“Tengo preceptos comunes de hacer fe y de conmover. Ya que la fe es una opinión firme, y el movimiento del ánimo una incitación o al placer o a la molestia o al miedo o al deseo… Yo acomodo a toda la colocación de acuerdo con el fin de la búsqueda. En efecto, en lo propuesto el fin es la fe como el movimiento. Por lo cual cuando haya dicho acerca de la causa, en la cual está lo propuesto, habré dicho acerca de una y otro”. (Marco Tulio Cicerón: De La Partición Oratoria, Eds. UNAM, México, 2018, p.6; versión de Bulmaro Reyes Coria).

La oratoria dominicana de los últimos 30 años ha trillado los campos de la praxis política, institucional, social y cultural insertando elementos argumentativos, demostrativos y dialógicos en el plano de la interpretación. El orador reconocido como hablante especial, dirige su discurso a un público en contexto de trabajo y acción. La llamada oratoria de ocasión, es aquella donde el orador no es necesariamente un profesional de la declamación, ni tampoco se distingue por la elocuencia entendida como cualidad de base de la oratoria y el orador.

En el país dominicano la oratoria como práctica, se ha instrumentalizado debido a la sobredeterminación de la escritura y la improvisación ambas enmarcadas en propósitos estratégicos que tienen como contenido una presencia a veces, artificiosa mediante amarres dogmáticos e institucionales.

Justificar un discurso ante el foro público y el foro parlamentario, instituye una práctica de la oratoria política, jurídica y parlamentaria, habida cuenta de los intereses, elementos y aspectos que conforman dicho marco. (Debate, crítica, crisis, acuerdos y desacuerdos enfáticos).

Se mantienen, en este caso, los niveles normales y tradicionales de la ilocución o emisión verbal asimilada y dirigida sobre la base de una interpretación individual, pero también, sobre la base de una erudición que tiene su origen en la cultura del orador de tradición culta y popular, donde asistimos al vicio y el manierismo repetitivo, que pierde su valor a medida que olvida las bases del pronunciamiento concentrado y se acude a glosas orales desgastadas. La pieza escrita que se lee y la pieza improvisada que se le facilita al público o los públicos de ocasión presentan anomalías interpretativas en cuanto a posición en cuanto a estilo del cuerpo, la voz y los puntos de enfoque, mirada y dicción. Lo que se hace notorio en muchos llamados autores de momento y guía.

En el caso de la oratoria dominicana actual, la misma se sustenta en modos diversos de comunicación pública y de ejecutorias verbales en contexto de alteridad de habla (tono, timbre, intensidad y forma de actuación). Estos rasgos suprasegmentales aseguran una visión y dicción estética del discurso.

En la base de este tipo de interpretación subyace el contenido, la motivación, la intencionalidad, el valor, el interés y la significación del texto emitido y receptivo.

La tratadisticaa del discurso y el orador tienen su tradición del hablante frente al público (Gorgias, Demóstenes, Aristóteles, Cicerón, Séneca, Quintiliano). Evocan a través del discurso los mensajes necesarios y útiles para el emisor-desaclador-intérprete.

Visión y universo se encuentran de manera conjunta y complementaria en la oratoria política, forense y sagrada de nuestros días, para, desde sus diferentes perspectivas, cumplir con la misma ejecutoria creada en un campo ideológico y conformado por actitudes interpretativas con valores consensuales. La relación de base entre orador y público ha concitado y concita los variados intereses que se justifican en el discurso del orador. Habría que iniciar una búsqueda de oradores y escritores de piezas discursivas celebratorias, de militares, ingenieros, médicos, deportistas, directores de instituciones, embajadores, cónsules, administradores, profesores y otros actores que asumen formatos de dicción y vocalización direccional.

La modernidad que se ha querido imponer desde un registro ideológico y filosófico en la República Dominicana, ha producido un tipo formal de elocuencia que se exhibe desde y a partir de una oratoria radial, televisiva, y en general videocomunicativa, mediante la cual se observa la influencia que tiene el orador actual en las llamadas “videoculturas de fin de siglo”. El orador o hablante expresivo, adquiere un valor medial más directo y con mayor alcance de comunicación.

Es bueno subrayar en el caso dominicano, que el orador utiliza de manera gestual y atildada los medios modernos que posibilitan la nueva cultura de la imagen y los nuevos medios de la locución y su actual puesta en valor.

Si se observan desde el punto de vista comparativo, los diferentes períodos que han constituido la oratoria dominicana, se debe mirar en cada perspectiva y partitura del discurso público, las influencias de diferentes tradiciones retóricas: la tradición helenística, la tradición romano-latina, la tradición hispánica, la tradición eclesiástica, la tradición gálica y la tradición hispanoamericana de raíz independiente, dictatorial y neodictatorial.

Estos universos de transmisión, erudición y acción pública, constituyen también tradiciones lingüísticas y literarias donde el discurso oral y escrito ha cobrado su valor social, histórico y cultural. A partir de aquí, clasicidad, modernidad y altomodernidad han funcionado como ejes fundamentales de toda oratoria.

En este sentido, la oratoria dominicana ha sido influida o contaminada por las grandes tradiciones del discurso en sus visiones públicas y epocales, siendo así que la oratoria como arte de la elocuencia ha tenido páginas significativas e interpretaciones modélicas que han servido a la historia de la educación y a la historia de las ideas políticas, sociales, religiosas y literarias en la República Dominicana.

Un listado de oradores dominicanos famosos (de estilo clásico y moderno) comprendería los siguientes: Fernando Arturo de Meriño, Manuel A. Machado, Eugenio Deschamps, Luis Conrado del Castillo, Joaquín Balaguer, Manuel Arturo Peña Batlle, Rafael Estrella Ureña, Arturo Logroño, Viriato A. Fiallo, José Francisco Peña Gómez, Manuel Aurelio Tavárez Justo, Leonel Fernández Reyna, Rafael Gramundi Cordero, y otros oradores locales desconocidos.

Una historia de la Oratoria Dominicana exhaustiva debe comprender los discursos de gobernadores, síndicos y algunos políticos provinciales.

Los gritos del hablante y de las masas políticas son audiencias públicas.

Odalís G. Pérez

Escritor

Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua

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