Recientemente, participé en un panel sobre el “pesimismo dominicano”. En nuestra tradición intelectual, suele denominarse “pensamiento pesimista dominicano” a un conjunto de pensadores de nuestra historia, entre los que se encuentran: José Ramón López, Américo Lugo, Francisco Moscoso Puello y otros.
Desde el punto de vista filosófico, el pesimismo es una actitud ante la vida que sostiene la naturaleza dolorosa, trágica e indefectible de la realidad (pesimismo ontológico) y el carácter maligno de la condición humana (pesimismo antropológico).
No es el caso de los llamados “pensadores pesimistas dominicanos”. Estos autores describen unas condiciones sociales de atraso social asociadas a la mala alimentación (López), la mezcla racial (Moscoso Puello) o el aislamiento y el clima (Américo Lugo). No obstante, entre ellos y los demás a los que no me refiero aquí por razones de espacio:
A) No existe una homogeneidad conceptual que permita hablar de una corriente única a la que se la pueda nombrar bajo una denominación de escuela o movimiento.
B) En los referidos pensadores no hay la defensa de un pesimismo ontológico o antropológico que los lleve a sostener, como ocurre con un filósofo emblemático de la actitud pesimista ante el mundo (Arthur Schopenhauer), que la realidad sea intrínseca e indefectiblemente dolorosa y que la condición humana sea malvada por naturaleza.
C) A lo sumo, en ellos encontramos descripciones de unas condiciones sociales que obstaculizan el progreso, pero en modo alguno las consideran insuperables.
Uno de los intelectuales responsables de esta imagen sobre la tradición intelectual dominicana fue el ideólogo trujillista Manuel Arturo Peña Batlle. En un escrito titulado: “Exaltación de la Era de Trujillo”, asigna la rúbrica de pesimistas a autores tan diversos como Salomé Ureña, José Joaquín Pérez y Gastón Deligne.[1]
En “La patria nueva”, Peña Batlle afirma que el gran mérito del dictador Rafael Leónidas Trujillo es la creación de una nueva forma de vivir, pensar y sentir de la nación dominicana[2]. En otras palabras, Peña Batlle entiende que la Era de Trujillo implica una ruptura con las formas tradicionales de pensar la identidad dominicana y que él asocia con los denominados pensadores pesimistas.
Hasta el día de hoy, desde la perspectiva del pensamiento conservador, se ha querido desdibujar la línea conceptual que ha dividido a pensadores liberales y conservadores con respecto a la naturaleza y al futuro de la nación dominicana, confundiendo la crítica a una realidad social denigrante con una actitud de desesperanza y de desconfianza en la capacidad autonómica de la ciudadanía para gobernarse. Esta última idea ha sido una de las creencias más caras para el pensamiento conservador en la historia social dominicana como excusa para articular proyectos mesiánicos y autoritarios.
[1] Manuel Arturo Peña Batlle. “Exaltación de la Era de Trujillo”, en Política de Trujillo. Impresora Dominicana, Ciudad Trujillo, 1954, p. 189-204.
[2] Manuel Arturo Peña Batlle. “La patria nueva”, en Política de Trujillo. Impresora Dominicana, Ciudad Trujillo, 1954, p. 105-122.
Compartir esta nota