Al abordar la cuestión haitiana en su discurso de febrero 27, el presidente Luis Abinader soslayó aspectos nodulares. A saber: las razones del abandono de los trabajos de construcción del muro fronterizo, y la red de complicidades en el ingreso masivo de indocumentados.
A cientos de kilómetro del tendón de Aquiles de la República, la narrativa del presidente supone un deseo que diluye la objetividad. Los hechos están divorciados de sus palabras.
Ocurre que, en general, los militares que constitucionalmente tienen la responsabilidad de defender la independencia y soberanía de la Nación y la integridad de sus espacios geográficos, están lejos, muy lejos de la guardia suiza del Vaticano.
Con frecuencia, los designados en el servicio fronterizo ven en la medida una oportunidad para agenciarse dinero extra, mismo que debe ser compartido con benefactores superiores, acaso en agradecimiento por la distinción.
La “verja perimetral inteligente”, que ha echado miles de tareas del territorio dominicano al lado oeste, apenas ha impactado en el logro de los objetivos que justifican su construcción. Es la verdad monda y lironda.
Fue concebida para controlar el comercio bilateral; regular los flujos migratorio; combatir las mafias que trafican personas; hacer frente al narcotráfico y la venta ilegal de armas, y proteger la crianza y sembrados de ganaderos y productores agrícolas.
Si bien, el costoso “muro fronterizo”, como suele llamarse, ha reducido el robo de ganado, es desacertado decir que tal delito es “cosa del pasado”, como ha afirmado el señor presidente.
El lienzo Manzanillo/Dajabón, el más largo, de 24.7 km, se ha frisado, sin cubrir el área caliente en materia de tráfico y robo: el tramo que va de Don Miguel a Capotillo. Son los 11 km que dijo el presidente serán construidos a solicitud de los ganaderos de Dajabón.
En realidad, la primera etapa de la verja, iniciada en febrero 2022 -con presupuesto de RD$1,750 millones de pesos- debía recorrer 54 km en 9 meses. Se han desembolsado 1944 millones, y no se ha terminado.
La segunda etapa, de 110 km, se pondría en marcha tan pronto concluyera ¡en 9 meses! la primera etapa. Así lo anunció en su momento el presidente Abinader, entre aplausos de patriotas y nacionalistas.
Hace rato pues, debían estar construidos 174 km de verja.
Más de dos años después, la PRIMERA ETAPA del muro fronterizo anda por los 43 km.. Le faltan justamente los once km. que a partir de ahora serían construidos como producto de la receptividad presidencial ante los ganaderos de Dajabón.
La construcción del primer tramo contempló 19 torres de vigilancia y 10 puertas, listezas que la descomposición podría transformar en facilidades donde el chalaneo y el tráfico tempranearían impunes. Hay quienes ya lo afirman, como práctica incipiente.
A ojos vista, los empresarios del tráfico de indocumentados, a los que la valla nada impide, son personas bien intencionadas, que crean fuentes de trabajo e inyectan dinamismo a la economía fronteriza. Una suerte indiscutible.
El suyo es un negocio estable, con amarres transfronterizos. Cuentan con flotillas de motocicletas que ponen a disposición de jóvenes confiables, arriesgados, bebedores y fumadores. Éstos realizan el traslado de los indocumentados por caminos rurales, a cualquier hora del día y la noche. La tarifa en los controles militares es de 500 pesos por motor cargado, pero si pueden evadirlos, les va mejor.
Disimulados en casas del pueblo, la salida de los inmigrantes, en horas de la noche, y a pie, corre a cargo de los poteas (guías), que entre montes, fincas y cañadas, armados con linterna, y pinza para cortar alambres, cobran 200 pesos por persona.
Su trabajo es colocar la mercancía humana a varios kilómetros del pueblo, en puntos convenidos, accesibles a los motoristas.
Al llegar a la seguridad de El Pocito-Guayubín, los motoristas ganan sobre los mil pesos por carga.
Consta que el empresario del tráfico cobra a cada inmigrante ilegal 10 mil pesos, y más, “si la cosa se pone dura”-
Es un negocio conocido por tirios y troyanos. Las autoridades no lo han suprimido porque están ocupadas en “sellar la frontera”.
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