Entre los sistemas o modelos del proceso de desarrollo tecnológico e innovación, la inteligencia artificial (IA) ha ocupado la vanguardia. De todas las épocas conocidas por la humanidad, ésta nueva tecnología ha producido asombro.

En el caso de referencia, las razones son obvias, pues aunque no posee cerebro ni pensamiento, ella realiza “quehaceres” -operaciones- muy propios de los que acostumbramos a ejecutar, por épocas, los seres humanos.

En toda la historia de la humanidad, la tecnología ha sido una compañera de viaje del progreso, desde los tiempos primitivos hasta la modernidad.

Los tiempos cambian y nada es igual para siempre sobre la tierra. Los objetos o instrumentos modernos con los que trabajamos hoy, y a veces no nos damos cuenta, mañana se convertirán en ordinarios y obsoletos.

Las puertas de los espacios o viviendas que antes habitábamos no son las mismas. Ni jamás lo serán.

Muchos de los dominicanos abren y cierran las puertas de sus residencias desde sus propios lugares de trabajo; otros podrían hacerlo desde Nueva York a París.

Nuestras jóvenes generaciones no podrán imaginarse nunca, ni remotamente, cómo eran nuestras primeras computadoras. Tampoco de qué manera éstas operaban.

En el año 1975, recién llegado de mi provincia a la ciudad de Santo Domingo, huyéndole a la policía para que no me asesinara, y con la matrícula cancelada, cursando el cuarto del bachillerato, pues mi generación también pagó el precio de la lucha por la libertad, me inscribí en un curso de computadora.

La computadora era un aparato enorme, modelo o sistema 360, fabricado por la compañía IBM de Estados Unidos en el año 1964, cuya altura alcanzaba cerca de cinco pies y ocupaba casi el tamaño total de una pequeña habitación. Su precio en el mercado era de unos $133,000 dólares. Si realizáramos la operación, por ajuste de inflación, nos daría, a la fecha de hoy, la suma de $1,200,000 dólares.

Para poner en operación aquel aparato, era necesaria la participación de varias personas especialistas: un programador, un encargado de perforación de las tarjetas físicas; un responsable de operación de la máquina, para luego recibir de éste el fardo de un papel llamado continua, el cual contenía las informaciones procesadas que necesitaba la empresa o institución.

Hoy el mundo no podrá operar, en la “normalidad” que conocemos, sin la inteligencia artificial.

Rafael Nino Féliz

Educador

Nacido en El Cachón, Barahona. Graduado de Licenciado en Educación con mención en Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo UASD. Se desempeñó como técnico de varios departamentos del Ministerio de Educación. Director de Organización de la Oficina de Desarrollo de la Comunidad (ODC). Director de la Dirección de Bienestar Estudiantil; Tesorero General y dos veces Vicerrector de Extensión. Actualmente docente en las cátedras de Teorías y Crítica de la Literatura y Letras Básicas. Ha publicado más de diez libro de poesía.

Ver más