Imagina que entras a un quirófano de emergencia. Un paciente sangra por una herida grave. Pero en lugar de instrumentos quirúrgicos, las mesas están cubiertas de anuncios. Las luces de cirugía llevan logos de empresas. Los monitores vitales muestran comerciales entre los signos vitales. Absurdamente impensable, ¿verdad? Nadie toleraría eso. Sin embargo, eso es exactamente lo que hacemos cada día en nuestras carreteras: convertimos las señales que salvan vidas en vallas para vender productos.
Y lo peor: mientras discutimos sobre deuda pública, política o corrupción, cientos de dominicanos mueren porque una señal vital está tapada por un anuncio de comida rápida o de bebidas alcohólicas.
El título que nadie quiere: campeones de la muerte vial
República Dominicana figura entre los 10 países con mayor tasa de muertes por accidentes de tránsito del mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2024). Es la segunda causa de muerte en el país, solo superada por las enfermedades cardiovasculares.
Datos que duelen:
Más del 60% de las víctimas fatales son motociclistas.
Edad promedio: 19 a 45 años, la población más productiva.
Costo económico: entre 3% y 5% del Producto Interno Bruto (PIB).
Cada día muere al menos una persona en la vía pública.
Cada hora, alguien queda discapacitado. Cada minuto, un accidente evitable ocurre. Y seguimos permitiendo que el espacio destinado a salvar vidas se venda al mejor postor.
La morfología. de un crimen cotidiano
1. Factor humano.
Exceso de velocidad, conducción bajo efectos del alcohol, falta de casco y cinturón, maniobras temerarias, uso del celular. El 70% de los accidentes fatales involucra al menos uno de estos factores.
2. Infraestructura deplorable.
Calles y carreteras en deterioro. Huecos, iluminación deficiente, semáforos fuera de servicio. Retornos improvisados que son trampas mortales.
3. Señalización: el pecado mortal.
Las señales de tránsito son pocas, pequeñas, invisibles de noche y, en muchos casos, cubiertas por publicidad.
En vez de guiar al conductor, compiten con colores chillones y logotipos comerciales.
Es como vendarle los ojos a un piloto y pedirle que aterrice sin instrumentos.
La base legal violada: el artículo olvidado de la seguridad
Montar publicidad sobre señales de tránsito o sus postes no solo contradice el sentido común, viola directamente la Ley Núm. 63-17 (Ley de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial) y su Reglamento de Señalización en el Tránsito Terrestre (Resolución 005-2020).
Aunque la ley faculta al Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT) para otorgar permisos de “publicidad exterior”, ese mismo reglamento prohíbe explícitamente cualquier mensaje, pictograma, leyenda o color que no estén contemplados en la normativa técnica oficial.
En lenguaje llano: una valla publicitaria sobre una señal de dirección es ilegal.
Introduce mensajes ajenos al sistema oficial y compromete la legibilidad, la visibilidad y, en consecuencia, la vida humana.
La analogía es simple: el Reglamento es el manual del piloto. Solo debe mostrar información crítica de vuelo. Colocar una valla en una señal es como instalar un anuncio de pizza sobre el velocímetro del avión. El resultado puede ser el mismo: el pasajero muere, pero la aerolínea cobró por el anuncio.
La inversión inversamente proporcional a la muerte
Según el Foro Económico Mundial, la República Dominicana presume de tener “las mejores carreteras del Caribe”.
Pero ese título encubre una verdad incómoda: construimos carreteras, no seguridad.
La inversión pública total ronda el 4% del PIB, pero la porción dedicada a mantenimiento, señalización y control del tránsito es mínima.
Invertimos en cemento —visible, inaugurable, políticamente rentable— y descuidamos lo invisible: la seguridad vial.
Comparativa regional:
País
Enfoque de inversión
Resultado
Chile / Uruguay
Alta inversión en mantenimiento y fiscalización tecnológica
Tasa de mortalidad baja y sostenida
Costa Rica
Educación vial y control digital
Mortalidad reducida significativamente
República Dominicana
Enfoque en construcción nueva y duplicación institucional
Tasa de mortalidad más alta del Caribe
La conclusión es clara: no morimos por falta de carreteras, sino por falta de gestión y de respeto a la ley.
El negocio turbio detrás de las señales
Mientras las familias entierran a sus víctimas, el Estado autoriza —o tolera— la venta de espacio publicitario en las propias señales. El INTRANT, que debería velar por la seguridad, otorga permisos para “publicidad exterior en vías urbanas e interurbanas”. No existe transparencia sobre los ingresos, beneficiarios o criterios de aprobación.
El absurdo fiscal es doble: Gastamos miles de millones de pesos en publicidad gubernamental, mientras vendemos las señales oficiales que deberían advertir del peligro.
Las instituciones duplicadas: burocracia que mata
INTRANT, La Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT), Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), ayuntamientos… Cuatro instituciones con funciones traslapadas, sin coordinación, sin datos unificados y con presupuestos fragmentados. El resultado: nadie asume responsabilidad plena.
Es como tener cuatro cirujanos discutiendo quién debe operar mientras el paciente se desangra. El paciente, en este caso, es el pueblo dominicano.
El costo de no actuar
Cada año, los accidentes de tránsito le cuestan al país miles de millones en productividad perdida, rehabilitación médica y daños a la propiedad pública y privada. La OMS estima que el costo global de los accidentes de tránsito equivale a un 3% del PIB. En República Dominicana, se aproxima al 5%. Invertir en señalización y control vial no es un gasto: es una política de supervivencia.
Lo que necesitamos ahora (no mañana, ahora)
Prohibición absoluta de publicidad en señales de tránsito.
Derogación de permisos vigentes y sanción ejemplar a quienes los autoricen.
Inversión masiva en señalización moderna.
Material reflectivo, tamaño internacional, mantenimiento trimestral.
Tecnología de fiscalización.
Fotomultas, radares, cámaras, alcoholímetros.
Capacitación y presencia policial efectiva.
Triplicar agentes, mejorar salarios, equipamiento y formación continua.
Educación vial permanente.
En escuelas, medios y redes sociales.
Una sola autoridad nacional coordinada y transparente.
Sin duplicidades. Con rendición de cuentas pública.
La pregunta final
¿Cuánto vale una vida humana? ¿Más o menos que el ingreso de una valla publicitaria?
En Uruguay, Costa Rica y Chile, una vida vale infinitamente más. En República Dominicana, parece que una valla vale más que una advertencia de peligro.
He visto cuerpos destrozados en emergencias. He perdido amigos en accidentes evitables. Y sigo viendo señales vendidas a empresas que jamás asumirán la culpa.
Las señales de tránsito salvan vidas. La publicidad vende cosas. Elige qué quieres ver en tus calles.
Porque un país que vende el espacio destinado a salvarte es un país que ha perdido el rumbo moral de su camino.
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