda ser de cambio o de permanecer en el tiempo. Sería iluso pedirle una reflexión sobre estas cuestiones a determinados candidatos, pero pedírsela a los dirigentes partidarios o el principal constituye un imperativo
Hoy, muchos dicen que las concepciones ideológicas no existen o no cuentan. Es curioso, pero la generalidad de quienes así afirman tiende a ser de derecha o de derecha extrema. El principal deber de una dirección partidaria es hacer que su partido trascienda cualquier resultado electoral, que si es derrotado se preserve y prepare para nuevas batallas. Pero eso no se logra sin ideas fuertes que determinen una identidad partidaria. Tampoco, sin que los diferentes aspirantes acepten los resultados o si el candidato vencedor de una primaria, más que del partido lo es de su grupo. Lo dice la experiencia.
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