La reciente aprobación de una ambiciosa reforma fiscal en los Estados Unidos representa un cambio profundo en el modelo de política económica de la principal potencia mundial, con implicaciones de gran calado no solo para su mercado interno, sino también para las economías emergentes y en desarrollo que han estructurado su crecimiento alrededor de la inversión extranjera, las exportaciones y las remesas.
En este nuevo escenario, países como la República Dominicana se enfrentan a desafíos complejos que exigen una lectura inteligente del contexto internacional y respuestas políticas coherentes y estratégicas. Afortunadamente, en el ámbito local, la oposición política logró impedir la aprobación de una reforma tributaria regresiva, que pretendía ampliar la carga impositiva sobre la clase media y los sectores productivos, sin una verdadera reestructuración del gasto público. Este rechazo fue crucial para evitar que el país enfrentara un doble golpe: uno desde el exterior, con los efectos de la reforma estadounidense, y otro desde dentro, por una mala política fiscal doméstica.
El corazón de la reforma fiscal norteamericana radica en una reducción significativa del impuesto corporativo, bajando del 21% al 15%, acompañado de incentivos extraordinarios para la repatriación de capitales y beneficios para empresas que produzcan y contraten en suelo estadounidense.
Este paquete persigue tres objetivos estratégicos:
- Repatriar capitales que durante décadas se han mantenido en paraísos fiscales o en operaciones offshore;
- Reindustrializar Estados Unidos en sectores clave como tecnología, manufactura avanzada y energía;
- Competir abiertamente con China y otras economías emergentes por el liderazgo en innovación y producción de valor.
Este nuevo esquema coloca a EE.UU. como un imán para inversiones globales, generando un efecto de atracción de capitales que podría afectar la inversión en economías como la dominicana.
Otro componente controversial de la reforma es la reducción del gasto social, con recortes en programas fundamentales como:
- Medicare y Medicaid (salud para envejecientes y pobres),
- SNAP (cupones de alimentos),
- Asistencia para vivienda y educación.
Este giro afecta de forma directa a millones de latinos, entre ellos una parte importante de la diáspora dominicana. Los dominicanos que residen en EE.UU., en muchos casos adultos mayores, madres solteras o trabajadores de bajos ingresos, dependen en parte de estas ayudas para complementar ingresos y sostener a sus familias tanto allá como en la isla.
La combinación de menos asistencia social y más presión fiscal indirecta, como el impuesto del 1% a las remesas, tendrá efectos negativos en el flujo de recursos hacia República Dominicana.
Las remesas constituyen una fuente vital para la economía dominicana. En 2023 superaron los 10,000 millones de dólares, representando más del 8% del PIB y sosteniendo a más de un millón de hogares.
La reforma estadounidense amenaza esta fuente desde dos frentes:
- a) Impuesto del 1% a las remesas
Si bien en términos absolutos este impuesto parece pequeño, su impacto acumulativo será significativo, especialmente para hogares de bajos ingresos. Muchos remitentes podrían reducir el monto enviado o buscar canales informales para evadir la carga fiscal, afectando la trazabilidad y seguridad del sistema financiero.
- b) Reducción de capacidad de envío
Los recortes a programas sociales reducen el ingreso disponible de muchos inmigrantes dominicanos. Menos ingreso implica menos capacidad para enviar dinero a sus familias. Esto podría traducirse en una reducción del consumo interno en RD, afectando sectores como alimentos, vivienda, servicios, educación privada y salud.
Desde hace décadas, la República Dominicana ha captado inversión extranjera gracias a un conjunto de incentivos fiscales (zonas francas, turismo, energía), estabilidad política y cercanía geográfica con EE.UU. Sin embargo, la nueva reforma fiscal norteamericana cambia el juego.
- Empresas estadounidenses podrían optar por relocalizar operaciones en su país de origen ante los nuevos incentivos.
- Fondos internacionales podrían redireccionarse hacia proyectos productivos en EE.UU., especialmente en manufactura e innovación.
- La región, incluyendo RD, puede sufrir una fuga de inversiones o menor dinamismo en nuevas inversiones.
Si RD no adapta sus políticas, corre el riesgo de quedar rezagada en un mundo donde la competencia por atraer capital es cada vez más feroz.
En medio de este escenario internacional complejo, el gobierno dominicano intentó impulsar una reforma tributaria de corte recaudatorio, que habría incrementado los impuestos al consumo, reducido exenciones y gravado sectores productivos sin una contraparte en eficiencia del gasto público.
Gracias a la firme y coherente oposición política, esa reforma fue detenida. La sociedad dominicana fue protegida de una medida que, en vez de fortalecer la resiliencia económica del país, la habría debilitado en el peor momento.
La no aprobación de esa reforma:
- Evitó un aumento del costo de vida, especialmente en sectores vulnerables.
- Protegió la capacidad de consumo e inversión de la clase media.
- Permitió conservar márgenes de maniobra en política fiscal para responder a shocks externos, como el que puede producir la reforma de EE.UU.
Frente a esta nueva realidad global, el país debe tomar decisiones audaces, que vayan más allá de una política fiscal cortoplacista o clientelar. Algunas propuestas concretas incluyen:
- Revisión del marco de incentivos para atraer IED más estratégica: energía, tecnología, turismo sostenible.
- Diplomacia económica activa: buscar nuevos socios e inversiones fuera del eje EE.UU.-Europa, especialmente en Asia y Medio Oriente.
- Fortalecimiento de la productividad interna: apoyar a las PYMES exportadoras, reducir burocracia, e invertir en formación técnica.
- Modernización del sistema financiero para remesas: generar mecanismos para que las remesas se canalicen hacia ahorro, inversión y producción.
- Pacto fiscal verdaderamente consensuado: no para recaudar más, sino para gastar mejor, cerrar brechas y construir un Estado eficiente.
La reforma fiscal de EE.UU. no es un hecho aislado. Es el síntoma de un reacomodo geopolítico y económico, en el cual las grandes potencias están redefiniendo su modelo de desarrollo, su relación con el capital y su estrategia frente a la globalización.
República Dominicana no puede quedarse observando. Debe anticiparse, fortalecer su institucionalidad, proteger a su gente y reorientar su modelo económico hacia uno más inclusivo, sostenible y competitivo.
El rechazo a la reforma tributaria local fue un paso correcto. Ahora el reto es mayor: prepararse para un mundo en transformación.
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