Por iniciativa de la Secretaría de Educación, presidida en ese momento por el Doctor Víctor Garrido Puello, llegó en 1938 a la República Dominicana la denominada “misión chilena”. Conformada por los educadores: Juan Aristizábal, Luis Galdamer, César Bunster y Oscar Bustos y Arbuto.
El objetivo principal era el de brindar asesoramiento técnico a las autoridades de educación sobre las nuevas prácticas pedológicas contemporáneas con el fin de establecer una reforma integral en la escuela dominicana.
Al maestro Bustos y Arbuto le correspondió el campo de la alfabetización. Había estudiado en Ginebra y para el momento de su arribo al país se desempeñaba como profesor de metodología especial en el instituto pedagógico de la universidad de Chile. Previamente, había publicado, entre otras obras: “El Método Global en la enseñanza de la lectura y la escritura” y a él se debe la introducción del referido método alfabetizador al país.
Según el educador y posterior Secretario de Educación Nicolás Almánzar, quien fue alfabetizado con el Método Global: “Esta misión chilena fue la que introdujo al país el conocido método global a través del cual nos alfabetizamos los que pasmos de los 50 años de edad. Recuerdo la cartilla que traía las famosas frases: mi mamá me ama. La pala es verde. Yo juego con la bola. Cuando el niño dominaba estas frases, podía forma otras que lo estimulaban enormemente; y continuaba con alegría su proceso de alfabetización.”[1]
El Método Global se remonta al siglo XVII, no obstante, fue en el siglo XIX cuando se organizó como método formal. Siendo popularizado en 1904 por el doctor Oviedo Decroly. Consiste en partir de frases y palabras para llegar a las sílabas y letras que las componen. Estableciendo un proceso de aprendizaje que va desde lo conjunto (frases) a lo concreto (letras y sílabas).
Su implementación en las escuelas dominicanas pareció haber dividido al profesorado en dos: los que estaban a favor y los que estaban en contra. Por esta razón el 13 de agosto de 1952 la Secretaría de Educación, presidida por el doctor Joaquín Balaguer, organizó un semanario con la finalidad de ponderar los resultados obtenidos con el referido método.
En un discurso sin desperdicio y que mantiene una notoria actualidad el doctor Balaguer analiza la aplicación del método desde su introducción en las escuelas dominicanas hasta 1952.
Sostiene, desde el principio de su discurso, que el método Global se implementó de forma precipitada. Entiende que una de las principales equivocaciones con respecto al método es el que se crea que constituye la última palabra en términos de alfabetización.
Atribuye a esa obstinación lo difícil que resulta la contratación de maestros de primeras letras, pues según su criterio, “los malos no entienden el método que se usa y los buenos se resisten generalmente a enseñar dentro de una serie de normas que matan en el educador, por el carácter de inflexibilidad que se les ha dado, todo espíritu de iniciativa y toda facultad creadora”[2].
Afirma que el método se aplica de forma confusa y arbitraria, debido a que el maestro que solo tiene una idea vaga del sistema, no dispone de guías metodológica.
Remarca que paradójicamente Chile, país desde donde nos llegó el método Global, no se precipitó al impartirlo, sino que fue ensayándolo en algunos de sus mejores plantes y solo fue en 1948 cuando lo prescribió. Mientras Costa Rica, por su parte lo abandonó por completo.
Entiende que la polarización con respecto a la aceptación del método global tiene que cesar, pues tan reaccionario es el que se aferra a él como el que no le ve aciertos.
Cree firmemente que un buen maestro, lo es a pesar de carecer de los instrumentos pedagógicos adecuados, pues el maestro es más importante que el método.
Sostiene que las escuelas no toman en cuenta los casos individuales, por ejemplo, los alumnos que, proviniendo de escuelas particulares o informales han sido alfabetizados bajo el método silábico o fonético y al pasar a las escuelas del estado, son inducidos a el método global sin ningún proceso de transición.
Entiende que para que la ejecución del método global rinda sus frutos, se deben adecuar también los programas de centro para hacerlos coherente con el referido método.
No obstante, para el doctor Balaguer la parte más alarmante era la actitud asumida por los técnicos de la Secretaria de Educación quienes durante 14 años no habían podido contemplar las bonanzas de otros métodos como el de Laubach que se implementaba en Brasil, ni habían intentado evaluar resultados, y mucho menos, realizado estudios del vocabulario del niño dominicano para acomodar a la población los textos alfabetizadores.
Llama la atención sobre la poca viabilidad de los tiempos otorgados a los maestros alfabetizadores para agotar las etapas del referido método, de manera que los maestros trabajan atropelladamente para satisfacer “esa regla caprichosa de los programas oficiales”.
Mientras que por su parte “los intendentes de educación están cada vez más dispuestos a convertir sus oficinas en agencias dedicadas a la simple tramitación de expedientes rutinarios”[3]. En suma, maestros, directores, técnicos e intendentes han colaborado para que el país, en materia de alfabetización se encuentre “en el mismo lugar en que nos dejó Bustos y Arbuto”.
Y con implacable convicción afirma: “tenemos catorce años haciendo la apología de un sistema, y todavía nuestro pensamiento solo ha aprendido a girar como un autómata en torno a las frases consagradas: “El niño juega con la bola”, “yo voy a la escuela” “el niño juega con el carro”[4].
Es en este contexto de debate sobre los métodos alfabetizadores, que podemos entender, en gran medida el éxito que tuvo el alfabetizador de generaciones conocido como el Libro Nacho dominicano.
[1] Almánzar García, José Nicolás, “Trayectoria de la formación del docente dominicano desde 1800 hasta el año 2000”, Secretaría de Estado de Educación, Santo Domingo, 2008.
[2] Ídem p.106.
[3] Ídem p. 108
[4] Ídem p. 109
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