Hace ya unos cinco años que escribo semanalmente en el periódico Acento y mis artículos invariablemente han estado encaminados a aportar algo positivo al inconsciente colectivo de la sociedad, aunque desconozco si habré logrado algo, estoy consciente de que al menos lo he estado intentando.

Muchas veces he señalado que los humanos tenemos realmente todas las condiciones para que vivamos felices y en armonía, que nuestra ciencia y tecnología son suficientes para permitirnos una vida satisfactoria en el planeta, siempre que pudiéramos controlar al lobo que llevamos en nuestro interior.

He señalado que el Hombre solamente podría prevalecer como especie hegemónica si es capaz de vivir en armonía. Que no importa los recursos que podamos tener, la tecnología que podamos desarrollar, los mercados estratégicos que podamos lograr, ni la salud que los conocimientos médicos puedan ofrecernos, si no aprendemos a convivir en armonía, nada de eso es sostenible.

Hemos señalado que la carrera armamentista ha tenido más desarrollo del conveniente y razonable, hace ya tiempo que tenemos la capacidad de destruir todo lo que tenemos e incluso a nosotros mismos. Todo aquel que tenga una idea del arsenal nuclear que posee actualmente la humanidad sabe que, con solo una parte de las bombas que tenemos, sería suficiente para hacer desaparecer nuestra especie.

Casi todos rechazan conversar estos temas porque ciertamente no son agradables, pero no tocarlos puede tener consecuencias lamentables. El verdadero peligro es que el odio, la discriminación, irrespeto, abuso o desconsideración, impida la convivencia.

Hemos estado señalando tendencias que “todos” tenemos y que no son compatibles con una vida futura sostenible. Hablar de la amenaza nuclear es hoy inevitable y estamos viendo gobernantes de naciones con mucho poder, sustentando sus políticas exteriores desde actitudes temperamentales o emocionales, resulta indispensable tomar consciencia de la importancia del control emocional individual y colectivo.

Todos debemos hacer cambios en nosotros mismos y en nuestro entorno, sin ponernos a esperar que sean otros los que tomen la iniciativa, porque es evidente que lo que hacemos no es suficiente. Lamentablemente seguimos creyéndonos exitosos cuando logramos aprovecharnos de los demás, logrando ventajas muchas veces injustas. Si yo abuso de ti, inicialmente podría parecerme provechoso, pero la vida está estructurada de tal forma, que de alguna manera se presentan circunstancias que permiten equilibrar la descompensación energética o simplemente social que provoqué.

El presidente Trump sin contar con la aprobación de la ONU atacó a Irán, un país que no tiene una guerra declarada con los EE. UU., pero que amenaza a Israel, y se siente muy complacido con esta acción, denominando a este ataque: un triunfo a favor de la paz; mientras el mundo observa con preocupación que cada vez nos acercamos más a la peor guerra que hayamos conocido. Nos sigue pareciendo que la ley del más fuerte es la solución. Después de las bombas atómicas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, sumados a la mortandad de la II Guerra Mundial, se creyó que terminarían las guerras. Hemos descubierto que un arma poderosa solamente detiene las guerras hasta que el enemigo logra también adquirirla.

No es necesario que seamos personas bondadosas, basta con que seamos juiciosos o razonables, para comprender que perjudicando a los demás es imposible lograr el bienestar que esperamos tener.

La consecuencia de la inconsciencia humana puede ser muy terrible y superar a las películas de futuros apocalípticos de Hollywood. Por lo difícil que nos resulta cambiar, no sé si todavía podemos impedir la caída de nuestra civilización, pero lo único que cada uno de nosotros puede hacer es dar lo mejor de sí mismo. Para el creyente esto se supone que sea un mandamiento o deber, considerando que, su estancia en esta existencia es temporal. Pero, incluso sin pensar en el Cielo, ya tenemos suficientes evidencias que demuestran que las relaciones humanas satisfactorias y duraderas, son sólo posibles, si quienes se relacionan comparten un ambiente de respeto, confianza y aprecio, esto es válido a nivel parental, de parejas, amistades, vecinos, compañeros de labores e incluso en relaciones entre países.

Se nos enseñó por todos los medios conocidos, que no vale la pena triunfar aplastando, avasallando, menospreciando, humillando y golpeando, pero a veces consideramos que traicionar es ser hábil e inteligente. La paz puede ser construida o destruida, a ti te corresponde saber a qué lado aportas.

No sé si todavía podemos frenar la catástrofe, pero para evitar las guerras no basta con criticar a Estados Unidos, Rusia, China o Israel, lo que debes hacer es: reparar cualquier daño que hayas provocado, no rechazar personas, respetar a otros, educar bien a tus hijos, sumar en lugar de restar, aprender a escuchar y a defender la verdad, incluso aunque no te convenga.

Suenan tambores de guerra y lamentablemente muchos los escuchan con alegría, pero basta con pensar con ecuanimidad para saber que, así como vivir en conflicto no vale la pena, en una nueva Guerra Mundial ya no habrá ganadores.

Luis Ortiz Hadad

Médico

El Dr. Luis Ortiz Hadad, nació en Santo Domingo, República Dominicana, el 17 de septiembre del 1958. Graduado de Doctor en Medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en el 1983. Realizó estudios de Filosofía y Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España (1984-1986). Se especializó como Cirujano General en el Hospital Central de las FFAA-Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en (1988-1992). Haciendo la subespecialidad en Cirugía Colorrectal en Marsella, Francia (2000-2001). Es Psicólogo Clínico egresado con los máximos honores de la Universidad de la Tercera Edad (2022). Ha sido profesor de Anatomía y Cirugía por más de 20 años en la Universidad Iberoamericana (UNIBE). Es miembro del Comité Editor de la Revista Archivos Médicos Dominicanos (AMED). Presidente de la Sociedad Dominicana de Coloproctología (2011-2013), Presidente de la Academia Dominicana de la Medicina (2016-2018) y Presidente de la Sociedad Dominicana de Médicos Escritores (2023-2025). Es miembro del Colegio Médico Dominicano, del Colegio Dominicano de Cirujanos, de la Sociedad Dominicana de Coloproctología, Asociación Latinoamericana de Coloproctología, Academia Dominicana de Medicina, del Colegio Dominicano de Psicólogos (CODOPSI) y de la Sociedad Dominicana de Médicos Escritores. Presta sus servicios como Cirujano Coloproctólogo y Coordinador del Internado de Cirugía de la Universidad Iberoamericana (UNIBE) en el Centro de Diagnóstico Medicina Avanzada y Telemedicina (CEDIMAT), donde también desarrolla desde el 2022 un programa de Meditación Terapéutica Racional Emotiva. Es escritor de artículos semanales en el periódico acento desde el 2020 y es autor de los libros: Cincuenta Reflexiones. Breve guía para el Homo sapiens y Piensa bien, Vive mejor: Una terapia racional emotiva social. Es reconocido por sus actividades a favor de un mayor desarrollo humano como estrategia prioritaria para el mundo de hoy y enseñanzas de autoayuda basadas en las neurociencias.

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